Invierno

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El invierno nunca había sido tan frío o eso pensaba cada año, justo en este día; el solsticio.

Ver a las parejas de mates tomar sus manos, abrazarse y besarse en días tan fríos como estos, sólo me hace sentir más solo...

No entiendo qué está mal dentro de mí. Sé que no es mi culpa ser extraño, pero así me siento; como si yo fuera el único a quien señalar, que hay algo que hice o que dije para que las cosas pasaran de esta manera.

Miro a través de mi ventana caer un copo de nieve tras otro, siento el hueco en mi pecho hacerse más grande y siento un terrible frío en mi piel. Fijo mi mirada en el bello árbol que está al centro del jardín y pareciera que mi frío se va, sólo un poco. Escucho que la puerta se abre y llevo mis ojos a la entrada esperando encontrarme con alguien en el umbral; mi madre.

—Hijo, ya es hora de comer— me hablaba con un tono triste, prácticamente lleno de lastima—, ¿por qué tardas tanto?

Eso mismo me pregunto todos los días al despertar y todas las noches antes de dormir.

—Estaba leyendo...—Respondo lo que le he respondido cada día desde hace casi 10 años.

—Tienes casi 28 años, ya deberías cuidar más de ti mismo.

—Hay muchas cosas que debería hacer o decir a mi edad...

De nuevo silencio. No recuerdo haber tenido más conversación con mi madre, todo el tiempo era lo mismo, sólo preguntaba si estaba bien, si había comido, si había dormido... se asegura de que no muera o de que me suicide.

Supongo que es mejor eso a que me ignore completamente como lo hacen mi padre y hermanos. Soy la gran decepción de esta familia.

Llevo mi mirada al jardín, de vuelta al árbol de flores rosas y nuevamente siento paz en mi mente. Según algunos libros, ese árbol ha floreado desde hace siglos y es considerado como sagrado. Nadie en toda la manada puede acercársele, sólo yo, ya que soy el Alpha.

De pronto, los brazos de mi madre me rodean, juntando sus manos en mi abdomen. Con una de mis manos tomo las suyas y las separo, para así girarme y besar su frente.

Sólo ella se preocupa por mí.

—Les diré a las cocineras que envíen a alguien aquí con tu comida.

—Gracias, madre.

Después de que se marchó, a los pocos minutos, una mujer del servicio entró y dejó la bandeja con mi comida. Me senté a comer y comencé a leer mi libro preferido: Find Me. Su historia era muy simple y llena de emociones, un par de jóvenes que se encuentran el uno al otro mientras no se buscaban, pero se tenían uno frente al otro.

Me pregunto si así es como se siente encontrar a tu compañero de vida, si de verdad existe algo así, si encontrar a tu mate es así de bello y glorioso.

Sé que es algo que jamás seré capaz de vivir; sin bestia, no hay esencia y sin esencia, no hay mate. Cultura básica.

Pasan las horas y yo sigo aquí, atrapado en mi tristeza, soledad y desanimo perpetuos. Dejo todos los libros que saqué de su lugar y me retiro a mi recamara. Al llegar, tomo mi abrigo más cálido y una manta roja que me resguarda bien del gélido invierno.

Hoy es un día como cualquier otro. Me recuesto en mi cama y duermo por algunas horas. Al despertar, me doy cuenta de que ya pasa de media noche, a esta hora mi familia está en la plaza principal celebrando uniones y bendiciéndolas. Yo dejé de asistir a esas reuniones desde hace años.

Aun envuelto en mi manta, voy al jardín como si fuera medio día. Desde el umbral de la puerta veo el árbol que tanto adoro; era un gran y frondoso árbol de cerezas, estaba sobre una pequeña loma, la cual estaba rodeada de por un pequeño canalito.

El Sol & La Luna [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora