ch. 007

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CHAPTER SEVEN











Seis meses habían atravesado en un simple pestañear, Eireene había pasado todo este tiempo siendo copera de su padre, escuchando lo que se hablaba en los consejos, observando cada posición que representaban los miembros dentro de ahí; atendiendo y entendiendo, cómo pensaban, cómo plasmar sus ideas y sobre todo, cómo se trataban entre ellos.

Lo que más le sorprendía, era la cantidad de veces que su madre acabó teniendo pequeños roces con su hermana. Supo darse cuenta de que la situación de ellas era como una soga de la que ambas estaban tirando y su padre se mantenía en medio, ambas creían tener razón, ambas querían ser oídas y tomadas como las verdaderas voceras del Rey; a Eireene le parecía agotador lo que su padre debía sufrir.

En esos seis meses que pasaron su padre comenzaba a deteriorarse. El dolor de perderlo lograba que Eireene quiera pasar todo su tiempo con él, leían juntos, hablaban en alto valyrio, ella le narraba sus ideas con el reino, le comentaba las travesuras de sus hermanos y sobrinos, las palabras de Helaena que ninguno comprendía; estaba todo el tiempo cuidando de él, asegurándose de que los Maestres hagan un trabajo coherente con las heridas provocadas por el trono.

Esa mañana, estaba sentada en la cama junto a él, no hacía mucho habían llegado a limpiar sus heridas, y eran tantas, tan profundas, largaron un olor de putrefacción que casi consigue hacerla vomitar, pero Eireene no se fue, aún si su padre no deseaba ser visto en ese aspecto por su hija, ella se mantuvo junto a él. Ambos se miraban mientras ella mantenía un libro entre sus manos que narraba el Feudo Franco y la grandeza que los representó incluso ahora, tras décadas de su destrucción.

─Padre, ¿puedo hacerte una pregunta? ─habló ella, mientras lo observaba.

─Por supuesto, mi flamante dragón.

La niña le sonrió de forma dulce.

Eireene ya contaba con diez días de su nombre y cada segundo que pasaba, para Viserys, se hacía mucho más hermosa, le recordaba a su difunta esposa, a Rhaenyra de joven, le traía una melancolía y avivaba su cuerpo con una calidez que solo percibía con su primogénita y con la niña ante él.

─¿Deseabas ser Rey? ─le preguntó─. Cuando estabas en el Consejo, cuando oíste que la princesa Rhaenys tenía derecho a asumir al Trono. ¿Esperabas ser tú el que gane?

El Gran Consejo que se dictó en aquél entonces en Harrenhal regresó a su memoria, el recuerdo de todos los rostros, de su esposa sosteniendo su mano, de Jaehaerys el Conciliador, de su prima Rhaenys. Rememoró todos los sucesos que los llevó a acabar de ese modo, con la disputa de por quién asumiría al Trono tas la muerte del Viejo Rey.

¿Él deseó ese Trono?

Hacía tanto tiempo que no pensaba en ello.

─No ─reveló, con honestidad, a su hija. Eireene comprendió inmediatamente las razones por las que no habría querido ser Rey─, ya ves cuán difícil es ser Rey. No es divertido, ni una tarea sencilla. A veces se debe endurecer el corazón y es complicado quitar esas capas luego.

dark paradise.    aemond targaryen.Where stories live. Discover now