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Recostado de espaldas, con la mano alzada frente a su rostro, hizo las veces de trazar algo con el dedo en el aire.

—¿Qué haces? —quise saber, no porque tuviera especial curiosidad en ello, sino en el afán de hablar de algo para no dormirme.

—Escribo. Un nombre.

—¿El mío? —bromeé.

Su risa ronca, maliciosa, reptó en la oscuridad.

—Ruega porque no lo sea. —Paró de reír y finalmente admitió—: el del bastardo en cuyos huevos nadaba tranquilamente, antes de acabar en uno de los de mi madre. —Dijo todo su soliloquio con una sonrisa imborrable—. Las cosas hubiesen terminado allí, con una dosis generosa de Misoprostol, pero ambos decidieron obsequiar al mundo con su "pastel de crema". El azar es una perra —añadió, dejando caer su mano por sobre su cabeza. Arrastraba ya las palabras a esas alturas—. Les maldijo con la puta combinación más desafortunada de los peores genes de ambos.

Recostado a su lado, lo espié por el rabillo de los ojos.

No lucía ni siquiera sobrecogido o triste por su propia afirmación, pese a lo oscura que resultaba la misma, apartando el factor del humor con que intentaba diluírla, sin dejar nunca de sonreír.

—Vamos... No estás tan mal —disentí.

—Aún tienes tiempo para cambiar de opinión, aunque sea... por un tiempo corto. Todas las personas son buenas, después de que se mueren.

Parpadeé. No sabía si por el alcohol o el sueño que me pesaba sobre los ojos, mermando a ratos mi capacidad de permanecer despierto y haciéndome dar pestañeos cada vez más largos, pero tardé un rato en procesar lo que intentaba decirme con ello.

¿En qué momento habíamos comenzado a hablar de la muerte?

Hasta hace poco todo eran risas y bromas, hasta que los ánimos decayeron. Justo después de que se acabase el alcohol.

—¿Piensas alguna vez en tu muerte?

Lo consideré.

—Supongo que pienso en ella en el mismo modo en que pienso en la lluvia. Sé que llegará, eventualmente, solo que no sé cuando. A veces el cielo se nubla y pienso "será hoy". Pero... al final sale el sol.

—Poético —opinó.

—Tengo mis momentos.

—¿Piensas... en la muerte de los demás? Digamos... la gente a tu alrededor.

Lo consideré por un tiempo más corto.

—¿De quién, para empezar? —me burlé.

—¿Esperas que crea que no hay nadie en tu vida?

—Intento que no lo haya —me encogí de hombros.

—¿Y qué soy yo, la excepción a la regla? —giró sobre su costado y me contempló con una sonrisa insinuadora.

—A decir verdad... —suspiré profundo y cerré los ojos, ahora del todo seguro de que no volvería a abrirlos—... eso ni siquiera yo lo sé.

Se quedó en silencio. No vi su expresión. No estaba seguro de si quería verla.

—Quédate —masculló en un bostezo, y percibí que se acomodaba en su propio lugar—. No me molesta.

Y, sin abrir los ojos, contesté:

— ... ¿a dónde más podría ir?

Re:H (HUNTERS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora