Capítulo 9

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KALLEN

Una sonrisa asomó desde la comisura de sus labios, mientras escuchaba el relato de Kalon. La ineptitud del duque la mayoría de veces lo hacía querer reír, pero el hecho de que se creyera con el poder de retarlo... Como si él perdiera tiempo en esas nimiedades.

Mientras su mano derecha hablaba, Kallen le daba la espalda. Tenía la vista fija en las tierras que había heredado no mucho tiempo atrás. Eran suyas. Sin embargo cuando se giró para mirarlo a los ojos, la sonrisa desapareció.

— ¿Qué el viejo ha hecho qué? —preguntó frunciendo el ceño. Kallen no estaba acostumbrado a que lo retaran.

—Que va a traer a una desconocida que hemos conocido en una posada. —Kallen arqueó una ceja, a pesar de que estaba en su despacho no tenía pensado tener que resolver ningún problema hoy. El rey simplemente se iba a limitar a leer cartas, quemar otras y quizás contestar alguna. Y no esperaba nada que el viejo duque de la región perdida de Argent quisiera empezar a poner más trabas de lo usual—. Dice que es un acto de caridad. —Kallen soltó un bufido.

—Recuérdame por qué no puedo simplemente mandarlo al garrote. —Dijo mientras miraba por encima su correspondencia. El chico de pelo oscuro, pero no tanto como el del rey, tomó asiento delante de este.

—Ya está al morir y poner en marcha un proceso así sería aún más enredado.

—También estaba a punto de morir hace dos años y ahí sigue —Kallen rodó los ojos.

—Da igual, rechaza su propuesta y ya está. —Resolvió su compañero, pero el rey negó con la cabeza.

—No puedo. Es cierto que en estas ceremonias se supone que sólo pueden participar nobles, sin embargo hay excepciones en cuanto a familias sin herederos, como la del duque. No sólo no tiene herederos, sino que tampoco tiene una familia cercana de la que pueda elegir a algún representante.

— ¿Y la familia de su fallecida hermana?

— ¿Los condes de Fiddtan? Ya han elegido a la hermana pequeña para que venga. Es la única que no está casada ni prometida, si trajéramos a otro de sus hermanos, estaría mal visto a ojos de la corte no traer a su correspondiente prometido o prometida —Negó con la cabeza y levantándose para coger la botella de Whiskey y servirse.

— ¿Y no puedes cambiar las normas? O simplemente modificar una para que el duque no pueda elegir a alguien que no pertenezca a la corte —el rey volvió a negar.

—Cambiarlas a dos semanas del encuentro me traería más problemas aún, podría fingir que las cambié hace tiempo pero entonces el duque se me echaría encima diciendo que no recibió noticia alguna de ese cambio y encima tendría razón —bebió un trago—. No tenemos otra opción, habrá que dejar que la chica venga. —Al rey ya le había costado tomar la decisión de invitar a tanta gente a pasar el invierno entre estos muros.

De todas formas, sólo serían unos meses y por un bien mayor. No le apetecía tener a alguien externo a la corte dentro del castillo, no porque las celebraciones fueran oscuras, sino porque Kallen amaba los secretos. Y el recelo nacía en su piel con la simple posibilidad de tener que compartirlos.

— Tu padre se habría arriesgado y lo hubiera cambiado en el acto. —La mayoría de personas de la corte se estremecían cuando se nombraba al padre de Kallen, el hombre que un día fue rey. Pero no era el caso de su hijo, Kallen ni siquiera temblaba, su expresión no se modificaba ni un ápice ante la mención.

—Ya, pero mi padre cometió muchos errores por eso mismo: por tomar decisiones a la ligera y cambiar de opinión drásticamente demasiado rápido —le sirvió una copa a Kalon y aunque este no quería beber, tomó la copa—. ¿Cómo es la chica? —Kallen siempre había sido inteligente y aunque no le gustaba haber tenido que separar a su mejor amigo de la corte, sabía que tener a alguien que no lo traicionaría vigilando al conde sería lo mejor. Se podría decir que Kalon Javaid era el segundo espía favorito del rey.

