Se acostó sobre su cama y se quedó mirando el techo.

-¿Por qué me preocupa tanto que a esa humana le guste como me vea con lo que lleve puesto?

Se quedó recostada pensando en que quizá no debió aceptar seguir en contacto con ella, ya que comúnmente no tenía interés alguno en tratar con humanos. Pero esa morena era una enloquecedora excepción.

-Bueno. Veré qué sucede. Al menos tendré algo que hacer con mi tiempo libre. Ahora que ya no puedo entrenar para el combate haré lo posible para divertirme junto a esa humana.





Llegó y ocupó una banca en la plaza en la que habían acordado encontrarse con Astrid. Para ese día prefirió salir vistiendo diferente a lo acostumbrado. Llevaba una falda roja que le llegaba hasta las rodillas y una blusa de color rosa salmón, y sus zapatos.

Se miró por un momento en el espejo que llevaba.

Aunque no acostumbraba hacerlo también se había maquillado. Como ángel no tenía conocimiento alguno sobre eso, pero podía aprender fácilmente cualquier cosa con solo observarlo una vez. Había visto algunos videos tutoriales en internet para ello.

Las capacidades de sus ojos de ángel eran una gran ventaja.

Espero un momento a la sombra de un árbol. La incomodaba la mirada de algunos hombres que pasaban por allí.

-Asquerosos. Dejen de mirarme como perros hambrientos frente a un trozo de carne.

También mientras esperaba vio a lo lejos a una pareja paseando. Un hombre y una mujer.

Aunque no podía escuchar de qué hablaban parecían estar bromeando por los gestos que hacían ambos. Luego vio a la chica sonreir para luego darle un beso a su pareja. Se quedó intrigada al ver eso. Como ángel que era no tenía experiencia alguna en eso. Como ángel era totalmente ajena a los sentimientos humanos y a las relaciones que establecían entre ellos.

Por cada humano que nacía un ángel nuevo era creado. Pero no pasaba por las mismas etapas que un humano.

Iris no había sido niña. No había sido adolescente. Al nacer ya era un ser con alas y forma adulta con el poder y la capacidad para servir en la tarea que su padre le asignara.

-¿Cómo se llama eso?-se preguntó al ver a esa pareja besándose-. Parecen disfrutarlo.

Estaba algo distraída cuando sintió la mano posándose en su hombro.

-Hola.

Miró hacia su derecha y se encontró con el rostro de Astrid, quien se había inclinado para hablarle, muy cerca del suyo.

Se movió hacia un extremo de esa banca muy sonrojada.

-¡Ah! E-e-e-eres... Tú.

-Lo siento. No quise asustarte. Entonces realmente eres Iris. Casi no te reconozco vestida así. Astrid había salido con un pantalón jean azul y una blusa blanca. Se sentó también.

-Estabas muy concentrada mirando algo. Ahora dime. Yo también quiero ver. Miraba a su alrededor.

-Eso-le dijo señalando a la pareja. Astrid los miró.

-Ah. Ya veo.

-Dime...

-A mí también me encantaría tener un conjunto de ropa como el de esa chica. Tienes buen gusto.

El amor es un... ¿demonio?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora