Capítulo 10. UNA OPORTUNIDAD, ¿O QUIZÁS NO?

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Duraron unos minutos que sintieron eternos en la profundidad del mar de emociones que estaban experimentando, hasta que fue Daniel el que tomó la iniciativa para separarse de la chica.

—Yo... Hmmm.

No sabía que decir. La verdad, no esperaba que todo surgiera tan rápido. Ninguno de los dos lo esperaba. Toda su vida hasta el momento había pensado que no estaba hecho para amar y ser amado (o quizás su progenitor le había obligado a pensar eso), porque no sabía cómo expresarse adecuadamente. Ya no podía hablar sin mentir o dejar de esconder lo que pensaba de las cosas, y ya no se obligaba a mantener esa conducta, es solo que la había adaptado de tal forma, que ya no identificaba lo que era realmente suyo y lo que no.

—No sé cómo hacer esto, Alison —pronunció, bajo, con miedo en sus ojos al observar a la alfa tomándola de sus antebrazos, mientras ella lo tomaba de los codos—. Nunca he... Nunca se me permitió... Ash —cerró los ojos, frustrado, desolado.

—Lo sé —soltó Alison en respuesta, tomando sus manos antes de que pudiera huir de su tacto.

—¿Lo sabes? —preguntó Daniel con escepticismo.

—Bueno, no lo sé precisamente en tu caso, pero sí puedo imaginarlo.

—Imaginar es lo opuesto a la realidad —le soltó, algo enfadado sin saber el motivo.

Alison tragó grueso. Mantener una conversación saludable con él era un poco complejo.

—¿Entonces por qué no me lo explicas? —caminó hasta el inicio de todo, donde estaba la primera hilera de sillas acolchadas al frente de una pantalla blanca—. Tengo tiempo —en realidad no lo tenía.

Daniel le siguió, y se sentó en la silla de al lado.

—¿Lo tienes?

—En realidad, no —rectificó al recordar su calendario productivo lleno de actividades por realizar—. Pero nada es más importante para mí, que este preciso momento —le miró, ambos se miraron, y Alison sintió unas ganas de besarlo casi insoportables, más eso sería demasiada presión por un día.

—Tienes una labia que me asusta —suspiró soltando una sonrisa, mientras dejaba caer su cabeza hacia atrás en la silla.

Alison frunció el ceño.

—Estoy diciendo la verdad.

—Sí, como sea —Daniel sacudió una mano frente a sus ojos restándole importancia. Cansado.

Alison no quería presionarlo en ese momento de supuesta paz, más necesitaba conocer, al menos un poco, el pasado del omega para protegerlo. Para saber a qué se enfrentaba. Si algo odiaba era que los problemas la cogieran desprevenida. Sin embargo, veía a Daniel tan tranquilo en ese momento, recostado, quizás pensando en la nada y con una mano rozando la suya que le entraban ganas de dejarlo ser, e imitar sus acciones.

Tomó la mano del omega entre la suya, y acarició la misma con su pulgar, deseando revolcarse con él en una cama y dejar su olor de alfa por todas partes, para que el mundo supiera que este chico terco, agresivo, trabajador y asustado, le pertenecía a un alfa poderoso que le defendería del mismísimo infierno. Atrajo su mano atrapando la del chico para restregarla con su mejilla, odiando el bozal como nunca antes en su vida, pero a la vez calmando un poco su corazón y sus ganas de besarlo en un lugar acolchado e íntimo. Daniel, despacio, abrió los ojos como borracho por tanto amor emanando de la chica; amor que le faltaba a su fría vida.

—¿Por qué te gusto? —le preguntó, ansioso y a la vez nervioso por la respuesta.

—Porque eres diferente. Único en tu especie. Estoy acostumbrada a ver omegas buscando mi olor y protección. Conociendo mi poco historial en citas saben que mi amor no es para cualquiera —detuvo un momento su lengua para rozar con sus dedos la mejilla ajena con los nudillos de sus dedos—. Pero tú, tu nunca quisiste nada de eso. Solo querías demostrar que no necesitas a nadie, que eres autosuficiente (y sí lo eres), y que la vida te enseñó a tener miedo del amor —dejó que su mano, anteriormente rozando su mejilla, jugara con los rizos del cabello del chico—. Quería algo fuera de lo común, alguien cauteloso y peligroso como un felino, pero a la vez amoroso y tierno, como un omega —esta vez, se atrevió a dejar que su mano jugara libremente con la cabeza ajena, notando los ojos un poco cristalinos del chico—. Tu eres los tres subgéneros en uno, mi amado omega. No sé cómo ha sido tu vida hasta ahora, pero sí sé que estás roto, y yo quisiera ser la única mortal capaz de calmar ese corazón lloroso que tienes, y esa alma abandonada que te llena por dentro —deslizó su mano por el cuello y el hombro del chico, provocando que el momento fuera más íntimo—. Permíteme ser, lo que tú quieras que sea. Eres lo que siempre busqué, lo que quiero y anhelo. El omega que imagino a mi lado en un altar, en las buenas y en las malas, al que quiero en mi cama y al que le llevaré el desayuno a la recamara. Tu eres el tesoro que siempre busqué, mi bonito problema.

NICE OF PROBLEMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora