Capitulo 3: Drogado

17.1K 2K 581
                                    

                  

Como era de esperarse, nuestra batalla de miradas continuó durante bastante tiempo más después de eso. Y durante una larga semana, él se sentaba conmigo ocupando el lugar de Gabrielle en la cafetería, logrando hacer que ella, entre un sentimiento que no lograba distinguir, se fuera enojada la mayoría de las ocasiones porque a mí no me importaba con quien sentarme. Si era ella o era él, era exactamente igual para mí.

No hablábamos, pero era cómodo. Yo no comía demasiado porque mamá estaba continuamente remarcándome en casa que estaba subiendo de peso y toda esa mierda por el estilo que suponía debía darme igual pero terminaba por acomplejarme. No mentiría, a mí me gustaba lucir bien, incluso cuando sé que a nadie más le importaba, exceptuando a aquellos con quienes me acostaba. El tema de conversación que llenó nuestra mesa ese día, fue el que logró que nos soltáramos el uno con el otro a pesar de que su personalidad, completamente distinta a la de días anteriores, terminó por fastidiarme.

Yo llevaba falda, y por lo tanto, mis piernas expuestas dejaban a la vista moretones grandes en mis muslos. Él los estuvo viendo por una extensa cantidad de tiempo, hasta que por fin preguntó: —¿A qué se deben los hematomas en tus piernas?

Negué. Y probablemente fue eso lo que activó esa parte de sí mismo que no podía soportar que no le contara el porqué. —Puedes decirme, estoy drogado, no recordaré esto luego.

—¿Por qué te importa?

—No me importa. —aseguró. —pero ahora, estoy curioso. ¿Acaso es pecado?

De pronto, nací en sus labios como una cosa cualquiera. Soltó esas palabras con la voz más fría que nunca antes había escuchado, pero no me enojé ni armé lio por la situación, sinceramente, había vivido mil veces este tipo de cosas con personas diferentes. Me fui, caminando rápido a otro lugar, porque realmente no quería mantenerme al lado de él si estaba envuelto en esa forma de ser que me parecía molesta. No estaba dispuesto a soportar algo que ni siquiera me traería amor como recompensa. Pero me siguió, tomando mi ritmo.

Me senté en el piso cerca de la puerta que daba al siguiente bloque, con los brazos cruzados y la mirada puesta sobre mis pies. Y fue ahí cuando se acercó, hincándose de la misma manera que su madre lo hizo semanas atrás en el hospital con él y poniendo su mano en mi rostro. Fue demasiado suave a comparación de la forma tosca en la que sus manos solían tocar a los demás porque yo lo había visto antes con otros chicos y también con chicas. Nunca de esta forma. Es esta maldita manía mía de sentir que todo lo que hacía conmigo era diferente lo que terminaba por llenarme la cabeza de ideas. Solo ideas. ¿Por qué estoy siendo de esta manera? Yo no...

Podría seguir pensando pero no lo logro porque sus dedos se movieron lentamente sobre mi cara y de forma patética, incliné mi rostro buscando más cercanía. Justo como mamá hacía cuando papá la tocaba.

Yo no quería parecerme a ella. Pero justo ahora, entiendo el sentimiento. La entiendo y no quiero hacerlo.

—Lo siento, supongo que lo que dije fue estupido.

—No importa. —seguía demasiado embobado con la forma en la que estaba acariciándome. Tenía los ojos cerrados y mis labios estaban entre abiertos. Dios, Harry, te perdono todo lo que quieras si solo sigues esta tierna caricia. 

—¿Realmente...?

—Si. Así eres tú, Harry. Despreocupado, desapegado. Nada te importa lo suficiente. Supongo que es por eso que nunca dices nada. —asintió. Y cuando abrí los ojos, me di cuenta de que él estaba mordiéndose el labio, quizá maravillado por la forma en la que reaccionaba ante las cosas que hacia conmigo.