—No me fío de ella. Al duque le habían robado unos ropajes que estaban en el carruaje, pero no le di mucha importancia. Estábamos riéndonos falsamente de algo que decía el duque cuando entró la chica. No debe ser mayor que tú, tenía el pelo algo graso supongo que por el viaje y es de un color castaño oscuro... Aunque lo llevaba recogido, pero no debe tener una larga melena... —Kallen sólo asintió.

— ¿Cómo es? En personalidad.

—Es insolente... Apenas pude hablar con ella. El duque me mandó a revisar el carruaje. Dusan podrá decirnos más, sigue con ella. Yo dejé al duque en la madrugada y acabo de llegar. —El rey asintió. Le gustaban los juegos y los retos, pero no había traído esta tradición entre los muertos para sólo un propósito y no era el de recoger a esa chica perdida.

— ¿Algo más que deba saber?

—Va a destacar mucho, su piel es bronceada. Mucho más oscura que la nuestra... —Kallen suspiró. En la corte la piel pálida era lo más común y aunque nunca había nada que beneficiara la pureza de parecer porcelana, él sabía que había pocos allí que no tuvieran lengua de víbora. No tardarían en especular sobre esa joven

— ¿De dónde es?

—Dijo que venía de la frontera con el antiguo reino de Bronce —Kallen se encogió de hombros.

—Normal entonces. Esa zona perteneció al Reino de Bronce antaño, la mayoría de personas de esa zona tienen ese tono de piel. Si alguien pregunta sobre eso le ponemos la excusa de que procede de allí y eso bastará para provocar silencio respecto al tema —Kallen apartó algunas de las cartas, aquellas que no iba a contestar—. No te preocupes, hay alguien que va a robar todas sus miradas y no es esa chica... Por cierto, ¿Cómo se llama? —Kalon lo miró frunciendo el ceño. Con Kallen nunca se sabía.

—Se llama Miriel —el rey frunció el ceño al escuchar el nombre. Ya pensaría más tarde—. ¿Quién va a robar todas las miradas? —Kallen sonrió de lado al escuchar la voz de Kalon. Buscó con la mirada una carta sobre la mesa. Cuando la encontró la tomó entre sus dedos y la balanceó suavemente. Kalon se sorprendió al ver el sello. Era de color carmín, pero la corona que tenían como símbolo era de color dorado.

— ¿Ha aceptado? —Preguntó sin dar crédito alguno.

—En efecto, todo va según lo planeado —aunque Kalon no tenía ni idea de que era lo planeado—. Me temo que aunque Miriel tenga la piel bronceada, el dorado de la piel de nuestra querida princesa y su pelo del mismo color llamarán mucho más la atención. —Al menos haría contraste, sobre todo con la piel pálida del rey y su cabello negro. Ese era el estereotipo plateado, aunque Kallen estaba seguro de que tampoco era la media. No importaba si la piel bronceada de Miriel era poco corriente, Elsbeth resaltaría entre la multitud, que era justo lo que Kallen quería.

— ¿Cómo lo has conseguido? —preguntó su amigo sin dar crédito aún—. Si ellos creen que los vamos a atacar en cualquier momento...

—Lo sé, pero créeme cuando te digo que es mucho más sencillo de lo que parece —sonrió enigmáticamente, de esas sonrisas que a Kalon no le gustaban a nada—. No podemos perder más tiempo, dile al duque que la señorita Miriel está más que invitada y que será todo un placer tenerla aquí. Si pregunta cómo me he tomado la noticia, dile que me ha encantado y sorprendido a partes iguales, no quiero flaquear ante ese viejo... Y ahora si me disculpas, la princesa necesita una respuesta de mi parte.

Kalon desapareció por la puerta, y la misma sonrisa burlona que había tenido antes, volvió a aparecer en los labios del rey.

¡Hola lectorxs! Tengo muchas ganas de que sigáis conociendo a Kallen. ¿Qué os ha parecido?

Promesas de PlataWhere stories live. Discover now