1. El forastero

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1 de octubre de 1993

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1 de octubre de 1993

No sé de qué estén hechos los sueños, pero de eso mismo estaban hechos sus ojos. Cuando los miré fue como perderme en una espiral que no conduce a ninguna parte. En los sueños caes, pero nunca llegas al fondo porque te despiertas. Y cuando su mirada se encontró con la mía, desperté.

El aire traía un bisbiseo mientras la mujer de los ojos bellos se levantaba de la mesa. Mantenía el cuello recto, tenso como los hombros. La gente murmuraba por detrás de mí cuando abrí la puerta. Hacía frío en la sala número tres del Juzgado de Puerto Alfarez; el climatizador se había averiado y yo notaba los vellos de los brazos erizados bajo el traje. Quizá, además de por el frío, también fue por ella. Apenas la vi durante los escasos segundos en los que mantuve la puerta abierta, antes de que un guardia de seguridad me pidiera que la cerrara. Pero esos instantes fueron suficientes para que me hipnotizara. Regresé de vuelta al pasillo, me detuve en uno de los bancos de madera que estaban para los que esperaban antes de entrar. Pero no atinaba a sentarme, necesitaba esa imagen.

Consulté mi carpeta, mientras más me apuraba por encontrar esa foto, más parecían burlarse de mí los papeles. Algunos resbalaron de mis manos y los aguanté contra la pared con las rodillas. En esa posición estaba cuando ella salió de la la sala y pasó por mi lado. Me miró de soslayo, las gafas se me habían corrido hasta la punta de la nariz y ni siquiera tenía una mano libre para recomponerme.

Hice el intento de saludarla y la voz se me atragantó en el paladar. Era imposible que no hubiera notado mi nerviosismo, pero pareció no importarle siquiera mi presencia. Supongo que se lo agradecí. Siguió caminando como si no hubiera visto nada y se internó al final del pasillo en el baño de mujeres.

-¡Jefe! -Perdí el balance tras un manotazo que aterrizó sobre mi hombro y todos los papeles se vinieron al piso.

Solo una persona me llamaba así. Enfoqué a Malik, que me grababa desde su metro noventa de estatura con una Canon EOS último modelo.

-Suelta eso y ayúdame, ¿quieres?

El agarre de Malik se sentía demasiado brusco sobre mi hombro. Me sacudió y acomodó mis gafas en su sitio como haría un padre; un poco tosco pero tierno.

-¿La viste? ¿Escuchaste su declaración?

-Eso no es lo peor, ella me vio a mí. Así, con esa misma cara de pena con que me ves tú. Y no, no me han dejado entrar.

Malik ahogó una risita y acomodó mis papeles. De inmediato vi la foto, justo donde la había dejado y donde la debí encontrar, de no haber sido por esa ceguera nerviosa. La tomé entre mis manos y sonreí para mis adentros. Definitivamente era ella, una versión fría y lejana de la reconstrucción facial que me habían facilitado, pero ella.

DAMAS DE NIEBLAWhere stories live. Discover now