Aprendiendo de ti.

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    Llegó a aquel vecindario un ser majestuoso que cargaba unas inmensas alas blancas. Casi nadie podía ver a aquella mujer de cabello negro frente a la puerta de una pequeña casa. Se hizo visible para todos una vez que sus alas volvieron a su refugio en las espaldas de ese ángel.

Suspiró una vez que estuvo dentro, se quitó la chaqueta que tenía puesta y la dejó sobre una silla para luego sentarse. Movió su cabeza hacia un lado y luego hacia el otro. Escuchó el sonido de sus huesos.

-Esto es tan aburrido-pensó-. Patrullar como ángel de la guarda es algo que definitivamente no extrañaba.

Sacó su celular de uno de los bolsillos de sus pantalones. Ninguna llamada perdida. Ningún mensaje de texto nuevo. Todo el día mientras sobrevolaba aquella ciudad había estado preocupada por su celular. Su vida había cambiado mucho por su cambio de puesto laboral angelical.

Como ángel de guerra permanecía en el cielo. Solo pasaba entrenando día y noche para estar preparada para cualquier posible encuentro con un demonio. No necesitaba comer. No necesitaba dormir. En el paraíso no había necesidades, ni pasiones, ni deseo, ni preocupaciones. Solo podía dedicarse a lo que le gustaba y eso era ser la mejor guerrera para ser admirada por su padre.

Como ángel de la guarda tenía que permanecer en el mundo humano y vivir casi como una humana. La única diferencia era que tenía sus alas y su ilimitado poder angelical. El cual no podía usar para combatir a menos que necesitara defenderse.

Eso y... Esa humana. Esa humana de piel morena con la que se había encontrado esa noche. Ese número de teléfono. Ese cálido abrazo. Cerró sus ojos un momento recordando ese momento.

De repente sonó su celular.

-¡Waaa!

Asustada por sonido que la trajo de nuevo al mundo real dejó caer ese aparato.

Desesperada lo recogió y presionó el botón para atender la llamada.

-Ah... Eh... Este...

Tenía problemas porque no recordaba lo que decían los humanos para saludarse.

-¿Hola?-dijo la voz del otro lado de la línea.

-¡Ah sí! ¡Era eso! ¡Hola!

-Hola Iris. Me recuerdas, ¿cierto? Te di mi número de teléfono cuando nos encontramos esa noche. Tú... me abrazaste.

-Sí, te recuerdo.

Oyó un suspiro.

-Ah. Menos mal. Pensé que podías haberte olvidado. Perdona que me tardara en llamarte. Mucho trabajo y bueno... No sabía si podías estar muy ocupada con tu trabajo en esa compañía.

-No te preocupes. Tengo tiempo para salir algún fin de semana o un día de semana a la salida del trabajo. Puedo pasar a verte.

-Genial. Este sábado al mediodía. ¿Te parece?

Arreglaron donde encontrarse y la hora.

-Bien. Te veré entonces, Iris.

-Hasta pronto, Astrid. Cuídate mucho.

Terminó la llamada y luego fue a su habitación para cambiarse de ropa.

Como ángel de la guarda usaba ropa más casual y de colores vivos. Si llegaba a necesitar manifestarse frente a un ser humano debía tener un aspecto que ellos suelen pensar que debería tener un ángel.

Ese era un día jueves. Por lo cual empezó a preguntarse cómo debía vestirse para encontrarse con una humana. Sabía que eso era lo que llamaban una cita.

El amor es un... ¿demonio?Место, где живут истории. Откройте их для себя