Capítulo 25: La amazona candente y el río hirviente de Tártaro

Start from the beginning
                                    

—No la entiendo. De verdad que a veces no sé qué quiere de mí —Hope levantó la mano una vez más, su mirada siguiendo el paso de la mesera—. Fue ella quien terminó conmigo, pero sus amigas me ven acompañada y entonces me llama para interrogarme.

—¿Sigues enamorada de ella? —Me escuché preguntar antes de poder ordenarle a mis labios que no lo hicieran.

—No —respondió ella sin siquiera considerar la pregunta—; ya lo superé —Su rostro decía lo contrario.

La mesera se acercó. Hope ordenó una jarra de cerveza clara y dos vasos. La chica respondió que estaría de regreso con nuestra orden en dos segundos.

—¿Quieres hablar al respecto? —pregunté, yendo en contra de todos mis deseos.

—No. Nos estamos divirtiendo y no quiero arruinar el momento —Me guiñó el ojo y sonrió, esto último fue por la inercia de complementar el gesto mas que por convicción.

Por primera vez desde que la había conocido, ese gesto coqueto no ocasionó estragos en los cimientos de mi orientación sexual, sino que encendió un fuego en mi estómago. Me dio rabia saber que estaba siendo utilizada para hacer encelar a alguien más.

La mesera regresó en lo que se sintió, efectivamente, como solamente dos segundos; sirvió ambos vasos y nos dijo el precio de la jarra. Cuando comencé a inclinarme en busca de mi billetera, Hope abrió la mano, negando con la cabeza.

—Yo pago —dijo, sacando un billete del bolsillo de sus jeans.

Mientras entregaba el billete, le regaló una mirada y una sonrisa terriblemente coquetas a la mesera, incrementando el fuego en mi estómago; la mesera correspondió con un guiño, y entonces el fuego se transformó en una explosión atómica.

Cuando la mesera se marchó, Hope levantó su vaso y lo sostuvo en el aire frente a mí. Levanté el mío y lo choqué gentilmente contra el suyo.

—¡Salud! —dijimos al mismo tiempo.

Ella, complacida consigo misma; yo, consumiéndome en los celos descabellados de su interacción con la mesera.

Ambas bebimos, yo con los ojos clavados en Hope; ella, con los ojos perdidos en la distancia. Seguí la ruta de su mirada para descubrir que al extremo opuesto de la terraza, había una morena despampanante mirándola como si Hope fuese la última botella de agua en medio del desierto y estuviese a punto de venir a bebérsela toda.

La mesera regresó en ese momento sin que nadie la llamase y dejó sobre la mesa un plato con pretzels.

—De la casa —dijo, con una delicadeza forzada en el tono de su voz, le regaló otro guiño y luego se marchó, zarandeando las caderas cual barco en alta mar.

No hay palabras que puedan describir lo que mi estómago experimentaba a esas alturas, diez bombas termonucleares detonadas al mismo tiempo dentro del río hirviente de Tártaro, sería lo más cercano.

Entre la llamada de su ex, la mesera ofrecida y la morenaza sedienta, me quedaba bastante claro que Hope era deseada y que yo no tenía oportunidad ante esas mujeres ya experimentadas en las artes lésbicas.

Hope contempló a la mesera irse, la seguía mirando cuando ésta volvió el rostro, ligeramente, para verificar si aún tenía su atención. Cuando la mesera por fin desapareció entre la gente, mi amiga tuvo el descaro de regresar la mirada hacia la morena; y en efecto, ella aún estaba sedienta.

—Escucha —dije, con un rencor en la voz que era evidente para mí, pero quizás no para Hope—. Si quieres ir a hablar con ella, no te detengas por mí.

Sólo a ella | #PGP2024Where stories live. Discover now