—¿Te gusta que te acaricie?

Me dio muchísima vergüenza en el momento, así que hubo un color rojizo extendiéndose por mi rostro hasta la punta de mis orejas, pude sentirlo. Me alejé del tacto que habíamos generado y posteriormente, asentí, mirando en dirección al suelo. Me siento como un maldito gato.

Posteriormente a ese incomodo momento, me hizo una oferta de saltarnos las clases que quedaban para estar en compañía y acepté, porque se sentía como una buena idea. Lo era, lo fue en el momento. Estuvimos en el jardín todo el tiempo, hasta que comencé a sentir que la voz de Harry comenzaba a ser cada vez más apagada y triste.

Escuchamos música de mi teléfono, pero con sus auriculares. Se sentía como si fuera mi amigo desde hace mucho. Y, a sabiendas de que me enloquecía que me acariciara, lo hacía cuando tenía oportunidad. Mi rostro, mi cabello y mi muslo, eran los puntos que prefería.

Omitió muchas cosas respecto a las drogas o a su familia y yo hice lo mismo. De todas formas, pasé largos momentos en la conversación tratando de sacar más cosas sobre su vida, sin lograr ningún resultado. A pesar de estar drogado como lo estaba en esos momentos, no se rindió ni cedió ante mis preguntas, hacia muecas o me hablaba de otra cosa. Me gustaba la forma que teníamos de comunicarnos, era silenciosa.

Harry me dijo que hizo de su vida una fiesta y que no se lamentaba en lo absoluto de eso. Quería vivir para siempre en la sensación que trasmitía vivir de una sola noche y no pensar en que ocurriría mañana.

Yo, tímidamente, le dije que he vivido un poco triste todo este tiempo. Y que he intentado cubrirme con el amor que necesito que los demás me den constantemente. No quería mostrarme débil, en lo absoluto, porque sabía cuan cambiante podía ser Harry, a pesar de eso, él parecía entenderlo, en el fondo sé que una parte de si mismo comprendía mi ser más profundo.

Después de un largo rato, él comenzó a desesperarse y aquellos minutos fueron los más tristes de lo que pudo imaginar. Su rostro se volvió cada vez más opaco y sin vida hasta el punto en el que ni siquiera me vi capaz de dirigirle la palabra, me dijo que necesitaba ir al baño.

El cuadro pasó en cámara lenta cuando casi toma mi mano. No lo hizo, sin embargo. Él se acobardó en un último momento y simplemente terminó por decirme que fuéramos allí rápido, solo para que cuando llegáramos, se drogara. Tuve que ver todo lo que hacía y me produjo nauseas como fue tan fácil para Harry recomponerse nuevamente, pero ahí estábamos, caminando uno al lado del otro, con un nuevo él, parlanchín, y sonriente.

Una voz dentro de mi me decía: estupida escuela pública y su escasa preocupación en el alumnado. quizá las cosas serían diferentes si mis padres me quisieran lo suficiente como para gastar algo de todo ese dinero que tenían en mi educación, pero no les importaba. Así que aquí estoy, viendo como un adolescente un año mayor que yo se mete sustancias hasta que sus pupilas vuelven a expandirse haciendo que su semblante se devuelva a aquel despreocupado que siempre tiene.

¿Era realmente necesario?

Nunca voy a saberlo. Incluso después de un tiempo, no me vi capaz de entender si ese día, en ese momento, era necesario que lo hiciera. Si su desesperación en verdad era tal para no poder pasar más de una hora sin tener que esnifar aquello. Después, cuando nos íbamos, besé su mejilla, le pedí que tuviera cuidado, entre muchas otras cosas que susurré en su oído antes de emprender camino.

Él dijo: —No soy alguien por el cual la gente se preocupe.

Me reí triste, mientras le daba la espalda, esperando que fuera mentira.

drama king  _ larry Donde viven las historias. Descúbrelo ahora