Capítulo 10

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ELSBETH

La madre de Elsbeth había decidido, por supuesto a regañadientes, que Elsbeth debía estrenar algunos vestidos. Dorados, claro. No podía caber ninguna duda del lugar de procedencia de Elsbeth y aunque la princesa estaba enamorada del tenue brillo de la tela, de cómo se adhería a su piel y los pliegues que hacía el vestido que se estaba probando desde su cintura hasta abajo, no podía evitar pensar que a la vez era una especie de declaración de guerra. En el fondo había un rastro de miedo escondido entre la tela y el corsé, resaltaría mil veces más con ese color. Casi podía imaginarse las miradas que recibiría. "Ahí está nuestra enemiga, ahí está la princesa de oro". ¿La verían como una enemiga? ¿O los plateados pensarían que ni siquiera merecía el título de rival?

— ¿Has hablado con tu padre? —preguntó Amice mientras a Elsbeth le señalaban en el vestido algunas partes que había que arreglar.

—No —negó la princesa—. Tendré una audiencia con él más tarde —Conrad no iba a dejar directamente a su hija en la deriva, la dejaría a la deriva pero al menos le trazaría una especie de mapa. Su madre asintió a sus palabras y le hizo una señal a una doncella para que cambiaran de vestido.

— ¿Cómo se encuentra Nicholas? —preguntó Elsbeth en un afán de preocuparse por su hermano.

—Está bien, sólo necesita descansar un poco. —Estaba claro que Amice no estaba nada contenta con la situación y ni siquiera se molestaba en ocultarlo. Para ella, la aceptación a la invitación sólo había sido un acto de rebeldía de Elsbeth y cuando se lo había comentado a su marido —delante de Elsbeth en una cena hace unos días— él sólo había respondido con un: "Mejor que sea algo a favor del reino que se rebele contra el matrimonio". Ante aquella frase, la princesa sólo había guardado silencio.

—Últimamente enferma mucho. —Comentó de nuevo, pero Amice la calló con una mirada. Estaba claro que el tema de la salud de Nicholas no era el preferido de la familia real, aunque sí era de los preferidos en la corte. Incluso la noche anterior Gawain había intentado sonsacarle información. Elsbeth por primera vez sintió que podía estrangular a alguien con el arpa.

El otro vestido no era tan pomposo como el primero, pero era igual de elegante. Tenía un escote de corazón que hizo a Elsbeth fruncir el ceño y mirar a su madre extrañada. Amice parecía estar en otra parte. Ese escote no se solía utilizar en el Reino de Oro. El escote cuadrado y la media manga —muchas veces holgada— era lo preferido por las mujeres de la corte. Así que discretamente Elsbeth le preguntó a su doncella de quién había sido la idea de tal escote quien señaló a la reina con la cabeza, sin atreverse a articular palabra.

—Madre, ¿Sabe usted algo que yo no sepa? —Dijo señalando el escote del vestido de la manera más amable que pudo. Con otro gesto, la reina mandó que las criadas y doncellas se marcharan. Obedecieron al instante.

—Ha llegado esto para ti. —Le entregó la carta con el sello de plata, que ya estaba abierta. A Elsbeth le molestó sobremanera que la hubiera abierto, se supone que la carta era para ella, ¿Por qué no podía leerla primero? La mirada de Elsbeth se desplazó por los párrafos:

"Querida princesa Elsbeth:

No puede imaginar cuánto me complace saber que acepta la invitación, sin embargo me entristece anunciarle que me temo no podré concederle lo que me pide. Es de vital importancia que se quede en el castillo durante todo el proceso, el final es lo mejor y no podría permitir que se lo perdiera. Así que con mis más sinceras disculpas, rechazo sus peticiones.

Asimismo, me he tomado la libertad de investigar sobre su cultura y sus vestimentas para que se sienta cómoda en mi castillo y le doy mi palabra de que la dejaré volver si en algún momento deja de sentirse de la manera descrita. Por cierto, aunque la vestimenta de su reino está magistralmente ejecutada, la media manga no es popular entre las jóvenes de la corte, sino de las mujeres casadas y dado que su estatus aún no será ese, la invito a elegir otro tipo de vestidos... Aun así, si ya tiene sus vestimentas elegidas, por favor no se preocupe: ya he elegido una doncella para usted que le proporcionará todo lo que necesite.

Perdone de nuevo mi osadía, estoy seguro que hasta ahora ningún hombre se ha atrevido a lanzar ningún tipo de comentario sobre su ropa que no fuera halagar lo hermosa que se encuentra, pero simplemente deseo lo mejor para usted.

Atentamente, rey Kallen I del Reino de Plata."

Se respiraba osadía y atrevimiento entre líneas. Le daba igual, no le importaban las disculpas, el "por favor" o "perdóneme". Eran palabras vacías. En lo único en lo que tenía razón era en que ningún hombre me había dicho jamás nada en relación a su vestimenta que no fueran halagos hacia su belleza. No sabía cómo sentirse al respecto.

—No tiene modales —Soltó más bien como un gruñido.

—Oh, sí los tiene, ese es el problema. Que sabe como enmascararlo todo... —Amice negó con la cabeza—. Es un buen jugador, ten cuidado... Y no le digas a tu padre nada de esta carta. —Aunque Elsbeth dudó durante algunos segundos acabó asintiendo. No quería otra discusión con su padre. Miró por última vez la carta de nuevo. Kallen. Un nombre que nunca podría olvidar.


¡Hola! Hoy he tardado más en subirlo. Pido perdón. Ahora os subo dos más cortitos para que descubráis un poco más.

Contadme que os van pareciendo.


Promesas de PlataWhere stories live. Discover now