El dulce pasado

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Fue una noche de luna llena, la barrera estaba visible. Yo seguí descansando en esa nueva prisión, esperando a que llegará el momento indicado. Por unos momentos, me dormí y fue que lo vi: era Tsukuyomi.

Me miraba como siempre lo hizo, me ofrecía su mano y la tomaba con una sonrisa. No habló, sólo estaba ahí frente a mí, inmóvil. De pronto, una luz lo cubrió y cuando se apagó, desapareció.

Corrí por todos lados hasta encontrarlo de nuevo. Me daba la espalada, pero no me importaba. Lo abracé con tanta fuerza que pensé que era realidad.

Giró y vi a otro hombre, pero seguía mirándome de la misma manera. Y supe que se trataba de él. Lo abracé sin temor, besó mi sien y el llanto de un cachorro me despertó.

Al abrir los ojos vi a la nueva Alpha, quien entre sus brazos llevaba lo que parecía ser su primogénita, durante todo ese tiempo, sólo habían nacido hembras en la familia Alpha. Ella lloraba tan intensamente que juraría que todos la escucharon cuando nació.

Llegó al límite de la barrera y con una sonrisa miró al cielo, luego al árbol.

―Señora, deberíamos volver. Acaba de dar a luz y el clima no les hará nada bien―habló su partera.

―Debo hacer esto, se lo prometí y es mi deber cumplir.

Por un momento la creí loca. Su esposo estaba a sus espaldas, al igual que sus padres, pero ella estaba frente a mí con su recién nacida en manos, a mitad de un invierno tan gélido.

―Sólo apresúrese, por favor.

Ambas se hincaron y mostraron a la pequeña envuelta en mantas. Me acerqué a la barrera para verle, era algo que me intrigaba y por suerte había dejado de llorar. Llegué lo más cerca que pude y vi su piel blanca, no podía negar que me causaba ternura un ser así de pequeño.

―Majestad―comenzó la Alpha―, vengo a cumplir la promesa que me encomendó. Le presento a mi hijo, el próximo Alpha de la manada, mi primogénito, Tsukuyomi.

Me quedé sin aliento. Era un macho y su nombre era el de mi hermano.

Vi las miradas de preocupación de toda su familia. Quienes ya no podían hacer nada al respecto.

Pasaron los años y el pequeño Alpha mostró más cercanía con mi hermano; su cabello blanco y sus ojos grises eran lo más notorio. No fue hasta que fue mayor, que noté su ausencia de bestia en su ser, fue ahí que lo supe; él era la rencarnación de mi hermano.

Él siempre estaba cerca del árbol donde estaba, escribía y era tan amable como lo fue mi esposo. Verlo tan feliz, tan animado, tan enérgico, poco a poco me hizo olvidar aquel rencor que le tenía a la familia, quienes al final, también era mi familia.

Aquel día que lo vi tan triste supe que algo dentro de mí me llamaba a estar junto a él, pues, ansiaba compartir su tristeza y así fuera más sencillo para él. Deseaba que fuera mi destino estar a su lado...

―Podría jurar que era yo quien estaba destinada a ser tu compañera, pero cuando salí; no hubo reacción alguna de tu parte.

El joven Alpha me miraba, pero al mismo tiempo parecía mirar algo más. Tomó con fuerza mi mano.

― ¿Soy una reencarnación? ―preguntó asustado.

―Sí―dudé un poco―. No son muy comunes y generalmente no tardan mucho en aparecer después de la muerte de la deidad, pero en tu caso, fue mucho tiempo después. Por eso no tienes bestia interna y jamás la tendrás, pero podrás recuperar tu lado bestia.

Tomó con más fuerza mi mano.

―Eso puede esperar, tengo que decirte que...

El estruendo de la puerta siendo abierta le interrumpió. Era la madre Alpha y estaba furiosa. Me levanté de inmediato y por la ventana noté que ya había amanecido.

El Sol & La Luna [+18]Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz