Capítulo I

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Érase una vez una familia acomodada formada por un padre, sus seis hijos y sus seis hijas. Los hombres eran los mayores, mientras entre las hermanas destacaba la más pequeña, por su amabilidad y belleza, la cual solo se hacía más notoria con el tiempo, estas cualidades que le dieron a bien ser nombrada como "Bella".

Bella era feliz viviendo junto a todos sus hermanos, a pesar de las constantes criticas realizadas por sus hermanas, quienes cada día se veían menos contentas por su existencia. Al cumplir seis años, su padre organizó una fiesta para ella, ya que la pequeña jamás había expresado ningún capricho, como sus demás hijas.

Ella aceptó, contenta al imaginarse junto a toda su familia conviviendo de forma pacífica pero, los planes de sus hermanas eran diferentes. Celosas de la atención de su padre hacia la menor planearon una manera de avergonzarla, así al bajar las escaleras de su enorme casa, una hermana que iba a su lado la hizo tropezar, sin haber imaginado que con aquella travesura lograría hacer rodar a la pequeña niña escaleras abajo, quedando esta inconsciente.

– ¿Qué ocurrió? Siento dolor en la cabeza.

La chica aun dormida, se observaba dentro de un cuerpo distinto, sin embargo, lo sentía suyo. El lugar donde se encontraba también le pareció diferente a su hogar, e igualmente familiar; frente a ella una caja negra pasaba imágenes sin cesar.

–¿Cómo puedo sentirme tan cómoda en este lugar?

"Bella, vuelve a casa" –Esa frase, la escena dentro de la pantalla le hizo recobrar la memoria. Tuvo una vida donde su familia era menos numerosa, su casa más pequeña, ella había estudiado, dedicaba el tiempo a los libros y fantasía; sobre todo esa historia que la acompañaba en cada etapa de su vida, incluso en la muerte. Falleció a los 27 años, nada trágico sucedió, mientras leía se quedó dormida sin despertar nunca más.

–Esto es mi vida pasada, en un tiempo más moderno con todo lo que un adolescente pueda desear. Y ¿cómo pasé de ser hija única con una licenciatura a la doceava hija de un anciano?

La verdadera personalidad de esta chica comenzaba a revelarse, así como una idea peligrosa en sus pensamientos.

–Somos doce hermanos, en lo que parece ser la época de los reinados, solo tengo padre, de mamá nunca se habla, además, mis hermanas me odian. Sobre todo al momento de ser apodada... Bella.

Un escalofrío recorrió la espalda de la niña, parecía por la expresión de terror en su rostro que entraría en estado de pánico. Antes de notarlo todo volvía a ponerse oscuro.

–¡Bella, hija mía! ¡Despierta! –El padre lloraba asustado por el accidente ocurrido a su hija.

–Estoy bien. –Al escucharla todos sintieron un gran alivio.

Bella recobraba la conciencia, notando algo curioso al volver, su familia eran personajes con rostros borrosos, incluso si trataba no conseguía recordar un rasgo definido en sus hermanos o en su padre.

–Quizá sea por que en el libro no hay descripción de ellos. –Pensaba la pequeña conforme era recostada en su recámara.

–Esperaba otra cosa cuando planeé este día. Descansa, cuando despiertes cumpliré todos tus mandatos. –Aún sin rostro, Bella sabía quién era ese hombre, las canas lo delataban.

–Padre, quiero dar un paseo. –Cerró los ojos acabando esa última frase.

En sus sueños Bella se encontraba con su otra vida, ahí su género no se limitaba a verse lindas para cautivar a los hombres ni se veían obligadas a ser ofrecidas en matrimonio. Ella había sido reconocida por su cerebro más que por su belleza.

Al despertar notó a dos damas observándola, al igual que su familia no pudo distinguirlas. Las mujeres pidieron su permiso para vestirla, pues su padre ya había realizado los preparativos para su paseo. Bella aceptó, decidida a conseguir respuestas, era pronto para asegurar que se encontraba en un cuento de hadas; esos seis años de mi vida fueron de todo menos mágicos, ser nombrada Bella no parecía un indicio seguro a sus dudas.

Quería usar un pantalón, los corsés la tenían harta, sin embargo, aun se avergonzaba al pensar en actuar de forma distinta a la indicada por la sociedad. Salió del cuarto luciendo un vestido blanco, a su cabeza la adornaba una venda, la cual denotaba que había sufrido una herida; los zapatos, tan molestos como la ropa, eran tacones negros y, siendo algo caprichosa –Algo que jamás hacía– logró un peinado sencillo, llevando el cabello recogido.

Bajo las escaleras rápido, salió de la mansión para correr a encontrarse con el carruaje donde su progenitor la esperaba, subió saludándolo y sentándose frente a él. Era difícil para ella saber cuándo sería un buen momento para hablar, sin poder leer los rostros pensó en aprender el lenguaje corporal, así estaría más segura sobre qué decir y cuándo. Por otro lado, su situación era urgente, decidió arriesgarse, aun si llegaba a resultarle extraña a su propio padre.

–Disculpe, quiero hablar con usted. –Sonó lo más madura posible, demasiado para una niña.

–¿Todavía te sientes mal? ¿Deseas regresar? ¿Quieres más medicamentos para el dolor? –Seguía preocupado, era una emoción fácil de identificar por la voz angustiada del hombre.

–Tranquilo padre, me siento mejor. En realidad desde hace un tiempo he estado preguntándome ¿cuál es el trabajo que usted realiza?

–Esa es una sorprendente pregunta, no creí ver interés en ninguno de mis hijos por mis negocios, menos tratándose de la más pequeña.

–Por favor, suele estar mucho tiempo fuera, esperaba comprender qué le roba tantas de sus horas a sus hijos. –Convencida de la nobleza del padre y el amor hacia su familia, utilizó argumentos recriminatorios, escondidos en la noble cara de una niña.

–Es difícil explicarlo a una niña, podrías decir que utilizo barcos para transportar cosas, esas cosas tienen un valor importante y cuando un hombre me ofrece su valor justo descargo el barco dejándole todo. El hombre lo llena con dinero y luego vuelve a nuestra casa.

–¿Usted maneja el barco? ¿Es por eso por lo que casi no está en casa? –En conclusión es un tipo de mercante, además me cree idiota, una nena de seis años ya tiene cierta noción de cómo funciona una venta.

–En realidad, mi función es más complicada cuando el barco llega debo contar el dinero, firmar papeles, darles unas monedas a los marineros y mantener todo en orden. –Resumiendo, administra sus ingresos. El padre de la Bella que conozco se dedicaba a eso.

–¡Eso suena divertido! ¿Puedo ir contigo? –Este señor, es capaz de arruinarnos en cualquier momento, además, debo asegurar mejor su fortuna si queremos evitar el trágico día donde dejamos la ciudad para terminar en una casita lejos de todo. Claro, imaginando que estemos en el cuento.

–Una mujer en el trabajo suena problemático. –Neandertal.

–Imaginarme viendo a padre trabajar me emociona mucho ¿realmente no puede? –Bella comenzó a sollozar.

–¡Una vez! ¡te llevaré una vez! ¿De acuerdo? –El hombre reaccionó en seguida al berrinche de la pequeña.

–Bueno.

De aquella manera, Bella descubría la forma de conseguir lo que quisiera; era momento de cambiar su personalidad radicalmente. También, por su propio bien, comenzó a planear la forma de trabajar junto a su padre; las desgracias de su familia ocurrirían dentro de 10 años, hasta entonces sería difícil estar segura de nada. 

Me convertiré en la villana de esta historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora