Así que me encontré en el funeral de la señora Park, sosteniendo a su hija, mientras Jimin se apoyaba dolorosamente en mi hombro, el padre al frente antes de que bajaran la tumba hacia la tierra. Cáncer, había muerto de un cáncer terminal que, en realidad, fue empeorando a medida que pasaba a las quimioterapias. A veces me hacía sentir mal, no solo por la perdida, sino por la culpa; hubieron ocasiones en las que egoístamente deseé que ella no estuviera, porque yo quería su lugar, aunque nunca interviene, y no fue un deseo que hiciera realidad por mi cuenta, pero aún me carcome el sentimiento.

Nunca fui una mala amiga, ni una mala persona. Incluso cuando veía a Jimin escribiendo cartas, comprando flores, y bailando con otra chica que no era yo, sonreí y le dije que esperaba que todo le fuera bien. Así fue, aunque por las noches iba a un mundo alternativo donde sus brazos eran para mí, sus besos estaban sobre mí y su amor tenía mi nombre. No obstante, era mala en el interior; rencor hacia mi y hacia la soledad que guardé, sembré y cultivé por más de una década hasta que llegó el día en que estamos.

Los meses pasaron volando, en verdad. Jimin se concentró en su trabajo, abriendo nuevos negocios, conociendo nuevos socios, viajando y cuidando a su hija Minie, quien nació como un año antes de la muerte de su esposa. No lo ví muy seguido, aunque luego de su etapa de duelo, decidió volver a establecerse; no dejo a sus amigos atrás, al menos en mi caso, sin embargo, fue el tiempo donde casi no supe nada de él, por primera vez en años. Debí aprovechar la oportunidad para dejarlo atrás, pero no lo había logrado en todo lo que lo conocía, menos en un semestre.

Me encontré rápidamente con el chico de mis sueños casi apenas llegó. Podría haber sido una cita, pero fue de noche en un bar con otros de sus amigos; idea de ellos mismos, por supuesto, porque Jimin, por más descansado que estuviera, no parecía estar en el mejor ánimo para esos ambientes todavía. No dudaba que huyera de los parques porque le recordaban cuando iban de la mano o jugaban en los columpios como niños, que evitara los restaurantes donde tuvieron citas, que no volviera a escuchar las canciones que ambos cantaban en el auto ni las películas que le recuerdan a ella. Era un muy bonito sentir, y egoístamente, deseé que fuera para mí. Sin embargo, no lo era, debía resignarme.

La culpa ya se había ido en mi, en parte. Aunque había deseado que ella se fuera, también había deseado ser ella, y de cualquier manera, su ida no había hecho que yo tuviera ningún progreso. Por el contrario. Además, era consciente de que su felicidad amistosa era yo pero su felicidad completa era ella, y solo sería ella.

Habría dado cualquier cosa para que sus ojos se hubieran fijado en mi y hubieran brillado desde la primera vez, que sus abrazos, sus besos, sus detalles y su amor me pertenecieran, porque yo había llegado primero... Pero también daría lo que fuera para que ella volviera, así Jimin sonreiría.

No recuerdo muy bien lo que pasó esa noche... Sé que todos se fueron, que Jimin y yo estábamos apoyados en el hombro del otro, él me contaba que su hija estaba quedándose en la casa de sus abuelos maternos, ya que ellos lo habían pedido de todas formas, así que estaría solo. No se había ido, y no se había negado a asistir, precisamente por eso. Me contó que compró otra casa, otros muebles, otra cama, otra alfombra y un poco de cosas más; todavía tenía la otra, pero...

-Todavía tienen su olor. Todavía la veo. Todavía está ahí, pero no puedo alcanzarla, no logro tocarla -murmuró, respondiendo cuando le pregunté. Tomó un largo trago del vino que estaba en la mesa. Ambos estábamos algo borrachos, debía admitir-. Quiero quedarme con sus recuerdos, así que la conservé, pero no quiero quedarme con el vacío que dejó. Era un hogar cuando estaba ella.

Una punzada en el pecho tras otra. No debería estar escuchando al chico que amo hablar de la mujer que ama, sin embargo, también es mi mejor amigo, y escuchar es lo que debo de hacer por él cuando aún el dolor es reciente.

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