Capítulo 13: Una nueva era

Start from the beginning
                                    

Richard, con un movimiento de cabeza ordenó a sus hombres que dejaran el arma en el suelo. Entonces nos acercamos un poco más.

—Muy bien, ¿Qué propones? —habló el líder de la cárcel.

Mientras hablaban y debatían el tema, Billie y yo nos miramos. Estaba muy pálida, con el pelo enredado y la piel sucia. Una sonrisa apareció en su rostro y me la contagió, después mis ojos se fueron a Alicia, que me saludó con un asentimiento de cabeza.

Se lo devolví. Ambas éramos tan solo las hijas de unos líderes que buscaban la paz, el bienestar de los nuestros y una vida lo más digna posible entre tanto caos.

Alicia y yo somos iguales.

—Primero los prisioneros. —dijo Richard.

—¡Traed a Sam! —ordenó mi padre.

Las puertas de La Cabaña volvieron a abrirse y Alec salió sujetando las cadenas que rodeaban las muñecas de Sam. El chico estaba bien, sano y salvo.

—Hijo mío... —exclamó Nick con los ojos vidriosos.

Vaya, así que esa escoria de persona sí tenía sentimientos. Ahora entiendo el por qué Sam es tan importante aquí.

—Suéltalo, Alec. —dijo papá.

A la vez, Nick desató a Billie y Alec a Sam. Ambos prisioneros se cruzaron por el camino al lado opuesto regalándose una mirada cargada de inseguridad.

Mientras Billie caminaba indecisa hacia nosotros con miedo a que le pegaran un tiro desde atrás, todos estábamos con el corazón en la garganta. Si algo salía mal, la perdería para siempre.

Cuatro pasos, tres pasos, dos pasos...

Me aguanté las ganas de llorar cuando vino directa hacia mí con los ojos húmedos y el cuerpo tembloroso. Se lanzó literalmente a mis brazos y ambas nos fundimos en un abrazo que dejó a toda mi gente congelada en el sitio.

—Tranquila... Ya pasó. —le susurraba mientras ella se aferraba a mi cuerpo. —Estás en casa.

—Pensé... creía que me habías abandonado allí. —me dijo entre lágrimas. —Perdóname por dudar de ti.

—No lo sientas... Siempre te he dado motivos para que pensaras así.

—Gracias. —me dijo separándose.

Acuné sus mejillas en mis manos para secar sus lágrimas y regalarle una sonrisa. Parecía tan indefensa en ese momento que me dieron ganas de gritarle que yo la protegería para siempre.

Acto seguido abrazó a mi padre, a Joy y a los demás, y luego volvió a mi lado con un aspecto más relajado.

—Bien, ahora hablemos. —dijo papá. —A solas.

Los dos grupos separados por unos cuantos metros nos miramos entre sí.

—De acuerdo. —dijo Richard. —Alicia, Nick, esperadme junto al coche.

—Pero Richard...

—Nada de peros, Nick. —interrumpió el jefe. —Ya me habéis escuchado.

Dejamos a los líderes a solas. Mi padre nos miró a Joy y a mí muy seguro de sí mismo, pero todos sabíamos que estaba igual o más asustado que nosotras.

El grupo de Richard también se retiró, hasta los guardias que vigilaban la muralla. Se quedaron los dos a solas ahí fuera durante casi cuarenta minutos, y yo ya estaba al borde de un ataque de pánico.

—Todo saldrá bien. —me dijo Billie. —Los he estado escuchando durante todo el camino y Richard cree en la palabra de su hija.

—Estamos en la misma situación, Quinn. —me habló mi hermana. —Todos sabemos que lo único que podemos hacer para sobrevivir no es matarnos, es unirnos.

La paranoia de QuinnWhere stories live. Discover now