Capítulo 5. DUDAS Y DOLOR

51 16 1
                                    

Daniel se quedó mirando sus ojos fijamente por un momento, dudando si debía responder aquello o no, y si la respuesta era "sí", ¿que era lo que debía decir?

Decisión final: fingir ignorancia.

Se encogió de hombros, y salió del auto sin mirar atrás. ¿Y si estaba jugando con él? ¿Y si en realidad le gustaba Joshua? ¿Y si pasaba como aquella película que escucho de una chica, donde el chico solo estaba siguiendo una apuesta? ¿O acaso quería burlarse de él? ¿Le tomaría una foto? ¿Se regaría en la universidad? Dios... Tantas cosas le rondaban la cabeza que ya no quería pensar, de verdad. Necesitaba dormir.

—¿En serio, Daniel? —Alison también salió del auto, pero riéndose del joven—. Eres increíble —medio sarcasmo medio realidad, la alfa estaba encantada.

Alison no tenía idea de la lucha que se desataba en la mente del chico; ella lo único que sabía es que la mañana del día anterior (ya pasaba de las 12:00 a.m.) estaba 100% preparada para presentar dos exámenes, cuando presenció la lucha libre que se desató en el pasillo. Que estuvo ahí cuando el Omega perdió la vista, y que también estuvo ahí cuando lo llevó al edificio donde vivía. Recordaba el olor a humo del lugar, como si necesitaran leña en vez de gas para cocinar. Después de dejarlo, fue nuevamente a la universidad; habló con los profesores, el decano y Jenny, quien la invitó a ver una película al salir, pero había cuadrado ya con los profesores para presentar su examen en menos tiempo, como consecuencia por faltar. ¡Está bien! Podía sacrificar media hora si con eso tenía chance de realizarlo. Sinceramente, no se arrepentía de nada. Más recordaba la conversación con el decano y su ira florecía. Quería demandarlo por clasista.

—Decano —dijo Alison al recibir el permiso para pasar al despacho—, tengo que hablar con usted.

El decano solo miraba fijamente la ventana, y le hizo una seña para que se sentara.

Sí, dime.

Hoy hubo un incidente en los corredores.

El hombre se acarició el entrecejo con el dedo índice, harto. O eso mostraba cuando soltó un suspiro y se tambaleó en su asiento.

Lo sé. Un Omega dando problemas, otra vez. Debería poner la universidad solo para alfas y betas —movió de un lado a otro la mano izquierda, exasperado—. Así esos hormonales no me amargaran la vida.

Alison no podía creer lo que estaba escuchando.

¿Disculpe? —solo se atrevió a preguntar.

Sí, Alison. Ya me vinieron a contar de la situación. El Omega Escalona, otra vez. Se estuvo haciendo el rudo con un alfa y le quebró la nariz. ¡No me preguntes cómo! Se supone que son débiles, pero este como que se la vive luchando en un cuadrilátero —afincó sus codos en la mesa para sujetar su cabeza con la punta de los dedos—. Todas las semanas recibo quejas de los alfas por ese... niño caprichoso —¿caprichoso?—, maleducado y envidioso, ¡y ni una vez se ha venido a defender! Eso solo puede significar que tienen razón los alfas. ¿Pero que rayos estoy diciendo? Por supuesto que tienen razón los alfas —y se echó hacia atrás, riéndose de sus propias palabras.

Alison se quedó rígida, como una estatua. ¿Acaso se había limpiado mal los oídos esta mañana? Sinceramente, estaba muy decepcionada de la sociedad, pero que la misma universidad tenga esos prejuicios tan arraigados, solo demostraba que su educación era una porquería. Debería mandarlo a arrestar en este mismo instante, más no podía permitirse perder la compostura. Estaba hirviendo de rabia, sin embargo, tenía que ser diplomática, política, tal como le habían enseñado desde pequeña.

Señor decano —comenzó la joven, luego de inhalar profundamente y exhalar las malas emociones, me temo que estoy decepcionada, con usted, y con el resto de estudiantes alfas en esta institución educativa —el decano frunció el ceño, sin entender—. Observe mi camisa, señor. Observe la evidencia de que a ese omega le fue peor. Soy testigo —y colocó una mano en su pecho—, de la disputa ocurrida en el pasillo. El omega solo estaba defendiendo sus derechos de estudiante en esta universidad prestigiosa donde cada uno tiene y puede comprar, lo que se le antoje, sin ser humillado ni discriminado —dejó caer su mano, como si hubiera perdido la vida—. Veo que usted no cumple esas mismas leyes impuestas por la fundadora de esta universidad. Sin embargo, no me arrepiento de haber venido, y observar con mis propios ojos y escuchar con mis propios oídos, lo que se rumoreaba entre betas y omegas.

NICE OF PROBLEMWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu