Capítulo VI

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A los catorce años un pequeño llamado Gérard salió de caza junto a su padre, estaba contento, pues era la primera vez que él le dispararía a las presas. Llegaron al bosque buscando la cena por horas, encontraron conejos, venados e incluso lobos; pero la mayoría huía luego de escuchar los tiros fallidos del niño. El padre notando que en una hora la luz del sol se iría, decidió ayudar a su hijo, puso sus manos sobre las de él y le dio un consejo.

–Respira, relajado. Procura no cerrar los ojos cuando dispares o entorpecerás tu puntería. –Gérard obedeció, con un poco de apoyo finalmente acertó un tiro.

Contento por tal hazaña el chico corrió a revisar su caza, notó otro disparo en el cuerpo del animal, a unos pasos de él dos hombres uniformados y en caballo se acercaban cabalgando a toda prisa.

Uno de ellos frenó demasiado tarde, atropellando al chico de lleno dejándolo herido sobre el suelo. Su padre corrió a toda prisa a auxiliarlo, molesto por el poco cuidado de aquellos hombres. 

–¿Qué les sucede? ¡Han lastimado a un niño por su incompetencia! –Viéndolos detenidamente pudo darse cuenta de que eran soldados.

–¿Nos has llamado incompetentes? General, ¿ha oído eso? Este hombre parece tener el valor de insultar a aquellos que lo protegen yendo a la guerra. –Quien hablaba era el que había atropellado al niño, ni por asomo se le notó culpa en el rostro.

–Es valiente. Considerando que si esto dura demasiado su propio hijo deberá ir con nosotros. ¿Cuántos años tiene ahora? –El general, alguien serio en comparación a su acompañante parecía amenazar al hombre en el suelo.

–Cumplió catorce hace poco. Es muy joven. –Abrazó a su hijo temblando, nadie se lo llevaría mientras él estuviera vivo.

–Bueno, en dos años volveremos por ese pequeño. Si es que nuestra incompetencia nos limita para acabar la guerra antes. Hasta entonces, mantenlo con vida. –Ambos hombres se fueron cabalgando, con la presa a rastras.

El golpe del corcel dejó inconsciente al chico por una semana, en sus sueños, Gérard corría a través de un túnel oscuro, le parecía infinito pero por alguna razón sus piernas nunca paraban; finalmente luego de un largo camino pudo ver un rayo de luz, se acercó a este saliendo de la oscuridad.

Frente a él observó una escena devastadora. Un transporte, que identificó como algún tipo de tren, volcado. Justo debajo de él otra máquina, nunca la había visto, aunque curiosamente sabía su nombre; era un carro. Dentro del cual se encontraban dos personas, un chico y una señora, al verla una ola de emociones lo golpeó fuertemente, corrió hacía ella sin pensar.

–¡Madre!, ¡madre! –Gritaba el chico, en un intento desesperado por hacerla reaccionar. –¡Esto no es cierto!, ¡ella está bien!

Volteó viendo al acompañante, en ese instante se convirtió en aquel niño. Con las últimas fuerzas en su pequeño cuerpo tomó la mano de su madre, aún a su corta edad lo sentía, ambos estaban dando un último respiro.

Gérard despertó exaltado, su padre, quien se había mantenido cerca de él todo ese tiempo cuidándolo, lo ayudó a calmarse.

–Tranquilo hijo mío, estás bien. Parece que tuviste pesadillas todo el tiempo, ya estás conmigo. –Mientras le hablaba lo mantenía abrazado.

Estaba reaccionando, buscando ponerse en calma para evitar parecer loco. Teniendo un solo pensamiento en la mente –Esta es mi segunda vida, reencarné–. La realidad estaba superando la ficción ¿dónde se encontraba? El mundo parecía haber sufrido un retroceso hasta la edad media. ¿Existía un motivo para recordar su vida anterior? Cada pregunta sin respuesta lo hacía llegar a una conclusión obvia –Seguiré con esta vida, nada puedo hacer con tal pasado. Si debo saber sobre algo, lo notaré–.

Así pasaron los años, creció, como los soldados prometieron fue obligado a presentarse en batalla; a pesar de los esfuerzos de su padre por evitarlo. Terminando la guerra, volvió hasta su hogar condecorado, dándole gran alegría al corazón de su progenitor por verlo vivo. 

Siguió junto a ese hombre conviviendo y cazando hasta su inevitable fallecimiento. Fue entonces que emprendió un nuevo viaje; quería navegar, alejarse del dolor provocado por su reciente perdida. Llegando a los muelles escuchó sobre una familia, tenían la mayoría de los barcos en aquel lugar, eran ricos, además la más pequeña de las hijas llamada Bella, era quien mantenía el negocio estable.

A sus veinticuatro años, Gérard encontró la respuesta a preguntas que hace mucho se le habían olvidado. Lo intuía, el apodo de esa chica era extraño, solo en una historia lo escuchó, pero más allá de un cumplido, nadie en la realidad lo usaría como nombre.

Investigó sobre esa familia, preguntando hasta dónde vivían. Dando a parar así en la puerta de Bella. Nada parecía concordar, la chica era llamada Shayla por su familia. Aun sí los pueblerinos le apodaban Bella, en lugar de sorprenderlos por su belleza, solo había habladurías debido a su forma de vestir, actuar, hasta por el hecho de dedicarse a los negocios en vez de esperar a cumplir la mayoría de edad para así ser cortejada.

Él recordaba a una lectora empedernida, valiente, es cierto. Capaz de sacrificar su propia vida por proteger la de su padre, aun en ese caso, llegó a titubear pues estaría junto a un monstruo. Aunque, jamás la conoció como una chica emprendedora envuelta en chismes.

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–¿Quién eres? –Me interroga decidida.

–Curioso señorita, es justamente eso lo que quisiera saber de usted. –Alza una de sus cejas en señal de duda.

–Shayla Da Silva. Hermana e hija, mucho gusto. –Su seriedad me causa gracia.

–Usted no es o no actúa como sí misma. Lo digo porque al parecer, sabe quién soy, y supongo que tampoco actuó como yo mismo. –Soy alejado de la entrada con prisa.

–Disculpe, mis hermanos suelen escuchar conversaciones ajenas, sobre todo las mías. Voy a hacerle algunas preguntas, usted responda como prefiera.

–De acuerdo. –Sigo su juego.

–¿Tuvo un accidente o una visión de niño?

–Sí.

–¿Es esta su primera vida?

–No.

–¿Su manera de pensar cambió luego del accidente?

–Un poco.

–Dice saber quién soy ¿sabe dónde estamos?

–En una historia, La Bella y la Bestia. Es mera suposición, jamás lo imaginé hasta escuchar su nombre.

–¡Ese no es mi nombre!

–Bueno relájese, señorita. ¿Es de la policía privada? –Termino con el interrogatorio.

–Por supuesto que no. Dijo ignorar quién es, será mejor informárselo, así tomará precauciones. En la historia, hay un hombre, él corteja a Bella un tiempo antes de ser llevada con la Bestia.

-Permítame verificar si le entiendo, esta diciendo que yo ¿soy el villano? –El destino parece jugarme en contra. 

Me convertiré en la villana de esta historiaWhere stories live. Discover now