Visita de Hope

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La puerta de la habitación de Eva se abre; ella sonríe antes de ver de quién se trata, puesto que está acostumbrada a sus tres visitas de siempre: Gustavo, Ana y la abuela Margarita.

La alegría se transforma en sorpresa al instante en que Hope atraviesa el umbral. Hope cierra la puerta detrás de sí, y apoyando su peso en ella, mira a Eva en silencio; en sus ojos no hay lástima, si acaso, una pizca de tristeza que no puede competir con el entusiasmo que le provoca volver a verla.

—Hola —dice, acercándose a la silla que está al lado de la cama.

—Hola —responde Eva, y su propia voz suena como si estuviera escuchándola desde el más allá.

Cuando recuerda en dónde está y por qué está allí, inclina su cabeza hacia un lado, intentando usar un mechón de cabello para ocultar la enorme cicatriz de su cráneo. Al darse cuenta de que su cabello de ese hemisferio es demasiado corto, intenta acomodarlo con su mano izquierda.

—¿Qué haces aquí? —pregunta, intentando disimular el gusto que le da volver a ver ese rostro fino y esos cabellos locos con mechones de neón saltando en diversas direcciones.

—¿Qué estás haciendo? —Hope extiende la mano para detenerla—. Es innecesario.

Eva no responde. Su corazón se acelera al sentir el roce de los dedos de Hope. Han pasado diez meses desde la última vez que la vio. Su vida ha cambiado más de lo que Hope podría siquiera imaginar; incluso hay una nueva inquilina habitando en su corazón, y aún así, sus reacciones en presencia de la chica de los cabellos eléctricos, siguen siendo impredecibles.

—Eres hermosa, aunque sea en pedacitos —dice Hope, regalándole una sonrisa coqueta que Eva conoce a la perfección.

—Hope —insiste Eva—, ¿qué estás haciendo aquí?

—Tu hermano me llamó —responde ella—. Me había estado buscando desde hace varios días, pero estaba de viaje. Cuando regresé, me puse en contacto con él y me contó lo que había sucedido. Vine en cuanto pude.

Eva se pregunta cómo es que su hermano sabe sobre Hope, cómo y dónde localizarla. Luego supone que Ana le proporcionó toda la información necesaria. «Gustavo debe estar convencido de que intenté suicidarme», piensa.

—¿Cuánto tiempo te quedas? —interroga Eva, que ya no puede ocultar la alegría que le da volver a ver esos ojos color miel.

—Sólo pude conseguir tres días de permiso, así que estaré aquí hoy, mañana y el viernes en la mañana. Mi vuelo de regreso sale el viernes en la tarde. Hubiera querido quedarme más tiempo, pero el fin de semana tenemos una conferencia organizada por el despacho y tengo que estar ahí.

Eva levanta una ceja. Hope adivina qué es lo que esa mirada está preguntando.

—Si te hubieras mantenido en contacto, sabrías que ahora trabajo medio tiempo para Gehry & Wright.

—Felicidades —responde Eva, sinceramente impresionada; trabajar para una firma de arquitectos tan famosa no es poca cosa.

—Gracias, comencé hace un mes —responde Hope—. Me dieron permiso para venir con la condición de regresar a tiempo para apoyarlos durante la conferencia...

—No tenías que venir hasta acá —interrumpe Eva—. No sé qué te haya dicho Gustavo, pero no estoy tan mal como parece.

Hope asiente en silencio, mirando la pierna de Eva, luego su muñeca, tomándola entre sus manos; y después, acercando la mano derecha con extremo cuidado hacia el rostro de Eva, tocando gentilmente las áreas cercanas a sus cicatrices.

Sólo a ella | #PGP2024Where stories live. Discover now