Nigromante

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Relato en colaboración con LynnS13

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Relato en colaboración con LynnS13


Florencia, Italia

Todo comienza con una palabra. Un susurro que escapa de los labios de manera casi imperceptible, siempre en compañía de una mano firme, dispuesta a alterar el destino.

La campana del Duomo anuncia que el día se empieza a doblegar ante la noche, en un abrir y cerrar de ojos. Tal es la maldición de octubre, con horas de luz cortas y noches en las que fantasmas impiden conciliar el sueño.

Valga decir que los fantasmas tienen más en común con los remordimientos que con las almas en pena. Marco no cree en los fantasmas. Ni siquiera concibe la muerte...

Un pensamiento hace amago de consumir su alma. El peso de sus acciones se acomoda por última vez en la balanza.

Siente como si la sangre se congelara en sus venas por un instante, solo para que el pulso acelere hasta casi reventarle la sien. Su cuerpo le urge resistirse, pero la voluntad se impone y una sonrisa pícara se dibuja en sus labios.

Sonríe, sabiendo que todo se vuelca sobre ese momento glorioso. Mil veces dispuesto a empeñar hasta el alma a cambio de un nivel de poder que queda en manos de pocos.

El ritmo de su barítono se eleva sobre el tiritar que debería provocarle el frío de otoño. Su voz es seductora, grave. La experiencia le ha enseñado que es preferible conquistar aquellas fuerzas que operan a su favor. Sus labios pronuncian palabras designadas para atar, controlar y destruir, pero con la cadencia con la cual se pronuncia el nombre de un amante.

Una vela negra se deshace sobre un altar dorado, derramando lágrimas de cera sobre una pálida piedra lunar. Es Noche de Brujas, lo que garantiza la eficacia de su invocación.

Le acompaña el suave pasar de las páginas de un viejo libro; un tomo amarillento, marcado por manchas de sangre, recuerdos de sacrificios hechos por sus antepasados. El hechizo estipula que debe mirarse al espejo, hacerse responsable por el alma que está a punto de traer de vuelta a la prisión de un cuerpo. Su mano se extiende a tomar una daga, con la que, sin pensar, corta la fina piel de su labio inferior, haciendo que la sangre brote y se escurra entre su barba oscura.

—En un beso te entrego parte de mi vida, suficiente como para atraer tu espíritu a mi voluntad —sus labios calientes acarician el frío de la navaja, a la cual envuelve en una delicada cadena de oro—. Te ato con oro y serás mía. Me seguirás como la noche persigue apresuradamente al sol poniente. Tu mano será una extensión de mi voluntad, mi deseo será tu única guía, mi voz, la luz en tu tiniebla.

Una suave brisa se eleva desde el círculo. Le acaricia, recogiendo su esencia, y luego sale, rozando las cortinas, para perderse en la oscuridad. Afuera, la ciudad continúa a su ritmo, desentendida de la voluntad aberrante que acaba de manifestarse. Ella se levantará de su descanso eterno antes de que termine la noche.

Observa con detenimiento la cadena de oro. La piedra carmesí adquiere el color de las sombras del crepúsculo. El espíritu se agita con violencia, percibe lo que tiene al alcance y anhela tomar.

La forma espectral susurra en su mente. Marco desestima la queja.

«Paciencia, pronto volverás a tu forma física».

«Ha pasado mucho tiempo...».

«Tranquila, tu cuerpo permanece incorruptible».

Se detiene al final del pasadizo. Su alta estatura lo obliga a inclinarse para mirar por el cerrojo de la puerta. Ni un alma, a excepción de la que lo acompaña, circula por el pasillo. Todos los sirvientes están en la plaza, celebrando la última noche de octubre. Halloween es la época, donde lo extraño, lo peligroso, se torna normal. Una idea lo tienta: recorrer las calles con una horda de muertos. Sonríe malévolo. Tal vez el siguiente año.

