CAPÍTULO 25 .- tercer fragmento

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Concetta salió de su trance cuando el aletear de las alas de Alan la alertó. En el ingreso de otra ventana contraria a la cual ella prestaba atención.

Miro la hora y se dio cuenta que ya iba a amanecer.

—Ya empezaba a pensar que te capturaron —dijo Concetta—. Pensaba tomar mis cosas y largarme de aquí.

—¿No irías a mi rescate?

—No creo que te dejarían vivo —replicó ella—. Yo no lo haría, eres insoportable.

Alan chasqueó con la boca.

—Fueron difíciles de encontrar —dijo sentándose en la mesa y sirviéndose un vaso de agua—. Tenías razón Ceta, los hijos de puta están bajo tierra.

Alan le explicó todo lo que había visto.

—¿Por qué no hiciste que tu espectro los siguiera abajo?

—¿No crees que una serpiente de fuego iluminaria un lugar tan oscuro? —dijo en un tono burlesco—. Además, que no sé qué magia había ahí, me hubiera expuesto.

Concetta asintió.

—Creo que esta vez debes acompañarme sí o sí —dijo Alan—. No tengo idea de que habrá ahí abajo y no sé nada sobre magia egipcia.

—Yo también estuve pensando eso —asintió Concetta cruzándose de brazos—, pero es muy peligroso dejar a Belial solo.

—¿Be... ? —Alan frunció el ceño—. ¿Le pusiste nombre a esa cosa?

—Es un niño.

—Por el amor a la estúpida diosa luna, ¡Es un demonio!

—Tú también lo eres y tienes un nombre —dijo Concetta decidida.

—¿Y porque le pusiste ese nombre precisamente?

—Como lo encontramos en la tumba del amigo de tu demonio, creí que sería un bonito gesto —dijo ella sonriendo—. Además, tiene cara de Belial, ¿No crees?

Alan suspiró y contuvo un conjunto de insultos.

—Lo dejaremos con mi sobrino —propuso Alan.

—¿El hijo del imbécil de Luke? —preguntó ella escéptica.

—¿Tengo otro sobrino en Egipto?

—Eso sería muy peligroso —replicó ella—. Podrían descubrirnos rápido.

—Sería perfecto en caso algo nos pasara —explicó Alan—. Le daré indicaciones de llevarse al engendro directo al Reino y dárselo a Jaime para que lo encierre.

Concetta miró preocupada al pequeño Belial.

Alan gruño.

—Te dije que no te encariñes con él —dijo duramente—. No es tu hijo.

—Lo sé —respondió ella mirándolo fulminante—. No tienes que estar repitiéndomelo idiota.

—Lo llevaré dentro de unas horas —dijo Alan—. Hoy es luna nueva y tenemos que estar en marcha antes del anochecer.






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