—Gracias —murmuro.

—Es pronto para darme de las gracias.

—Me recogiste, eso se agradece.

Ivonne suspira descontenta.

—Te recogí por otros motivos —dice de incógnito.

Me pregunto cuales, menos de tener simpatía conmigo.

—¿Fui la única superviviente?

—Al parecer, sí.

Un barullo de emociones inquietas se queda en mis sistema digestivo.

—¿No encontraste a Breyton?

—No. Y no me preocupa. —dice con voz áspera.

Pero no creo sus palabras. La muerte de Breyton podría cambiar el rumbo de todo y afectar su tratado de paz, aquel que mantenía su pequeño territorio dentro de los cambiaformas.

La observo con atención cuando se estira hacia mi pierna. El tamaño de mi vientre me impide ver el estado de la herida. Así que busco una pista en la reacción de la bruja. No me gusta la línea facial que se forma en la barbilla y la frente, tan hundida y lineal, haciendo aparentar unos años más.

—¿Tan mal está? —Hago un intento de alzar la cabeza, pero parece que lo único que puedo es ladearla.

Se mantiene callada. Otra afirmación de que no va bien la curación. Empiezo a temer lo peor.

—¿Por qué no siento nada? —Mi voz sale asustada.

—Hice un conjuro, para que descansaras sin dolor —Y sin dejar de mirar la herida, inquiere—: ¿Qué te ha atacó?

¿Qué me atacó? Ni si quiera yo estoy segura.

—Fue un monstruo —confieso a lo que único que no tengo dudas.

Su mirada vuela como una bala hacia mí.

—¿Qué clase de monstruo?

—Uno sacado de una maldita pesadilla.

—¿Y qué haces viva tras luchar con un monstruo horrible e imparable? —Expresa incrédula, con una risa seca, repasando mi cuerpo débil. Puede que mi inmutable rictus fuera serio y le hizo cambiar de actitud—: ¿No te habrá dejado viva por un motivo?

—No estaría tan grave —contradije. De momento me reservo el dato de que el monstruo posiblemente estará muerto y a sabiendas que me interrogaría a fondo, llegando a saber de mis poderes. Y nunca, nunca, debo subestimar a una mujer y una poderosa como lo es una bruja del bosque.

—Si me entero que ese monstruo del que hablas sigue vivo y se acerca a mi territorio buscándote, le pondré las cosas fáciles. ¿Lo entiendes? No me importa que seas una pobre chica embarazada y herida.

Me esfuerzo por asentir y sobre todo por no creerla. Arrugo la tela del camisón donde reposa mi tripa abultada.

—El bebé es fuerte —dice mientras se limpia las manos en su delantal—. Limítate a recuperarte antes de dar a luz.

✨🌙 ✨

No calculo con exactitud los días por la ausencia de luz natural y los efectos somníferos de las medicinas de Ivonne aunque ésta a veces me empuje a moverme tanto dentro como fuera del camastro para bañarme con un trapo frío de agua que olía parecido a la menta. Y realiza cantos de nuestra lengua y otro lejano. Tengo que ser sincera: me calma escucharlos, como las nanas de mi madre o la voz de tía mientras me leía un cuento.

Cuando duermo, sigo soñando y esperando por encontrar una visión que me dé esperanzas.

Y llega.

Estoy en el bosque con la misma túnica que duermo y con los pies descalzos. La noche está cerca, los insectos nocturnos empiezan a hacerse oír. Me giro, buscando aquello que debo ver. Y lo hallo. Es un hombre que está de espaldas, sentado sobre una capa de piel, cerca de una pequeña hoguera. Me acerco a hurtadillas y me siento estúpida porque soy quien observa y escucha, pero nadie puede hacerlo conmigo. Y cuando estoy lo demasiado cerca para detallar sus facciones, sé que no está solo. Mi corazón palpita estrepitosamente. Miro a los dos hombres con una felicidad que me desborda, tanto que muero por gritar y brincar.

El alma de la sacerdotisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora