10. El misterio de Thomas O'Sullivan

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Capítulo 10

―¡Suéltame! Me haces daño ―forcejeaba a que saque sus manos de mi cuello. No reconocía a Skandar ―Prometiste que no me harías daño.

Relajó un poco su agarre, pero luego sujeto mi mentón con fuerza a que lo mirara.

―Yo nunca te prometí nada lo que te dije fue, que aún no te mato porque no has hecho nada malo ―acercó su rostro más al mío tal punto que nuestras respiraciones se mezclen ―Así que no hagas nada estúpido.

―¿ Y qué si lo hago? ―lo desafié.

―Pues lástima por ti, porque será el último día que respires ― qué cómodo la manera de decirlo.

―Me cuidabas de niña que no se te olvide.

―Yo no puedo prometerte o deberte algo solo por eso.

―Pero hay más, yo sé que hay más, porque ¿cómo es posible que un demonio como tú pueda estar al cuidado de una niña inocente?.

―Y quién te dice que todo el tiempo era yo y no alguien más.

―¿Qué? ―estaba confundida― Entonces, ¿me mentiste?― me sentí aludida ―Significa que existe otra persona.

―Tú sabes lo que soy, esperabas una verdad que jamás iba a llegar.

No podía creerlo.

―Entonces todas las cosas que me has contado y ahora lo de mi hermano...

―No contestaré nada de eso, yo dije lo que debía decir nada más.

―Lo que debías decir... que respuesta tan convincente.

Skandar era malo, eso obvio, es un jodido ángel caído. Y todo eso que me cuidaba y protegía desde pequeña, era un cuento. Quiere decir que nunca me ha dicho la verdad y que todas sus "verdades" son unas falacias.

―¿Por qué te hacías el bueno conmigo?.

―Nunca me hice el bueno contigo, hasta cuándo me volviste a ver te di una bienvenida con cuerpos. Aunque te dije que solo asesinaba a los que pudrían el pueblo y eso me convierte en uno más. Con ellos estoy a mano.

―No me refería a eso sino que supongo qué confundí el ser bueno conmigo, con  la mierda repugnante y mentiroso.

―Mide tus palabras Everglot ―me señaló ―Detesto que hables así y digas palabrotas.

No dije nada más, no quería que  volviera agarrarme el cuello para asfixiarme, otra vez.

Puso en marcha el auto para seguir nuestro camino, todo el rato se pasó tensando la mandíbula y con sus menos golpeando levemente el volante a lo que rodé los ojos.

Llegamos a la mansión y fue inevitable ver hacia el nombre familiar.

―Sé que no te vas a rendir hasta saber quién es esa persona ―sonrío de lado.

―Qué bueno que lo sepas ―aseguré.

―No es correcto que te lo diga yo, habla con la escoria de tu hermano.

Hice una sonrisa amarga―Ahora dices que no es correcto ¿Ahora te haces el legalista? Eres muy contradictorio Skandar.

―¿Puedes dejar de ser hostil? Habla con él y punto, eso es lo que debes hacer.

―Yo hago lo que se me dé la gana.

Creo que marqué mi sentencia de muerte.

Sus ojos empezaron a ponerse rojos y las venas de su cuello que iba subiendo hasta sus rostro, tomaron un color negro que se iba extendiendo.

Josephine Everglot © |Libro 1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora