Capítulo 17

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Llego a casa súper cansada.

Hoy de nuevo me tocó estar en el equipo con Elska y Karsten y no es que no sepamos trabajar juntos, pero casi prefiero ir con los chicos, ellos tienen otro tipo de comunicación e interés, otro modo de atacar o armar estrategias. Intentamos rotar, a veces iba yo al equipo de Cooper y alguno de los otros dos se pasaban a este. Jake quería que fuéramos tres y tres, pero al final de cada misión siempre había problemas, hace unos días hasta terminó en una pelea.

Y hablando de peleas, pasó dos semanas desde que nos peleamos en mi casa y casi lo volvemos a hacer al otro día cuando los llevé a la agencia.

Recuerdo las acusaciones y amenazas como si fuera anoche mismo.

Dos semanas atrás.

Anoche, después de golpearnos y amenazarlos con matarnos, hicimos una tregua. Apenas conversamos entre nosotros, solo pasamos la noche poniéndonos hielo y tomando cervezas. No estoy segura de si emplearon toda su fuerza en lastimarme. Y sé que de haberlo querido hasta me hubieran matado. Pero entiendo que anoche estaba irreconocible, no era yo, mi manera de golpear, amenazar e insultar era la misma cuando tenía tanta furia y rabia dentro de mí que mataba como liberación y ellos dejaron que lo mostrara o eso creo.

Si hablamos temprano. No podía resistir verlos y no echarles la culpa de lo de Johnny, él no tenía la culpa de nada.

—¿Por qué mataron a Johnny?

—¿A quién?

El que no lo recuerden me pone peor. Más enojada.

—Fuiste a buscarme, yo no estaba. ¡Amenazaste a mi rentador! —lo acuso.

—Sí —su confirmación hace que presione los puños clavándome las uñas con tal de no envolver mis manos en su cuello —. Pero no lo maté.

—¿Qué? —¿cree que soy idiota o qué le pasa? —No puedes mentirme así, no en la cara.

Abro el computador y busco la secuencia de su asesinato donde aparece Karsten.

—Él no lo mató. Dice la verdad —ve mi mirada acusatoria y agrega: —Ni yo, obviamente.

—¿Y qué es ésto?

Les muestro las imágenes y no dicen nada. ¿Y ahora? ¿No lo niegan? Se dan una mirada. Una de esas que se deban antes para cuando decían una mentira y esperaban que se apoyaran en ella.

Yo también las hacía.

—Kenya.. —apoya una mano sobre la mía, la retiro con rapidez, suspira —sé lo que puede parecer, pero no lo maté.

—¿Y quién fue? ¿El espíritu Santo? ¡Vamos! —antes de que pueda decir algo más me levanto y abro un cajón de la cocina, allí entre los manteles hay algo que no es mío, lo pongo en mi mano y la cierro en un puño, regreso —Porque ésto es tuyo, solo tuyo — abro la mano y de ella cae el collar, queda colgando, pero es totalmente visible la "K".

-•-

—Voy a entrar yo primero. Ustedes quédense fuera solo por unos minutos —aviso.

Las puertas se abren unos pisos antes y como si el destino me maldijera quien ingresa y se pone a mi lado es Weitz. Suspiro. Faltan un par de pisos para la oficina.

—Kenia...

—No me digas nada Weitz —lo miro —. No me hables, no me interesa lo que tengas para decir. —Observo cuantos pisos faltan.

—Creo que es importante que me escuches, tengo que advertirte.

—Que me dejes en paz, joder —murmuro ante su insistencia. Apenas las puertas se abren salgo avanzando con velocidad. Sin mirar atrás entro a la oficina.

Yo soy la claveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora