no more.

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Se estaba volviendo loca, la espera la ponía los nervios de punta.

Había veces en las que perdía la esperanza, pero una voz en su interior la obligaba a seguir adelante.
Por más que insistía con los detectives no resolvían NADA, estaba harta de la ineptitud de los oficiales.

Seguía viviendo en casa de Vance, aún podía oler su aroma. Le faltaba su calor, ese calor que la hacía sentir como en casa.



Estaba comiendo una pop-tart recostada en la cama, la única luz que alumbraba la casa era la del cuarto. Veía la televisión, sus ojos pesaban, su cabeza pensaba, sentía la nariz irritada. En verdad estaba mal.

Un sonido desesperado la sacó de sus pensamientos, alguien tocaba la puerta.
Rodó los ojos y dejó su plato a un lado, con pesadez camino hasta la puerta prendiendo las luces en su camino.

Se acercó a la puerta y la abrió con el ceño fruncido. La expresión de preocupación de la chica frente a ella la hizo relajar el semblante.

—¿Que haces aquí? —preguntó con extrañeza, era poco inusual que ella la visitara.

—Encontraron el lugar. —decía Sabrina entre jadeos de cansancio por la adrenalina.

La expresión de Sidney se endureció y tenso la mandíbula, agarró su chaqueta, las llaves de la casa y salió.

—Vamos. —le respondió a la pelinegra sin más, los padres de Sabrina las estaban viendo desde el auto. Ambas corrieron a este, los padres de Sabrina saludaron a la castaña y ella les respondió en tono bajo.

Ambas iban en la parte trasera con el corazón a mil por hora, querían vomitar. La mano de Sabrina buscó la de Sidney, la agarró con delicadeza buscando el apoyo. Sidney trago grueso y apretó la mano de su amiga. Eran lo único que tenían en aquellos momentos tan desesperantes. La sensación de no saber lo que te espera era lo peor, las manos sudaban, tu ritmo cardiaco se elevaba, sentías náuseas...

Se adentraron a una calle que no conocían, había gente fuera de sus casas.
El bullicio se hizo presente, había dos ambulancia y unas cinco patrullas al rededor de dos casas. El corazón de ambas chicas se aceleró, el miedo de ver aquella escena invadió su ser.

Los Colleman detuvieron el auto, Sidney jalo la mano de Sabrina y bajaron del auto corriendo.

Un niño con la ropa sucia y la cara hinchada salió de la casa, su mirada se iluminó al ver el exterior. Una niña que estaba al otro lado de la calle se levantó de la vereda y corrió, lo abrazo y los policías salieron de la casa de enfrente, corrieron hacia el niño y el les señaló la casa tras el.

—Sabrina vamos! —le gritó en susurro Sidney a la pelinegra, la jalo de la muñeca hacia la casa de donde salieron.

—Sidney qué haces! —protestó Sabrina en susurros.

Sidney la llevo hasta dentro de la casa, comenzó a buscar alguna puerta o algo que las llevara hasta sus novios.

—Sid esto no me gusta, me da miedo estar aquí. —dijo Brina incómoda.

—Necesito saber si está aquí. —habló con desesperación.

Sidney al parecer había encontrado un sótano, la puerta estaba abierta lo que significaba que los policías ya habían entrado ahí.

—Ven vamos, ellos ya entraron ahí. Debe ser seguro. —ánimo la castaña a su amiga, Brina de forma temblorosa la siguió escaleras abajo. El olor a humedad invadió sus fosas nasales.

Sidney bajaba las escaleras de forma temblorosa, había algo en ese lugar que no le gustaba.

—Huele raro aquí abajo. —dijo Sabrina, Sidney no dijo nada al concordar con ella.

Ambas bajaron las escaleras por completo y sintieron el suelo suave bajo sus pies...era tierra, por que había tierra en un sótano?
Sidney inspeccionó el lugar como pudo ante la poca luz que había, cinco bultos llamaron su atención.

—Sabrina. —dijo con la voz temblorosa.

Su amiga volteó y entonces pudo ver lo que ella veía. Ahogo un grito y lágrimas no tardaron en salir de sus ojos.

—Sidney vámonos! —gritó. —No quiero estar aquí. —lloro con fuerza mientras se aferraba a los barandales de madera.

Sidney corrió hasta alguno de los bultos de tierra.

—No. —negó la castaña. —El no puede estar aquí. —empezó a rascar en la tierra.

—Sidney deja eso por favor, quiero irme de aquí! —le gritó entre llantos. Se acercó a ella y la empezó a jalar de la cintura.

Una tela color café claro sobresalió de la tierra, el corazón de Sabrina se detuvo.

—Ah! —soltó un grito de dolor mientras se alejaba de ahí, se pegó a la pared sin dejar de gritar.

—Sabrina! —Sidney corrió a ella y la sostuvo.

Sabrina lloro lo más fuerte que podía, al parecer alguien las había escuchado pues varios policías llegaron y las sacaron de lugar.




Antes de que Sabrina cayera al suelo Sidney logró ver algo en el bulto de tierra a lado del que había escarbado...un hilo azul cielo tirado a lado del tercer montón.
Su corazón se detuvo por unos segundos y pudo escuchar un click en su cabeza, por fin había descubierto ese dolor que la atormentó todo el tiempo.







La gente que había llegado las vio salir de la casa, veían con impresión a Sabrina pues los gritos eran increíblemente aterradores.

Los Colleman se acercaron a la chicas y sostuvieron a su hija.

—Bruce! —gritó desgarradoramente. —Necesito ir ahí por el! —intentó correr de nuevo a la casa pero su padre se lo impidió. Continuó gritando hasta que se la llevaron a una ambulancia.

Por más que intentó escapar cayó desmayada en brazos de un doctor, sus fuerzas se habían agotado.


Sidney se quedó petrificada con la mirada fija en la puerta de donde ambas habían salido. Intentó contener las lágrimas pero no pudo, el nudo en su garganta se liberó y soltó un llanto.

Tapó su boca para no soltar un grito, sentía la brisa alborotar su cabello. Oía los murmullos de la gente.

Respiro para poder calmarse, levantó la mirada y le dio una última mirada a la casa.














Sid...Me hubiera gustado decirte tantas cosas.

BETTER THAN REVENGE, Vance Hopper (terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora