Capítulo 1.

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-¿Sí?

Vio que la mujer daba un respingo al oír la voz inesperada. La mujer miró a su alrededor sobresaltada y por fin se fijó en el altavoz que había en el marco de la puerta. Vacilando, la mujer se echó hacia delante y habló en el altavoz.

-¿Señorita... señorita Jauregui?

-¿Qué quiere?

-Me gustaría hablar con la señorita Jauregui... por favor, señora. -Las claras características de un acento americano entraron por el interfono.

-¿Y si ella no quiere hablar con usted?

La mujer frunció el ceño y se echó hacia atrás, con expresión de sorpresa, rápidamente seguida de enfado. Por alguna razón, eso hizo sonreír a Lauren. Decidió que esa monada de expresión indignada le pegaba a la castaña desconocida que estaba al otro lado de su puerta. Suspirando, tomó una decisión y abrió la puerta de golpe, volviendo a sobresaltar a la mujer.

-Ahora estoy ocupada, ¿qué es lo que quiere?

La castaña se quedó allí plantada mirando a la aparición que tenía delante, con la boca abierta de asombro. Era como si una diosa griega se hubiera materializado de repente ante ella. Lauren se echó hacia delante y chasqueó los dedos ante la cara de la mujer.

-¡Oiga! ¿Qué hace? -reaccionó la castaña, recuperando la capacidad de procesamiento mental.

-Mire, guapa, estoy sudorosa, hambrienta y bombeando -dijo, volviendo el brazo y enseñándoselo a la castaña-. Y la verdad es que no me quiero quedar aquí hablando con usted. Si tiene algo que decirme, dígalo ya para que las dos podamos continuar con nuestra vida, ¿vale?

La mujer miró el brazo que le presentaba y tragó con fuerza. Evidentemente, ver la sangre que palpitaba y bombeaba en las venas y arterias de Lauren de una forma tan alarmante no era algo que le apeteciera mirar, pero, como cuando hay un accidente de coche, al parecer era algo de lo que no podía desviar la mirada.

-Qué asco. -Arrugó la nariz con un gesto de repugnancia-. ¿Qué demonios se está haciendo a sí... misma? -dijo, levantando la vista para encontrarse con unos penetrantes ojos verdes que simplemente la volvieron a dejar sin voz.

-Oh, por amor de Dios, estoy haciendo ejercicio, ¿qué parece que estoy haciendo?

-Puaaj... ¿y duele?

Lauren frunció el ceño ante la inesperada pregunta.

-¿Que si duele el qué?

-Toda esa sangre corriendo por ahí.

Lauren se miró el brazo, algo desconcertada, como si notara el exceso de flujo sanguíneo por primera vez.

-Eeeh, no... siempre hace eso cuando hago mucho ejercicio.

-Caray -fue lo único que dijo la castaña durante un rato-. Llevo toda la vida yendo al gimnasio y nunca había visto eso hasta ahora, en nadie.

-Ya, bueno... a lo mejor no se esfuerzan tanto como yo. -Lauren casi sonrió, pero consiguió evitarlo. Notaba que el bombeo iba cediendo, volviendo a la normalidad, y que las venas volvían a situarse bajo la superficie. Tardaría mucho rato en conseguir que volvieran a sobresalir. Suspiró-. ¿Qué es lo que quiere, señorita...?

-Karla Camila Cabello, pero todo el mundo me llama Camila -dijo la castaña, alargando la mano. Lauren se secó la mano en los pantalones cortos y aceptó de mala gana la mano que se le ofrecía. Camila se la estrechó con un vigor sorprendente.

-¿Qué puedo hacer por usted, señorita Cabello?

-Me gustaría contratarla como guardaespaldas durante unos días.

LA COBARDE (CAMREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora