Aemond frunció el ceño.

Ahora, acompañado por toda la familia ─incluso Aegon, que había sido retenido y obligado a ir hacia allá para darle la bienvenida a los Velaryon y a su hermana Eireene, esperaban por la llegada de estos.

De pie sobre los escalones, esperaron de forma paciente y finalmente, un dragón tan negro como el humo cayó ante ellos. Se sacudió de forma amenazante mientras se dirigía a ellos a pasos lentos y dejaba salir de su garganta un rugido. En unos años, su rugir haría temblar el doble aquellas tierras, tal cómo Vhagar lo hacía.

Eireene saltó de su asiento, haciendo que su madre se lleve un gran susto y su padre ría. Kaltain extendió sus alas para así, alejarse de ellos y todos lograron ver a Syrax volar, acompañado por la aún criatura de Jacaerys, y el de Lucerys aún era demasiado pequeño como para que se le permita volar mucho.

Las puertas de la Fortaleza se abrieron, dejaron pasar a la familia Velaryon mientras que Viserys alzaba a Eireene para darle un largo abrazo, apretó el pequeño cuerpo de la cría contra el suyo, habiendo extrañado cada una de sus preguntas y comentarios maduros que le hacían considerarla más inteligente que cualquiera de sus hombres.

─¿Cómo estás, mi flamante joya? ─le preguntó─. ¿Los vientos te han tratado bien?

─Ha sido sensacional, padre ─dijo ella─. 'Nyra me ha enseñado mucho, espero poder probarte cuánto aprendí pronto.

Su padre asintió y besó su cabeza, volviéndola a poner sobre el suelo.

─Te prometo que pronto todos veremos esos resultados, hija.

La niña le sonrió y se acercó a su madre, quién ya estaba con sus brazos abiertos para recibirla, acarició la espalda de la niña, sin importarle que esté con aquél olor a dragón que alguna vez percibió tanto en Rhaenyra.

Acarició su melena platinada y besó su frente.

Bienvenida a casa, Eireene.

Aemond no quitaba sus ojos de ella, mientras más la veía, más quería que ella lo voltee a ver.

La joven sintió a Daeron colgarse de sus piernas, Eireene bajó la mirada para poder alzarlo y besar su frente.

─Luces muy guapo, Dae.

Él rió levemente, mientras se aferraba a su hermana agradable para poder recostar su cabeza. Alicent sonrió levemente.

─No ha sido el único que te extrañó ─musitó, señalando con su cabeza hacia Aemond. Eireene sonrió, saludó a Aegon y luego abrazó a Helaena, quién le murmuró algo que no llegó a entender del todo. Pero iba algo como: «la primera cabeza cortará a la cuarta» pero ignoró la oración, para poder enfocar su mirada en su hermano mayor.

─Espero que mí ausencia no haya sido muy notoria en la Fortaleza, Aemond.

─Te aseguro que eres la única que mantiene en vida este lugar, hermana pequeña.

La joven sonrió y lo abrazó, se había olvidado, por un segundo, que Daeron se encontraba aún en sus brazos, quejándose porque ambos lo apretaron con fuerza, Eireene acabó riéndose.

─¡Pasemos a comer y celebrar vuestra llegada! ─dijo Viserys, habiendo hablado con su hija mayor un poco más. Eireene asintió de acuerdo con eso.

─Pero no desperdicies tanto dinero ─dijo, haciéndolo sorprender─, que 'Nyra tendrá que saldar muchas deudas luego. ¿Sabías que el Banco de Braavos es uno de los más grandes en el mundo? ─le preguntó, Viserys comenzó a caminar con ella mientras ambos se sumían en una conversación sobre las monedas. Rhaenyra suspiró sonriente, observó a Alicent y ella asintió en su dirección.

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