– Te lo dije, así que quizás va siendo hora de que te divorcies–me miró con burla, cerré los ojos girando la cabeza hacia otro lado

– Pues a no ser que ese niño sea del espíritu santo, no sé cómo podría ser mío–lo miré sorprendida– Jamás nos acostamos, no entiendo esta estupidez–tiró los papeles en la cama, lo contemple impactada ante sus palabras, la miré a ella, estaba tensa, incluso pálida

– Es tuyo, no estuve con na–

– ¡Cállate!–rugió interrumpiéndola– ¿Qué te dije Octavia?, que no me provocaras o te verías envuelta en una situación que no te gustaría–la miraba de una forma que no auguraba anda bueno– Agradece que estas embarazada, de lo contrario...–dejo la frase sin terminar, sonrió de una forma maliciosa que hizo que un escalofrió me recorriera la espalda

– Yo...–no era capaz de decir nada, sus ojos se posaron en mí, había miedo

– Tú nada, busca al padre de tu hijo, y no vuelvas a aparecer delante de mí, de lo contrario...no seré ten bueno–ella agarró los papeles, y se marchó casi corriendo, el silencio inundo la habitación, respiré hondo limpiando la lágrima que había conseguido escapar

– Por hoy me iré a casa–comenté caminando hacia la puerta

– Daniela, perdóname, esto es culpa mía–me detuve en seco– Espero que esto no haya estropeado las cosas entre nosotros–suspiré girándome a mirarlo enfadada

– ¿Nosotros?, No hay un nosotros y mucho menos después de esto–

– Mi amor yo quiero recuperarte– sonreí negando con la cabeza

– No soy tu amor–me quedé callada ante el nudo que ejercía presión en mi garganta, suspiré retomando el camino hacia la puerta

– Déjame explicarte las cosas, por favor–

– Por ahora me voy a casa, no quiero escuchar nada–respiré hondo intentando no llorar– Volveré mañana–

Al día siguiente desperté con dolor de cabeza, había dormido realmente poco, mi mente no paraba de darle vueltas a lo sucedido con Octavia, ella había mentido haciendo que creyera en su palabra, pero esa posibilidad estuvo ahí por culpa de Fabrizio y su mentira, aunque tampoco tenía muy claro en que fuera una.

En mi cabeza sus gemidos, aquella noche en la que los vi besarse, estaba grabadas a fuego en mi cabeza, eso no podía ser una mentira.

Suspiré saliendo de la habitación, lo mejor era no darle más vueltas y dejarlo en el olvido por ahora, caminé por el pasillo hasta llegar a la cocina, me quedé quieta al ver varios ramos de rosas rojas repartidos entre la cocina y el salón.

– ¿Te las envía un admirador?–pregunté sonriendo con picardía mientras me servía una taza de café

– No–comentó acercándose a mí con una tarjeta blanca en mano

– ¿Carlo?–cuestioné agarrando la nota leyéndola, una sonrisa se escapó de mis labios al ver que eran para mí, de parte de Fabrizio, rápidamente la borre

– Parece que comienza a tomárselo en serio–miré a Julia apoyada en la barra, solo asentí volviendo a leer la nota, suspiré comenzando a romperla para después tirarla a la basura– ¿Por qué lo has hecho?–

– No puedo perdonarlo, no mientras no sepa qué diablos es verdad...y que es mentira–me miró algo confusa, suspiré comenzando a contarle lo sucedido

Después de contárselo, nos quedamos en silencio, empezó a hablarme de su embarazo, sobre que ella y Carlo, habían quedado en que él la acompañaría a todas las citas médicas, cuando comenzaran los antojos ella debía llamarlo sin importar la hora, cuando ella tuviera el embarazo muy avanzado, uno de los dos se mudaría con el otro.

– ¿Sientes algo por él?–pregunté haciendo que se quedase callada, sonrió con algo de pesar y asintió

– Creo que sin quererlo, me enamore de él, pero no creo que algo entre nosotros pudiera funcionar–

– ¿Por qué no?–

– Él es un mujeriego, yo no puedo estar en una relación, además, aunque lo intentásemos, si llegara a salir mal perjudicaríamos a nuestro hijo–comentó soltando un suspiro

– No tiene por qué ser así, si sale mal simplemente podéis ser amigos–

– No quisiera arriesgarme, lo mejor es que las cosas se queden como están, y si llega a surgir algo entre nosotros, pues adelante–asentí mirándola con una pequeña sonrisa, la cual me devolvió.

Baje del autobús, la verdad no sabía si hacia bien en volver, suspiré caminando hacia la entrada del hospital, me detuve al escuchar mi nombre, busque alguna cara conocida hasta que mis ojos se encontraron con el rostro de Isabella quien se acercó con una amplia sonrisa

– Hola, ¿Cómo estás?, hacía días que no te veía–pregunte dándole un beso en la mejilla

– Bien ¿y tú?, no he podido venir, las niñas han estado con gripe–

– Igual, ¿están bien?–cuestioné con preocupación, ella asintió con una sonrisa

– Si tranquila, ahora están en casa comiendo un trozo de pastel que plácida les ha hecho, esa mujer las consiente demasiado–ambas reímos– ¿Y la herida cómo va? Carlo me dijo que una de ellas volvió a abrirse–me miró con picardía, me sonroje desviando la mirada, la escuche reí con gana

– Cuanto tiempo sin verte, querida sobrina–dijo una voz detrás de nosotras, ella se tensó, se puso pálida, giré la cabeza viendo a Constantino, nos miraba con una sonrisa cínica– Con los años te has puesto más bonita–

– Isabella, recuerda que Fabrizio te está esperando, sabes que no le gusta que lo dejen esperando–comenté haciendo que me mirase, asintió de forma torpe, entro al hospital casi corriendo– Es un placer volver a verlo, señor De Rosa–lo miré con una falsa sonrisa

– Lo mismo digo, pero no me digas señor, me haces sentir viejo–

– Claro, ¿Qué te trae por aquí?–pregunté cruzándome de brazos

– Me entere del atentado que sufrió, quería saber cómo estaba–sonrió cínicamente

– Se encuentra muy bien, pronto le darán el alta–él asintió sin borrar su sonrisa

– Me alegro, subiría a verlo, pero dudo que le guste mi visita–

– También lo pongo en duda–nos quedamos en silencio mirándonos mutuamente

– Nos veremos pronto–dijo con una mirada maliciosa la cual me puso más nerviosa de lo que me hacía sentir, dio media vuelta alejándose, mezclándose entre la gente.

Entre tus Manos [Versión antigua]Where stories live. Discover now