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Vaggie gritó, sacando su brazo del suelo, viendo que aquella rama que la sostenía ahora lucía terroríficamente a una mano pálida y delgada.
Tiró, tiró y tiró; consiguiendo así soltarse, cayendo de espaldas al suelo. Contempló con horror como la tierra se abría en dos, dejando salir lentamente a un ser pálido cual papel; luchando por ser libre al fin.
Se incorporó finalmente aquella figura a unos metros de ella, y Vaggie pudo apreciar a una joven rubia con sus ojos rojizos y vestido blanco; observándole.
─Acepto. ─ Susurró la chica, el cadáver, tendiéndole la mano con una siniestra sonrisa en los labios.
Vaggie no lo dudó, girándose en la tierra antes de salir corriendo cual alma que persigue el diablo.
No se permitió mirar atrás, ni siquiera cuando cayó de cara al suelo y se arrastró entre las tumbas antes de seguir su huida. Definitivamente, los lagos congelados y los árboles eran sus peores enemigos; su ojo morado, su rodilla raspada y ropa rasgada se lo indicaban.
Se detuvo en el puente de piedra respirando profundamente, en busca de aquel cadáver, mas no importaba hacia dónde mirase porque no se veía por ninguna parte.
Respiró con calma, encaminándose hacia su casa, pero al momento de girarse se halló frente a frente con ese cuerpo viviente; provocando tal susto que cayó de espaldas golpeándose la cabeza con fuerza.
Quedó inconsciente.
[...]
─Llegó una nueva. ─ Gritó alguien, muy cerca suyo, pero Vaggie no podía verle aún con su ojo cerrado.
─Perdió el conocimiento, ¿Estás bien?─ Una mano, algo fría, la tomó de la nuca y le ayudó a incorporarse.
Vaggie se sentó, abriendo su ojo lentamente, observando a su alrededor. Definitivamente se había golpeado muy fuerte.
─¡La nueva respira!─ Volvió a gritar un tipo, un esqueleto en realidad, uno muy bien vestido.
─¿Tienes hermanas muertas?─ Una señora, o cadáver, muy regordete apareció, empujándola.
─¡No está tiesa!─ Chilló un niño muy demacrado, sentándose encima suyo.
Cadáveres, esqueletos, apuñalados, con disparos, algunos incluso con sogas atadas al cuello o los brazos cortados, pies en bloques de cemento.
Vaggie estaba horrorizada, y eso era decir poco.
─¡Por las esposas!─ Gritó alguien, y recién en ese momento Vaggie reaccionó.
─¿Cómo que esposas?─ Balbuceó, y sintió como su mano era tomada por aquella chica que la había perseguido, mientras le sonreía.
─En el bosque, tú dijiste los votos a la perfección. ─ Explicó en un susurro, tan tímida y tierna, que algo extraño se removió dentro de Vaggie.
