3: Mi ruleta rusa

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Joyce:

Desperté después de tres horas de haber dormido. Tres horas, no más, no menos. Solo tres malditas horas, y lo peor es que este es el tiempo más extendido que lograba dormir, y aún así no me acostumbraba.

Tenía la misma sensación de esa pesadez a un lado mío mientras estaba recostado en mi cama, más tarde escucharía un sonido parecido a gruñidos o ronquidos, cuando yo era el único en este lugar. Sabía que era falso, nadie más estaba aquí, pero igual yo no quería darme la vuelta, si lo hacía iba a ver algo que me asustara, eso seguro.

Me levanté y escuché sus pasos tras de mí luego de irme al baño, «mierda», pensé. Odiaba cuando esta cosa aparecía. De todas las cosas que veía, este maldito andromorfo era el que más me asustaba. Aparecía cuando mis ciclos de sueño eran más cortos. Una figura casi humana, alto, flaco de piel albina y brazos tan largos que le arrastraban las manos —raspaba el suelo porque sus uñas eran larguísimas—no tenía boca y los ojos parecían dos gotas negras que caían en forma de ovalo hacia abajo, era simplemente horrendo, y también apestaba a estanque, tenía la piel babosa como la de una rana. Era inofensivo, pero igual su aspecto me incomodaba mucho, sobre todo porque era un mirón, por eso trataba de ignorarlo siempre que volvía. Pero los ruidos que hacia por los orificios de sus oídos, que también eran su nariz, no me dejaban olvidarme de su presencia por completo.

¿Por qué hoy no pudieron aparecer las amigables cubos que flotan?, o incluso los ojos en el suelo o las paredes que se cierran solas, cualquiera hubieran sido mejor.

A esta alucinación le tengo por nombre «invasor», porque la primera vez que lo vi, salí de mi habitación por algo de comer a media noche y lo vi saliendo de una de las paredes, no a través de esta, sino que primero se abrió como si se tratara de una compuerta secreta y de ahí salió aquella cosa. Tenía doce cuando vi eso, fue de mis primeras alucinaciones y la que más me asustó, no pude evitar gritar y mi papá se comenzó a dar cuenta de que veía cosas, con lo que, más allá de calmarme y ser un apoyo para mí, me gritó y quiso quitarme lo loco a golpes. Y así ha sido, desde que mi mamá se fue, supongo que le molestaba tanto que yo viera cosas porque lo mismo pasaba con ella. Por eso se fue, porque sus alucinaciones la perseguían, y no supimos más de ella entonces, nada, así que creo que esta muerta. Tal vez terminó en la fosa común, y eso es algo que me asusta porque es lo que pasa con la mayoría que son como yo.

Las alucinaciones no están tan mal cuando sé que son eso, alucinaciones. Pero hay veces que me puedo llegar a confundir, y pienso que mis delirios son reales, por muy disparatados que puedan sonar para otras personas, para mi no lo son, y podrían ser tan reales como yo. Pero, por ahora estaba bien.

Las personas suelen pensar que los que vemos cosas donde no están somos peligrosos para ellos, yo digo que somos más peligrosos para nosotros mismos. Sí, no debería de tener cara para decirlo, ya que a mi me apodaron Rocky porque me la paso peleando. Pero no es porque este loco, bueno sí, un poco, es más porque tuve unas terribles figuras paternas y no sé otra manera para evitar que las personas se rían de mí. Sé que esta mal, no me gusta eso, nunca me gustó, pero las personas siempre se rieron de mí, porque soy raro, actúo extraño, en especial por mis tics. Mis muchos tics.

Odiaba mis tics, sobretodo porque la gente creía que me estaba haciendo el chistoso. No se imaginaban lo exhaustivos y dolorosos que podían llegar a ser, solo te lanzaban esa mirada juzgona, otros te veían con lástima —lo cual era peor—, otros, en especial los niños se reían, y había algunos que incluso te miraban con asco. Nunca encontré realmente a alguien que no reaccionara a mis tics.

No hasta que conocí al chico que me gusta.

Aunque, no fue por eso por lo que me empezó a gustar, cuando me empezó a gustar ni siquiera lo conocía, solo lo observaba en silencio mientras estábamos en la escuela. Fui superficial al fijarme en él al principio, pues lucía demasiado lindo desde la primera vez que lo vi. Su cara perfilada, con sus preciosos pómulos, su cabello castaño, que era un híbrido entre el lacio y el ondulado. Y lo más llamativo de él, su mirada, una mirada triste y fría, pero a la vez tan magnética. Esos grandes ojos de muñeca, me petrificaron desde la primera vez que los vi. Esa vez que iba llegando tarde a clase junto con él, en el instante que levantó la mirada por un milisegundo yo me quedé ahí parado como un imbécil, no pude avanzar más, me quedé como una estatua por varios segundos, ni siquiera los tics aparecieron.

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