Llévame a casa

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Rosé salió con nerviosismo de la habitación hacia el salón, donde Jimin y Louis estaban sentados en el sofá viendo una película, ambos a una distancia prudencial.

Rosé carraspeo haciendo girar a ambos chicos que rápidamente posaron la vista en la figura de aquella rubia.

- Oh wow... - Jimin sonrió - Estás increíble. 

- Gracias - dijo ruborizándose antes de clavar su mirada en la de su hijo. - ¿Qué dices? ¿Cómo se ve mamá?.

- Estás linda, mamá. - aplaudió feliz. Ella corrió hasta el sofá dejando un beso en su frente, peinando el flequillo rubio de su rostro. 

- Gracias, cariño - sonrió - ¿Estarás bien?. - el niño asintió. - El tío Jimin va a cuidar de ti ¿vale? Mamá promete que estará aquí en dos horas, como mucho. Y puedes llamarme cuando quieras, estaré con el teléfono y... y si necesitas que vuelva corriendo lo haré.

- Vale... ya es suficiente - Jimin se puso en pie. - Vete anda, este pequeño y yo sabremos cuidarnos. ¿Verdad colega?. - Louis observó a su tío y asintió levemente. - ¿Lo ves? Venga, vete - empujó a su hermana que a trompicones caminaba despidiéndose y lanzando besos hacia su hijo.

Una vez que estuvo en la calle tomó el primer taxi en dirección a casa de Hyeri, la recogería allí y ambas irían hacia la "Gala del arte" juntas.

Rosé estaba completamente nerviosa. No sabía qué podría decir a las compañías discográficas. Nunca había sido buena vendiéndose porque realmente para ella, la mejor demostración de su talento era que escucharan su música. Pero para llegar a ese momento, antes debía entablar una conversación y ser lo suficientemente atractiva en su discurso como para que alguien se dignara a escucharla.

Al llegar al departamento de Hyeri le envió un mensaje y dos minutos después la morena ya estaba en el coche junto a ella. Su amiga había elegido un hermoso vestido en color rojo, muy llamativo y por supuesto, muy elegante y carísimo, tanto como lo eran todos sus gustos.

Rosé recordó aquellos tiempos en los que ella lucía exactamente igual. Todo había sido gracias a sus padres, por supuesto. La honorable familia Park, jamás habría dejado que sus hijos vistieran como pordioseros. Y no es que Rosé vistiera así ahora, pero ciertamente había aprendido a valorar otras cosas.

- Estás increíble - sonrió en dirección a su amiga que le devolvió la sonrisa.

- Y tú también. Hoy será nuestra noche, y como que me llamo Lee Hyeri, que saldremos de allí con unos contratos millonarios. - rio divertida.

Rosé sacudió la cabeza ante el optimismo de su amiga, aunque, para ser sincera, esperaba que algo de razón tuviera.

Cuando el coche aparcó justo delante del arco de entrada de una enorme mansión, los nervios de Rosé aparecieron con más intensidad. Aquello era un lujo y miraras por donde miraras podías observar que se trataba de gente importante y poderosa. 

A medida que ambas caminaban por el extenso camino empedrado se encontraron con personajes públicos que Rosé solo había visto en las revistas. Hyeri estaba totalmente emocionada, sobre todo porque a medida que caminaban los flashes de los fotógrafos las cegaban. Y qué decir de cuando entregaron sus entradas en la puerta principal de aquella mansión. 

- Somos Roseanne Park y Lee Hyeri - dijo orgullosa - Lista VIP - dijo con una sonrisa amplia. El chico observó los pases e hizo una reverencia a ambas chicas.

- Es un honor tenerlas aquí señoritas, la señorita Kim, ya ha llegado. Si me hacen el favor, diríjanse hacia el jardín interior donde se celebra la gala. - ambas asintieron y siguieron su camino hacia el interior.

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