Ambos aún están vivos, pero casi irreconocibles. Lucen barbas de muchos días, el rostro grasiento de suciedad como sus ropas, los cuerpos encorvados y tensos... Me arrodillo ante Malkolm. El intento de tocarlo se desvanece sobre su piel. Arrugo mi cara, dolida por la imposibilidad, pero aun así, paso mi mano alrededor de su cabello oscuro e imagino el sentirlo. Y lo hago con su mandíbula poblada de barba, su cuello despejado y sus alineados labios. Ansío el calor de su ser, no puedo vivir sin ello.

Lo amo mucho. No sé si volveremos a encontrarnos. Y esta vez, las cosas son más difíciles y mortales.

—Si no me encuentras, lo haré yo y no voy a soltarte jamás, mi lobo gruñón —Juro con la voz estrangulada.

Me incorporo con las lágrimas apunto de desbordarse de mis ojos. Miro a Breyton al recordar su presencia. Su mirada rojiza es más oscura y siniestra, rodea con ella el perímetro. Está vigilando o esperando, o ambas cosas. Su espalda se despega de la corteza del árbol.

—Lo has oído, ¿verdad?

—Sí —Responde Malkolm. Suspira profundamente, antes de sacarse la camisa mientras Breyton prepara el arco—. Voy a rodearlo.

¿Rodearlo? ¿A quién se refiere?

Pero mis dudas acaban en una sola. El miedo me atenaza cada célula de mi cuerpo y es cuando escucho el siseo del monstruo que nos atacó en el bosque.

Joder, no lo maté.

Pierdo de vista a Malkolm. Solo se puede sentir su cruda transformación en el aire.

No, no, no. No puede enfrentarse a él o lo matará.

Sin embargo, de sólo impulsarme a correr hacia el, caigo en un profundo hoyo.

La visión termina.

Despierto sin poder respirar, como si me ahogara en mi propia sangre.

Me incorporo a un lado, mirando hacia el borde del lecho. Toso cada vez más fuerte, con la necesidad de expulsar el líquido que interfiere en el conducto de mis pulmones. Y lo hice. Paralizada, observo un charco oscuro en el suelo, como sangre cuagulada, pero por el olor sé que no es. Y me doy cuenta después que estoy ardiendo y temblando a la vez. Fiebre. Sé que la herida en mi pierna debe ser más grave de lo que yo e Ivonne suponíamos al principio y es posible que el monstruo me transmitiera una clase de veneno que ralentiza mi proceso sobrenatural de curación. Mi sospecha empezó a tomar claridad.

Minutos después, me sobresalto por el sonido de unas pisadas fuertes. Ivonne empuja la puerta con una mano ennegrecida mientras que con la otra sostiene el asa de la cesta llena de hierbas y hortalizas que indica que estaba recolectando. Sus ojos castaños saltan a una Sarah que sólo sabe sollozar y temblar y luego pasan al vómito oscuro. Deja tirar la cesta y saca una piedra de su cinturón que cuelga decenas de saquitos. Cierro los párpados, pues estos pesan como la presión en mi pecho. Mi cabeza termina entre la almohada y el hueco del colchón. Siento la mano de la mujer sobre la mía. Abre mi palma y deposita, lo que creo que es la piedra de cuarzo, y me obliga a mantenerla conmigo, como si tratara de un amuleto protector, algo que seguramente sea cierto por sus costumbres y creencias.

—Ese monstruo es poderoso. Ahora entiendo como ningún guerrero cambiaforma quedó con vida. Debe haber sido enviado por un dios de la muerte o semejante. El olor que desprendes es como las aguas que transportan a los muertos de las batallas...—Ella habla con tono de sorpresa. Tengo que esforzarme por seguir sus palabras. Toca con sus nudillos la superficie húmeda de mi frente—. Y no estás muerta todavía... no sé por qué. Pero estás en camino y poco podré hacer.

Mi cuerpo lo sabe. Mi mente está entre la inactividad y una realidad pétrea. Voy a morir si sigo así. Lo haré sin ver a mi bebé y despedirme de Malkolm. Tiemblo de nuevo, pero esta vez es porque lloro en silencio. La piedra que contengo en mi mano está caliente como el fuego que abrasa mi sangre. Si es protectora, si es mágica, quizás halla esperanza. Siempre la hay. Me surge un pensamiento a partir de esto. Me enfada por no haberlo recordado desde que desperté en la casa de Ivonne o peor, saber que es lo único que tengo de ayuda. No. No lo hice porque no estaba al borde la muerte como ahora.

Llámala, a Daiah, aunque pierdas su juego. Hazlo por tu vida y la del bebé.

Ivonne se levanta de un salto por un estruendo en su puerta exterior y yo la hubiera seguido si no estuviera encamada. Sale rápidamente con un cuchillo de hoja curva, una hoz que escondía en su cesta. Continúo con la mitad de la cara aplastada y con la mano hecha puño donde está la piedra. No tengo fuerzas para nada más. Soy un maldito peluche deshecho. Escucho a Ivonne alzar la voz sobre de la de un hombre que conozco. Puede ser que la fiebre me empuje a imaginarlo... Alguien entra a trompicones. Abro los ojos y de hacerlo, me encuentro con el rostro de mi verdadera pareja, Malkolm. Al principio, me cuesta creer que esté aquí hasta que reconozco su calor en mi piel. Es inconfundible. Su sensación y el olor que le acompaña. Puede que no supere el grado de temperatura de mi cuerpo enfermo.

—Dime que eres el verdadero Malkolm...—Sollozo— Reconozco tu olor. Hueles otra vez a chucho mojado, pero no basta... —Abandono mi ánimo porque me vienen imágenes sangrientas de lo que viví en el castillo y fuera por confiarme.

Puedo ver sus labios estirarse y abrir, deja ver un colmillo. Tiene una barba espesa, pero no tanto como lo recuerdo en nuestra visión.

—Lo soy, Sarah.

Su respuesta no es suficiente. He visto que se pasean seres que cambian de piel y fingen ser otros.

—¿Cuál es nuestro cuadro? —Le lanzo la pregunta entre una tos seca.

Malkolm limpia la comisura de mi boca.

—Las tres gracias —contesta suavemente.

No sé si se puede apreciar mi sonrisa llena de felicidad. Es el único de este mundo que sabe que cuadro nos unió al conocernos. Le daría cientos de besos, lo asfixia con mis abrazos, le haría el amor noches seguidas... Él se adelanta en atrapar mis labios. Es dulce y lento, trata de no superarse porque sabe que no podré en mi situación. Mi corazón parece latir con más fuerza gracias a él, es como si su beso me diera un trocito de su vida. Después, lo siento acariciar mi tripa sin apartar los ojos sobre los míos aunque pierda fuerza de mantenerlos abiertos.

—Sea lo que le atacó, es más fuerte que mis habilidades —dice Ivonne detrás de él.

Él me ayuda a colocar mi cabeza sobre la almohada. Inspecciona la infección de mi pierna tras apartar la venda.

—Hay una solución, pero necesito ayuda de otra persona.

✨🌙✨

N/A

Gracias a las lectoras que siguen esta historia. No he pasado mi mejor año como escritora, pero de algo estaba segura y lo sigo y es terminar la bilogia aunque me cueste años. Así estoy de vuelta, recuperándome poco a poco.

Las quiero 🥰

Pregunta:

¿Les gusta los saltos de tiempo?

El próximo continúa con el capítulo 4 🫢 o si prefieren seguimos con este.

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El alma de la sacerdotisaحيث تعيش القصص. اكتشف الآن