4. El favor

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4 de octubre

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4 de octubre

Ah, el viejo Puerto Alfarez y sus misterios. A veces pienso si cuando mi abuela leía la fortuna en los granos de café, alguna vez pudo ver la montaña de secretos que apilaríamos nosotros, los fundadores, durante años.

Esa mañana me levanté con un pálpito. ‹‹Seguro va a llover››, pensé. A menudo me duelen los huesos en las épocas de cambio de estación. Prendí el televisor de la cocina y busqué mis lentes, cada vez se me hacía más difícil distinguir las proyecciones de la pequeña pantalla. En el cintillo inferior de la imagen apareció en blanco y negro un diez por ciento de lluvia para nuestra zona.

‹‹Qué será››.

Me estaba abrochando el delantal cuando llamaron a la puerta. Era lunes, lo recuerdo bien porque había sacado la basura temprano. Nadie me visita entre semana, mucho menos a media mañana. Así que ahí estaba mi dolor de huesos, que se agudizó cuando reconocí la melena rubia y riza de mi sobrina Lara en la ventana.

Le abrí enseguida y por instinto miré a los lados y por detrás de ella.

—Estoy sola —Me aseguró.

—Entra, entra. No te quedes ahí parada -Casi la empujé. Venía directamente de trabajar, con vestido de noche, tacones y olor a perfume y cigarrillo. Inconfundible—. Me lo vas a contar todo ahora mismo, ¿eh? Tú no desperdiciarías una hora de sueño en mi casa, si no fuera importante.

Me pidió un té y algo para el dolor de cabeza.

—No te lo podía contar donde tú sabes, y creo que llamaría más la atención venir un fin de semana. Confiemos en que toda la camarilla que lleva y trae chismes en esta isla esté ocupada, trabajando o durmiendo.

Eso era algo que nadie podía asegurar, pero ante la urgencia del asunto, solo nos quedaba confiar en que así fuera.

Le pasé un papel húmedo para que se limpiara el rímel que le había desdibujado el contorno de los ojos. Se ayudó de una cerilla para prender -otro- cigarro y descansó la cabeza sobre el puño con los ojos cerrados.

Lara, mi pobre sobrina, había tenido una vida difícil luego de la muerte de mi hermano. Estaba sola en el mundo con esa hija que resultaba más un problema que una compañía, y no sabía hacer nada más que usar su cuerpo para salir adelante. Al menos era muy linda, eso sí, algo que en la vida nocturna es la mayor de las bendiciones.

—Hay lío gordo entre los Vestri y el señor Escrich, hasta Marcel Monterde está involucrado. Se viene la Tercera Guerra Mundial.

—No me digas, Lala. Seguro que Roman hizo alguna de las suyas. ¿No es así?

Roman es el medio hermano del señor Escrich, un hijo fuera de matrimonio cuya madre siempre ha sido un misterio. Pero no hay que ser muy diestro para adivinar que ese polvo está escondido debajo de alguna de las alfombras más caras de la isla. Edmond Escrich jamás habría reconocido al hijo de una prostituta. Mi teoría, es que ese muchachito tiene sangre azul por parte doble. Pero quien sabe, los Escrich siempre han sabido guardar muy bien sus cosas.

DAMAS DE NIEBLAWhere stories live. Discover now