Pero, después de todo, la familia es la familia.

─Partiremos de inmediato ─Aemond dijo, ella asintió con su cabeza y le sonrió. Su esposo se levantó de la silla para poder besar su cabeza con cuidado y luego, ir en busca de sus pertenencias.

Eireene se encargó de la mantención del palacio, estaba tan limpio y bien cuidado que daba la impresión de que nadie había pasado por ahí. A la joven princesa le gustaba el orden y la limpieza bien pulida, no le gustaban los lugares oscuros, ni tampoco el polvillo, le daba alergia y estornudaba tanto tiempo que lo detestaba profundamente.

Preparó unos bocadillos para Aemond y ella, para luego asegurarse de que las dragonas estén bien alimentadas. Kaltain la recibió con una energía eufórica que logró poner a Eireene de buen humor, con una emoción que hasta parecía salirse de sus poros. Parecía que su dragona estaba contenta con la idea de regresar a casa.

Para el momento en que partieron, todas sus cosas habían sido subidas en un barco y partió de inmediato, bajo la mirada atenta de Aemond.

─Deberías venir conmigo ─Aemond le dijo, mientras observaba a Eireene dirigirse hacia Kaltain.

─No te preocupes demasiado, Kaltain me cuidará.

El joven observó a Kaltain para luego regresar su vista hacia Eireene. Su único ojo reflejó preocupación con ella, su situación era primeriza, ir en dragón de acá para allá, no le parecía una excelente idea, pero ella era tan testaruda como él y no deseaba afrontar los gruñidos de la dragona negra.

─Hazme saber si algo se siente mal, ¿está bien? ─le pidió, aunque se oía más a una orden, a su esposa. Eireene sonrió y asintió con su cabeza.

─Estaré cerca tuyo todo el tiempo.

Aemond la observó subir sobre Kaltain con cuidado, ubicándose en su silla de montura y aferrándose a las riendas. Con una última ojeada de que todo se encuentre en el correcto orden, volvió a caminar hacia Vhagar, quién rápidamente se posicionó para que su jinete la pueda montar.

Al alzar la cabeza, Kaltain ya había saltado del suelo y extendía sus alas para impedir que el sol llegue al rostro de Aemond. Un suspiro dejó sus labios y pronto, se unió a ellas.

Eireene y Kaltain llevaban la delantera, con él detrás asegurándose de que ella se halle en óptimas condiciones, pues lo que menos deseaba era que algo le suceda mientras ambos están en el aire.

El viaje hasta King 's Landing iba a ser corto, pero se sentía muy largo.

Cuando el sol comenzaba a descender, dos dragones se divisaron por encima de la Fortaleza Roja, las bestias soltaron un rugido que obligó a los pueblerinos alzar sus cabezas y hallarse con que Kaltain los sobrevolaba con Vhagar detrás de ella. Todos comprendieron que los jóvenes príncipes habían regresado a casa.

Viserys estaba siendo examinado cuando un Maestre ingresó en sus aposentos, el aspecto del Rey se había deteriorado demasiado los últimos años, y todo apuntaba a que continuaría siendo así, hasta que el cuerpo no le dé para más.

─Mi Rey, se han divisado dos dragones arriba de la Fortaleza ─le dijo, haciendo que los ojos del Rey se pongan sobre él─, dragonas. Kaltain y Vhagar.

─¿Eireene regresó?

─Así es, su Majestad ─dijo el hombre─. La princesa Eireene y el príncipe Aemond regresaron a casa.

Viserys no necesitó ninguna palabra más, se alzó de esa incómoda silla, cambió su atuendo y cubrió esas heridas causadas por las espadas del Trono. Con sus guardias tras él, comenzó a caminar direccionado hacia la Sala del Trono, dónde sus hijos debían estar esperando por él.

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