☾Capítulo 26☽

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Él se acerca a mí luego de decirme eso. Yo abro la boca y la cierro sin encontrar palabras. Solo me quedo quieta, estática, observando sus ojos negros. Su gorra del mismo color que su mirada aún está sobre mi cabeza y me encuentro sentada en la mesa de la cocina, con las piernas separadas y él en medio.

Está tan cerca que puedo sentir el calor de su cuerpo irradiar y envolverme, así como el aroma de su perfume varonil y pulcro, una mezcla exquisita y adictiva. Quisiera decirle que también siento lo mismo, pero me encuentro tan obnubilada que la lengua se me hace pesada, no puedo formular palabra alguna.

Mis mejillas y todo mi cuerpo se estremece por la vergüenza. Nunca nadie me dijo algo así, tan directamente. Es que usualmente la directa soy yo, pero cuando se dirige a mí me pone en plan ¿Qué hago? ¿Bajo qué piedra me escondo? No tener el control de la situación me aterra, pero extrañamente, algo en mí se relajó al oír esas palabras.

¿De verdad sigue enamorado de mí? ¿Después de un año y medio?

—Yo...

No alcanzo a formular palabra cuando un sonido chillón nos distrae. Alarmada miro mi móvil con una notificación de la alarma. "Pastilla anticonceptiva". El recordatorio me dice que debo tomar mi pastilla. Jaziel alcanza a leer el mensaje.

—Tengo que ir a por ellas —digo, feliz por haber sido salvada por la campana, literalmente hablando.

Él asiente con el ceño fruncido, por un momento parece molesto por eso.

—¿Ya te vas?

Lo observo con los ojos entrecerrados. ¿Quiere que me quede?

—Supongo... mis pastillas están en mi habitación.

Pídeme que me quede.

Pídeme que me quede...

J pone los ojos en blanco y me mira con aburrimiento. Luego saca su móvil de su bolsillo trasero y abre la aplicación de delivery, en la sección de farmacia. Me lo tiende y yo entiendo el mensaje.

La pequeño orgullo se siente bien al saber que él quiere que me quede. Y por alguna razón, no quiero irme. Más allá de que aún está mi abuelo y mi tío en mi casa, no quiero enfrentar a mi padre o a Ángeles por lo que dijo.

Tal vez hago mal en escapar de mis problemas. Pero yo no quiero tener más líos hoy. Encargo mis pastillas.

—Te envío el dinero —insisto tomando mi móvil, pero él niega con la cabeza.

—No lo necesito —él me corta y yo levanto las cejas. Lo veo entretenido con el móvil unos segundos más y luego lo vuelve a guardar en su bolsillo.

—¿Ah sí?

—Sí.

En ese momento una carcajada brota de mi garganta, con él mirándome confundido.

—¿De qué te ríes?

—Recordaba algo gracioso que me decías.

—¿El qué?

—Te odio Tyson, me repugnas, eres el ser más despreciable que conozco —me burlo imitando su voz. Él ladea la cabeza viéndome con aburrimiento, incluso parece horrorizado con mi intento de poner la voz gruesa—. Y ahora mírate, me compras pastillas, haces de doctor y no te enojas como siempre.

Jaziel se aparta y se cruza de brazos. Para luego pasar saliva, levantando el mentón en búsqueda de demostrar supremacía.

—Eres asquerosamente melodramática —murmura con fastidio—. Y ya me recordaste por qué me caes mal.

Malas Intenciones IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora