5. El acoso

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6 de octubre

Todavía no se ha creado una palabra para describir a quienes, como yo, somos admirados por todos y a la vez sentimos ese rechazo en el aire al pasar. No existe un ojo que no me persiga en todo Puerto Alfarez. A mi alrededor hay silencio, pero escucho los murmullos detrás de mis pasos. Sobre mi vida, de dónde vine, quienes son mis padres, a qué me dedico, se ha especulado mucho. Podría decirse que nací para causar revuelo, es un don, incluso sin proponérmelo.

Cuando salí del salón de Gregoria Santoro, no era consciente de que hubiera nada extraño en mí. Me apuraba llegar al trabajo y estaba acostumbrada a las miradas incómodas. Así que continué por la calzada y doblé en la intersección de Loynaz y la calle Fundación. Desde ahí pude ver a Yara en lo alto de la colina, donde se alzaba el café. Me saludó con la mano e hizo un gesto con los ojos que apuntaba a su izquierda.

Por detrás de la bruma mañanera descubrí un rostro alargado sobre el que ondeaba un cabello castaño, rizo. Lo había visto un par de veces por ahí, y en cada ocasión estuvo mirándome. Parecía muy curioso y entonces me percaté. Para alguien de la isla no era nada raro verme así un par de veces por semana, pero para un extranjero, sí que podría serlo.

Llevaba el entallado traje de esgrima negro, que podría bien pasar por un disfraz de Gatúbela, la careta debajo del brazo izquierdo y una cabeza de maniquí en el derecho, que para colmo tenía una peluca natural de mi tono y el lunar de mi barbilla. Se podría decir que llevaba un aspecto singular.

Subí la estrecha callecita que daba a la puerta del República, Yara me estaba esperando para quitarme algo de las manos.

—Te vas a caer con tantas cosas. ¿Cómo va todo? ¿Terminaste ya?

Me dejé caer en un asiento, estaba exhausta.

—Ya. No sabes lo que te agradezco que me cubrieras cada vez que tuve que ir al juzgado. Hoy di la última firma y creo que he terminado con ese asunto. Ha sido una pesadilla todo esto, Yara, gracias de verdad.

Negó con sus manos de pajarito y se sentó a mi lado.

—Ni lo menciones. De todas formas necesitaba las jornadas de trabajo extra. Mi hermanita ya comenzó el tercer año de la universidad y le urgían unos libros —Festejó con un aplauso corto. Siempre me pareció admirable cuánto le emocionaba a Yara el éxito de los demás.

—¿Ah sí? Pues me alegro mucho por tu familia. Deben estar muy orgullosos de ella. Casi todas las chicas de su edad están más ocupadas en citas o trabajar en... bueno, ya sabes, en lo que se trabaja aquí.

Yara rodó los ojos mientras se ajustaba la tira de su zapato ortopédico. Disimuló muy bien desde esa posición un guiño sobre su hombro.

—Hablando de eso. Ahí está otra vez el tipo del otro día.

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⏰ Last updated: Mar 03, 2023 ⏰

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DAMAS DE NIEBLAWhere stories live. Discover now