Las bisagras chirrían al contacto, cruza el umbral con la seguridad que le proporciona ser el amo y señor. Acelera el paso hacia el ala oeste de la mansión, el control sobre los hados al fin le pertenece, lo que le permitirá reescribirlos a su antojo.

Saca una llave del pantalón y abre la habitación a la que sólo él tiene acceso. Ofelia yace en el centro de la cama, envuelta en sábanas de seda. Nadie que la viese podría objetar su vitalidad, excepto porque lleva muerta un tiempo considerable. ¡Cuántos sacrificios tuvo que ejecutar para mantenerla en ese estado!

Los labios de Marco se contraen en una leve sonrisa que poco a poco se torna macabra. Extiende la cadena sobre ella, analiza sus siguientes palabras.

—¡Devuelvo el espíritu de Ofelia a este cuerpo! ¡Yo, Marco Rinaldi, el último de mi linaje, he pagado el precio con sangre!

La cadena vibra, el efluvio negro se desprende del rubí e ingresa en la mujer. Los primeros movimientos son leves, los siguientes más vigorosos, como quien al llegar el alba abre los ojos a un nuevo día.

—¡Ofelia, mi amor! —Marco la toma en sus brazos—. ¡El hechizo funcionó, burlamos a la muerte!

Ofelia abre la boca, después de ocho meses de permanecer cerrada, los músculos se resisten, pero consigue pronunciar dos palabras:

—Lo conseguiste...

—Sí, lo hice. —La besa con adoración.

Ella le acaricia la barba oscura, cómo había extrañado el toque de sus dedos.

—Marco... —La resucitada respira de forma convulsa. Algo no está bien.

El cuerpo lozano de Ofelia adquiere el color y el aroma de la podredumbre.

—¡No, noooo! —clama horrorizado.

—Mar...co... —La voz se distorsiona en un lenguaje inenarrable.

El proceso continúa. La carne se contrae, los huesos quedan expuestos. Los ojos claros se tornan nebulosos.

—¡No, esto no puede estar pasando! —brama Marco desesperado—. ¿Acaso es una broma cruel? ¡Cumplí a cabalidad con el hechizo!

Volutas de cigarrillo impregnan la atmósfera. Un hombre de traje y sombrero de copa se materializa en los aposentos.

—Yo decido quien vive y quien muere, y a quien le otorgo la resurrección. Ofelia me pertenece. ¿Cómo tuviste la osadía de reclamar su espíritu? ¿De alterar el destino?

—¿¡Qué hiciste con ella!? —exclama furibundo. Desconoce el poder del loa que tiene enfrente—. ¡Entregué una parte de mi vida a cambio de su alma!

—¿Qué valor tiene una vida corrupta? —refuta el loa de la muerte—. ¿Quieres su alma? Está bien, es tuya. Un cuerpo sano no se incluye en el paquete —ríe perverso—. Ofelia te seguirá como la noche persigue al sol poniente hasta el día en que las sombras te cubran con su manto, para lo cual ha de pasar mucho tiempo. —Carcajadas siniestras estallan en las paredes. El loa desaparece, una estela grisácea queda en el aire.

—¡No! ¡Esto no es lo que quería! —vocifera al espacio vacío.

—Marco... —La voz cavernosa de Ofelia lo hace consciente de su nueva realidad.

Camina hacia él con pasos torpes. Extiende la mano, los dedos huesudos le sujetan el mentón. Marco se estremece ante el contacto. No tiene escapatoria. Ofelia lo encontrará donde sea que vaya.

Afuera, la ciudad continúa a su ritmo, desentendida de la voluntad aberrante que acaba de manifestarse.



Nota curiosa

Es la primera vez que escribo una historia con un narrador testigo, y me ha encantado. He leído obras con este tipo de narrador, pero nunca antes me había atrevido a usarlo. ¡Muchas gracias, Lynn, por hacer que experimente algo nuevo, y, sobre todo, por escribir esta historia conmigo! 🧡🖤✨

Noches de octubreDove le storie prendono vita. Scoprilo ora