Capitulo 1 Despertando al artista

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Era verano otra vez. El sol resplandecía al cielo azul bañándolo de su singular color, furioso se colaba por mi ventana, atravesando las densas cortinas oscuras que imitaban la tranquilidad de la noche, reclamando mi despertar. De reojo atine al despertador adelantándome a su destartalado sonido, pero falle. Cayo al piso desarmándose por completo y colándose por debajo de la cama donde sufrió un colapso nervioso que me obligo a abandonar las gélidas y calientes sabanas donde mi escurridizo cuerpo se refugiaba. Me encogí como un feto aprisionando mis oídos a la almohada, pero quien aguanta más de diez segundos con semejante ruido.

− ¡Carajo! – Exclame con desdén.

Aturdido me levante de la cama para buscar el despertador quien se había vuelto mi aliado y fiel compañero, pero que en ese momento se estaba pasando de galante. Rebusqué por varios segundos y cuando al fin pensé que lo había encontrado mis flacuchos dedos se encontraron con un bulto duro y empolvado que me obligo a dar un vistazo.

Me agache por completo y con la mirada obligue a mis manos alcanzar el despertador que se había colado muy profundo. Desactivé la alarma y volví por el "pequeño" bulto que significaba apenas el comienzo de un gran descubrimiento. Brillaba de polvo como un diamante recién pulido.

Arrastre el estuche Gibson Hardshell color marrón, me senté sobre el piso y la sople con todas mis fuerzas. Una nube de polvo me hizo recordar mis alergias de la niñez. Carraspeé un poco la garganta y me frote la nariz con las manos. Al descubierto quedaron unas iniciales color doradas enmarcadas en un corazón, −R&B−. Estornude un par de veces, suspire muy profundo, quite el seguro y muy lentamente lo abrí.

Ahí estaba la Gibson SJ-200 color negra con el toque maderoso en el centro, su decoración floreada en el golpeador y el toque mágico que solo una mujer como ella podía hacer, sobre el cuerpo justo por detrás del puente estaba grabado la frase "Añoro Conocerte" en letras desgastadas que hacían de aquella guitarra un ser muy especial.

De la boca de la guitarra se asomaba un bulto de cartas perfectamente amarradas por un listón celeste. Una pequeña nota vislumbraba por encima del nudo, como si a alguien esperara, victoriosa de estar en la cima de tan invaluable tesoro que por años he resguardado y llevado conmigo como si se tratase de un órgano vital. Cogí la nota y leí:

Me niego a continuar siendo el fantasma de alguien más. Estoy cansada de siempre ir siguiéndote y tratar de llevarte el paso. Pero esto ya es demasiado y no puedo soportarlo más.

Julissa

Sonreí un poco. Ahora comprendía la razón por la cual mi ex había decidido marcharse una buena tarde de abril sin avisar previo haber tenido la mejor noche de sexo en toda la historia con ella. Y, aunque, una de las razones por la cual no había ido corriendo a buscarle, era la misma por la cual me había arrepentido de coger el teléfono y enviarle un texto a manera de disculpa, y si un músico apasionado y empedernido continuaba usando la mensajería de texto en pleno siglo XXI. Ella no representaba una parte importante en mi vida y lo peor de todo era que lo sabía, pero se negaba a aceptarlo. Y este tesoro invaluable para mí en alguna etapa de mi vida la había impulsado a dar por terminado algo que yo no me atrevía.

El mismo listón celeste sujetaba al sin fin de cartas de un viejo amor de la adolescencia, el mismo que sujetaba sus cabellos y que había robado para dormir con su aroma previo a la noche ha ya no volver a verla más. Hacía ya más diez años de aquello. La gasa hecha perfectamente era algo que le agradecía a Julissa, ya que no me demoro demasiado deshacerla.

La primera carta era más frágil de lo que imaginaba, pero hay quienes dicen que las cosas frágiles son las más valiosas de la vida por que conservarlas sugiere un verdadero desafío. La cogí con tal delicadeza como si de ella misma se tratara y mi maldito, hermoso y maravilloso fetiche de olfatear las cosas me llevo hasta ella. Las notas de su perfume continuaban impregnadas en ella. Podía reconocer ese toque de pera, moras, iris pallida, flor de azahar y jazmín que cada tarde estimulaban mi tallo cerebral y me elevaban hasta el cielo. Como olvidar, si aquel ritual que practicaba caída la tarde de cada día sin importar la época del año representaba un verdadero festín para mis pupilas y que empapaban de endorfinas a esa parte del cerebro donde se producen las emociones más placenteras de la vida.

Añoro conocerteWhere stories live. Discover now