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El día que enterraron a mi hermana el cielo se habia despejado totalmente como si le hubiera abierto las puertas para que entrara. Los últimos rayos del atardecer que teñian aquel momento de un calido anaranjado parecían querer abrazarnos, como si quisieran fundirse con nosotros en un abrazo de despedida.

Pero a medida que el cielo se teñía de anaranjado mi corazón se encendía en llamas y el dolor comenzaba a consumirme, devorándome desde adentro. Cada lágrima que caía mientras mi mirada se mantenía fija en el nombre de mi hermana tallado en la lapida parecía alimentar el fuego casi como si se tratara de leña avivándolo.

Y mientras el atardecer se desvanecía al mismo tiempo que las personas daban sus condolencias entre lagrimas y abrazos sentía como si el tiempo se estuviera detenido poco a poco dentro mi.

Quería gritar, rogarle a una de las personas que estaba a mi alrededor que me ayudara a apagar aquellas llamas y terminara con aquel dolor, pero para aquel entonces el fuego también estaba en mi garganta, quemando cada una de mis palabras y convirtiendo todo a su paso en cenizas.

Y justo cuando sentía que nada mas podía hacerme daño descubrí que había palabras que eran como la gasolina, aumentando las llamas del dolor que tanto deseabas que se extinguieran en tu interior.

—Oh querida Leila, no puedo imaginar la tristeza por la que estas pasando, mi mayor pésame para ti y tu padre. Feliz cumpleaños, por cierto.

...

Emily Kinsley

Octubre 15. 1994
Enero 21. 2021
"Tu calidez seguirá con nosotros
aun en los días más fríos"

Línea de metaWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu