Capítulo 6: La infame fiesta en Telchac

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Esteban le dio la botella de tequila —Toda tuya. Ahoga las penas, prima.

—Gracias —Ella tomó la botella y nuestros caballitos—. Vamos a buscarnos un rinconcito en el que podamos perder el glamour sin hacer el ridículo como ese pobre diablo —mi amiga señaló al borracho de la entrada, quien ya se había dejado caer sobre los mismísimos arbustos sobre los cuales había estado vomitando.

—¿Quieres unos taquitos, bebé? —Karina rascó la barriga de Esteban; él asintió, la abrazó y ambos se fueron a parar cerca del asador.

Ana y yo nos llevamos el tequila y los caballitos, pero también una botella de refresco de toronja y unos vasos rojos desechables.

Caminamos sobre la arena, dejando atrás a quienes jugaban una cascarita de futbol, para llegar al área de camastros y tomamos asiento una frente a la otra. Preparé dos Palomas, le entregué una y choqué mi vaso contra el suyo.

Bebimos.

—¿Qué hizo Andrés?

—Se estaba acostando con alguien más —La brisa le revolvió el cabello.

—¿Cómo te enteraste?

—Me lo confesó —Ana bebió un poco más—. Llegó a mi casa hace rato con los ojos hinchados y mirada de culpabilidad.

—¿Y luego?

—Hace seis meses conoció a una chava en un foro, se hicieron amigos y comenzaron a chatear por las noches.

Ana bebió, yo también.

—Un tiempo después coincidieron en una reunión del foro, intercambiaron números telefónicos y comenzaron a llamarse; una cosa llevó a la otra y comenzaron a acostarse.

—Imbécil —interrumpí.

—Daniela —Ana se aclaró la garganta—, así se llama, le llevó hoy los resultados de su examen de sangre; está embarazada.

No supe qué decir, pero mis palabras no eran requeridas. Ana tenía suficientes.

—El maldito hijo de mil putas se ha estado tirando a otra vieja por cinco meses y me lo dice hoy, únicamente porque está embarazada... —Su voz se cortó—. Ella lo amenazó con decírmelo si él no lo hacía.

Me levanté de mi camastro para sentarme junto a ella. Y por primera vez en los años que llevábamos de conocernos, la abracé. Ana comenzó a llorar, por lo que tuve que descifrar el resto de la historia entre sus sollozos: Andrés le había jurado que Daniela no significaba nada para él, que estaba arrepentido y luego le pidió que lo perdonara.

Cuando Ana se calmó, serví tequila hasta el tope de los caballitos. En esa ocasión, se empinó la bebida en un movimiento rápido y sin hacer muecas. El resto de la botella se nos fue entre Palomas tibias y caballitos. No supimos cuánto tiempo había pasado cuando el alcohol se terminó.

—No estoy inconsciente. Yo quería quedar inconsciente —reclamó, sosteniendo la botella de cabeza, pegándole a la base para obligar a las últimas gotas a salir.

—Pero sí estás ebria —aseguré

—Ni tanto —Se puso de pie y entonces la gravedad le jugó una mala pasada.

—¡Suelo! —dije entre carcajadas—. ¿No que no?

—No perdamos el punto de la conversación —Ana se incorporó, su cara estaba cubierta de arena.

—¿Y cuál es el punto?

—Que quería olvidarme del perro de Andrés —Ana se subió a gatas al camastro—. Por lo menos sé que no estoy en mis cinco sentidos. Algo es algo.

Sólo a ella | #PGP2024Where stories live. Discover now