Capítulo 61. Cuentos del abuelo

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—Mamá por favor...

Mudarse a Austria, no para siempre pero si el proyecto de Darrie tenía éxito podían ser varios años, era una locura.

—Darrie ¿por qué no vas a ver si el abuelo necesita ayuda con la chimenea?

El niño fue hasta el salón murmurando lo suficientemente alto para que su madre pudiera escucharle.

—No sé por qué encendemos la chimenea, estamos en Los Ángeles y hace casi el mismo calor que en verano.

—¡Porque es 31 de Diciembre y hace muchos años que no pasamos la Navidad en casa de los abuelos!— exclamó su madre desde la cocina.

Darrie suspiró y llegó arrastrando los pies hasta donde estaba su abuelo.

—Eh campeón, vamos a ver si conseguimos encender un buen fuego y tostamos unas nubes— propuso el hombre —pero no se lo digas a tu abuela, creo que ha hecho suficiente comida para alimentar a toda la ciudad.

—Si haces un cono el flujo de aire será mejor y el oxígeno se repartirá más rápidamente— comentó Darrie viendo como su abuelo intentaba por tercera vez que la madera seca prendiese.

Rápidamente su nieto redispuso los troncos y al primer intento tenían una pequeña llama que empezó a crecer.

—Mi pequeño genio— dijo su abuelo mientras le frotaba el pelo —voy a por esas nubes y si quieres traigo el viejo ajedrez.

El chico se encogió de hombros, podía ganar a cualquier persona que conocía en menos de cinco minutos pero suponía que jugar le haría feliz a su abuelo así que alargaría la partida y quizás hasta perdería a propósito.

Miraba las llamas inmerso en sus pensamientos cuando un ruido en la ventana captó su atención. Un pájaro se había chocado contra el cristal. Darrie se acercó hasta el animal herido e intentó cogerlo pero el pájaro empezó a dar pequeños saltos hasta llegar al árbol gigante que había en medio del patio.

El niño miró arriba y su corazón dio un vuelco, su vieja casa del árbol, allí seguía completamente devorada por la maleza. Confiando en las pocas dotes atléticas que tenía empezó a subir por el tronco hasta llegar a la trampilla que hacía las veces de puerta.

Metió la cabeza por el agujero y casi se cae al ver una ardilla correr directamente hacia él.

Uno de sus pies resbaló del tronco pero reuniendo todas las fuerzas que le quedaban después de la escalada se agarró al suelo de la casita y consiguió impulsarse hacia arriba.

Cuando el polvo que había levantado volvió a posarse Darrie vio maravillado todos los tesoros que ocultaba su antiguo escondite.

Sus juguetes de química que sus abuelos le regalaban cada Navidad y con los que él conseguía que el aparentemente inofensivo juguete pasase a ser altamente peligroso. También estaba su telescopio, intentó mirar por él pero tenía tanta suciedad que no pudo ver nada. Incluso su biblioteca secreta, empezó a hojear los libros que seguían intactos después de casi cinco años.

Sentado en los cojines polvorientos que seguían dispersos por el suelo sintió como los ojos se le cerraban poco a poco. Estaba tan cansado que no tenía fuerzas para bajar y pensó que una pequeña siesta en la casa del árbol no le haría daño a nadie.

•••

—Carrie, ¿está Darren contigo?— preguntó su padre desde el salón.

—Pensaba que estaba contigo...

Nerviosos empezaron a buscar por toda la casa pero el niño no aparecía. Su madre salió a la calle y buscó por el jardín delantero, hasta se acercó a casa de los vecinos.

When Future Becomes Past.Where stories live. Discover now