Capítulo 7 SHANNON

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Siento las miradas de Dan y Leo clavadas en mí. No pueden ser más diferentes. Los ojos de Dan muestran enfado y estupefacción a partes iguales. Sé que lo estoy retando, pero quiero ponerlo a prueba. Debe entender que hoy soy suya, que me puede poseer de todas las maneras posibles, pero si quiere que vuelva a entregarme de este modo, tiene que seguir ganándoselo. Yo no ofrezco mi amor y mi cuerpo a cambio de nada; él debe trabajar duro y sacar lo mejor de sí mismo.

Al contrario que la mirada de Dan, clavada en mis ojos, la del inspector Tugler me recorre de arriba abajo y en ella veo hambre; me ha devorado durante unos segundos. Creo que se ha quedado impactado y lo he puesto nervioso. Precisamente, es eso lo que quiero; sacarlo de su zona de confort, que se tambaleen esos cimientos en los que parece estar asentado con tanta firmeza. A pesar de todo, ha acabado girándose, pero noto reticencia en su proceder; como si, en realidad, quisiera continuar contemplando lo que está frente a él.

—¡¿Qué se supone que estás haciendo?! —oigo gritar a Dan.

Continúo con mi mirada puesta en el inspector, que la rehúye.

—Usted dirá para qué quería verme, señor Tugler —digo tratando de que mi voz suene firme y segura.

—Me parece que deberíamos hablar en otra ocasión. —Su tono es profundo, grave y hace que se me erice la piel. Y eso, en la situación en la que estoy, es algo peligroso porque ahora mismo no puedo ocultar nada de lo que mi cuerpo muestra al sentirse excitado.

—Pues sí. —Es Dan quien interviene mientras trata de cubrir mi desnudez con una sábana. Tuerzo el gesto y lo miro por el rabillo del ojo—. Será mejor que se marche.

Durante un instante, los ojos del inspector vuelven a recaer en mí. En respuesta, alzo la barbilla y lo reto desde la distancia. Nuestras miradas se quedan enganchadas durante unos breves segundos, suficientes para saber cuánto lo ha afectado verme desnuda; lo sé por cómo abre y cierra los puños, que mantiene pegados a los muslos. Lo hace con tanta fuerza que los nudillos se le han puesto blancos. Un instante después, su interés se centra en Dan. Se miden sin tapujos, con seriedad, como los dos machos alfa que son.

—Contactaré con usted, señorita Merchán —dice recreándose en cada palabra—. Buenas tardes.

—Mejor llámame Leda —le respondo en un momento en el que me siento musa, arte, una diosa inspiradora capaz de flotar en el aire sin que nada la toque.

En cuanto abandona nuestro apartamento, el subidón se esfuma, como su hubiera explotado una burbuja. Dan se coloca delante de mí.

—¡¿Qué cojones se supone que ha sido esto?! ¡Explícamelo! ¡¿Leda?! —me grita mientras desata las cuerdas de mis muñecas. Cuando caen al suelo, como flores muertas, siento que la magia ha desaparecido del todo.

Su rostro está rojo y tiene el rictus congestionado.

—No tengo que explicarte nada, Dan —contesto con la mayor calma posible.

—¡Ah! ¿No? Pues yo creo que sí.

—Voy a...

Trato de dar la vuelta para dirigirme hacia la habitación, pero Dan me lo impide agarrando mi muñeca con fuerza para acercarme hacia él.

—No, no vas a ningún sitio.

Echo la cabeza hacia atrás y dejo escapar un suspiro.

—No tengo tiempo para tonterías, Dan.

—¿Tonterías? ¿Esto son tonterías, Shannon? —Señala con el dedo hacia el lugar en donde, hasta hace un minuto, ha estado parado el inspector—. ¿Pasearte desnuda delante de un policía es una tontería?

La Musa de FibonacciWhere stories live. Discover now