Amargo

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Dos hermosas avecillas de fino plumaje amarillo aterrizaron cerca de una meditativa figura, que sentada sobre la húmeda hierba, observaba el paisaje disfrutando el momento. El frío viento de la mañana despeinaba su corto cabello negro provocando que pasase su mano sobre la cabeza un par de veces, intentando aplacar el desastre. 

Usando solo una camisa blanca y pantalones de felpa abrigados (cortesía de su mejor amigo de quien prácticamente había tenido que escapar),  el ahora humano,  ponía sus ojos en las nubes que en ese momento se arremolinaban en el cielo. 

-Ya no sé que es lo que debo hacer en esta nueva realidad-murmuró esperando recibir la guía que tanto necesitaba.

El trinar de los pajarillos fue la única respuesta que obtuvo.  Nadie cerca, al menos a kilómetros en la redonda. Nadie que pudiera responder y ayudar.

Decepcionado, y dando un profundo suspiro, el hombre se incorporó del lugar en el que estaba y empezó a caminar rumbo al bunker en el que hace un par de horas había despertado.

Jamás se había detenido a "oler las flores", como una vez le había dicho Gabriel en una de sus extrañas conversaciones. Siempre corriendo, batallando, perdiendo o ganando pero luchando. Inmerso en la interminable guerra entre el bien y el mal. Asumiendo constantemente un lado y defendiéndolo hasta el final.  Y ahora. Ahora parecía que había sido arrancado de aquella monotonía siendo arrojado a algo distinto. 

Por donde podía empezar, tal vez aquella vez en la que aceptó la misión de sacar a cierta persona del infierno (no, creo que eso era ir muy lejos), quizá su cada vez mas cercana relación con cierto par de cazadores con los que convivía demasiado tiempo (aún continuaba siendo ambiguo) entonces porque no, las últimas semanas que había tenido que enfrentar algo muy curioso dentro de sí, algo que alguien como él no podía darse el lujo de tener: emociones. 

-Dean-recordó frunciendo el seño ante la vívida imagen del cazador en su mente. 

Ese había sido el problema inicial, las emociones que estaba asociando a quién nunca imaginó. Él no podía permitirse sentir. Eso era  una cuestión humana. Y sentir, era considerado como una aberración al menos para un ángel. Lo había aprendido en el cielo desde hace mucho tiempo. Sin embargo, ese extraño cosquilleo que sentía en su ser cada vez que Dean decidía no respetar "su espacio personal" no dejaba de confundirlo. Y es así como había decidido buscar ayuda en alguien experto en ese tipo de situaciones. 

-Gabriel.

Tenía que haber pensado en alguien mejor. Pero en esos momentos, siendo ambos el blanco de todos los ángeles en el cielo, era la única opción que había tenido.  Y después de llegar a él y recibir un montón de pelicula para adultos, había llegado a la misma conclusión: emociones igual a problemas. 

Los eventos que lo llevaron a estar casi al borde de la muerte vinieron a él: estaban hospedados en un lujoso hotel casino de las Vegas cuando 5 de sus hermanos aparecieron en su puerta con una nueva espada diseñada para robar la gracia de un ángel, la batalla fue feroz y los ángeles parecían determinados a ganar, en un momento lograron someter a Gabriel y se abalanzaron sobre él,  y en ese momento...

-Auch-susurró tocando suavemente el lugar en su pecho en donde antes había una herida profunda. 

La filosa espada se había insertado en lo más profundo de su ser, absorbiendo todo lo que lo convertía en el ángel Castiel. Y así al parecer se había convertido nuevamente en el ser humano que secretamente, deseaba ser. 

-Regresaste...-la voz de Dean parado en la entrada del bunker con la llaves del impala en mano rompió su intenso momento de introspección- Cas, ¿Dónde estabas? Estaba a punto de salir a buscarte. 

SaboresWhere stories live. Discover now