XVIII

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Duele, realmente duele cuando una ruptura ocurre en la vida de el ser humano, pero yo pensé que no dolería tanto si los primeros días de lo ocurrido no me sentía perturbada ni inquieta sobre lo que ella me decía.

Claro, aquellos eran los primeros días cuando la curiosidad no me ahogaba y confiaba ciegamente en lo que me afirmaba, cuando pensaba que a ella tambien le dolía mi ausencia como sucedía conmigo. Pero pasando los días sentía como la inquietud presionaba mi pecho mientras la curiosidad y tristeza comenzaban a perturbar mis horas de sueño, mis comidas, mi desempeño escolar, mi estado de ánimo y todo lo que involucrara mi vida hasta no me sentirme capaz de nada.

Lo feo de confiar es que te mientan o te oculten cosas que te harían desconfiar y alejarte, ver la verdad siempre resulta duro pero siempre fui alguien que está a favor de eso ya que no es mi ideal confiar con los ojos cerrados y quedar como una estúpida ante los que si saben cómo son las cosas realmente. Me hubiese encantado haber tenido ese golpe de realidad por su parte o por parte de alguien más que pudiese consolarme, no por un tweet que vi de manera secreta, ¿realmente iba a permitir que me entere así de las cosas? ¿realmente me iba a seguir mintiendo para que siga a su lado como si nada?

Me hubiese encantado no haberme entrometido y dejar todo así como así, pero la realidad es que mi intuición no falla y si sentía que algo raro estaba ocurriendo tenía que investigar para sacar esa sensación extraña de mi pecho.

Y es realmente triste pensar que mi intuición no falló, que mi sentimiento de enojo y decepción constante no parecían sin razón.

Es triste pensar que aquellos labios que en algún momento fueron míos tocaron los de alguien más, y es peor pensar que fueron los labios de aquella persona que tan poco interesante y válida me hacía sentir, que tanto me hacía dudar. Pero lo peor era ver que la persona que juraba amor por mí jamás la detuvo de aquel coqueteo constante.

Pero la verdad, no podría haberme esperado más de una persona que nunca antes detuvo algún chamuyo o algo a pesar de que me incomodara, me enojara o me hiciera sentir sin importancia. Que cada vez que me mostraba triste por eso no hacía absolutamente nada al respecto.

La decepción que sentía no logró que me sorprendiera cuando me enteré de aquel beso, aquel que sería el factor para que todo entre ella y yo se destruya. Pero la realidad era que ya no había nada más que cenizas, solamente era yo juntando cenizas tratando de armar algo que jamás podríamos ser otra vez. Una relación no se puede llevar de a uno y realmente siempre sentí que era la que más se esforzaba aclarando malentendidos, planeando salidas, haciendo detalles, ayudándola en lo mínimo que necesitara y teniendola siempre en cuenta, siempre la tuve en consideración y sacrifique hasta lo más mínimo de mi. No merecía aquel tipo de trato, no merecía estar llorando toda la semana y cerrarme cada vez más.

Pero el daño hecho está y solo me queda simular que esa persona jamás fue parte de mi vida, que no me decepcionó y lastimó como nunca nadie hizo, solamente me queda avanzar y brindarme el amor que no recibí a cambio de lo que di.

Ya intenté remarla, intenté de todo tratando de salvarnos, pero yo sola no podía y menos cuando la otra persona está en otra con otra persona apenas lo nuestro terminó.

Solamente queda soltar, pero no es lo más doloroso, porque lo más doloroso fue notar todo el daño que permití que me provocara por quedarme a su lado, por evitar su dolor. Que doloroso es reconocer lo poco que me quise.

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