El sobre

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El mensaje llegó un jueves, aún lo recuerdo con muchísima claridad.
Llovía, era una de esas noches frías y desapacibles de Noviembre que a mí tanto me apasionaban.
Me hallaba leyendo frente a la cálida chimenea de mi salón cuando lo recibí.
Mary, una de las criadas, apareció en la habitación portando una bandeja de plata, sobre la cual tan solo pude divisar un único sobre, completamente rojo, sellado en cera negra. Y mi abre cartas.
Curioso, posé mi libro en la mesilla junto al sofá y me acerqué a ella.
- ¿Es toda la correspondencia de hoy?-
Mary afirmó, asintiendo con la cabeza -si señor, es toda-.
Fruncí levemente el ceño; aún a sabiendas de que era una mera fórmula de cortesía, el hecho de que una mujer bastante mayor que yo me llamase señor tan solo lograba incomodarme levemente.
Cogí el sobre y el abrecartas con delicadeza y le indiqué que marchase; por supuesto ella obedeció inmediatamente.
Me quedé observando el sobre un largo rato, deseoso de abrirlo, pero...temeroso de hacerlo.
Algo en ese sobre no iba bien y yo... Yo muy en el fondo de mi ser, lo sabía.
No soy consciente del tiempo que permanecí observandolo, pero al final, harto de aquella pesada incertidumbre que se había arraigado en mi corazón, decidí abrirlo.
Separé con delicadeza quirúrgica la cera sellada del papel del sobre, tratando de no romperlo.
Al abrirlo, esperando encontrarme alguna aberración, algo horrible... Tan solo encontré una carta aparentemente normal. Sin embargo... En cuanto me fijé mejor, solo una parte de la carta era mínimamente legible. El resto eran meros garabatos sin sentido.
Me quedé mirando los garabatos, aún más intrigado. ¿Qué clase de demente había escrito semejante carta?
Obligado por la curiosidad que me dominaba, leí el mensaje legible.

"Coja el carruaje mañana a primera hora. No pregunte nada a nadie y... Recuerde... La curiosidad acaba matando a todos los gatos."

Sentí como un miedo irracionalmente profundo se apoderaba de mí.
¿Quién enviaba esa carta? ¿A dónde me llevaría aquel carruaje? ¿Sería una broma pesada..? Y más importantemente... ¿A qué se refería con "la curiosidad mató a todos los gatos"? ¿Acaso era una advertencia? ¿Debía rechazarlo?
Negué frenéticamente con la cabeza, sacudiéndome todos aquellos pensamientos estúpidamente infantiles. No podía dejarme asustar tan fácilmente. No sería propio de un hombre adulto.
A fin de cuentas... ¿Qué es lo peor que podría pasarme si aceptase el mensaje?
Y así, en efecto, decidí montarme en el extraño carruaje que vino a recogerme por la mañana.

La curiosidad de un hombre muertoWhere stories live. Discover now