Estos días he estado atravesando una ola de emociones que no hacen más que hundirme y, de pronto, llega una que me da mil vueltas en el mar antes de llevarme a la superficie. ¿Oliver es siquiera consciente del efecto que produce en mí con solo soltar un par de palabras?

Guardo silencio por unos segundos y eso es una señal de alerta que hace que él al fin me vea directo a los ojos. Yo soy el que se siente avergonzado ahora y el que lucha contra el impulso de bajar la mirada, sobre todo porque me ve con detenimiento y con tanto embeleso que no puedo evitar sentirme como si fuese mi primera declaración. Y sus ojos, Dios, sus malditos ojos tampoco me la ponían fácil. El café en sus ojos verdes me gusta mucho, parece como si el color de los míos se ha mezclado con el verde de los suyos para formar un nuevo color.

—¿En serio te sorprende? Creí que era obvio. —Rasca su cuello soltando una risa nerviosa.

¿Obvio? ¿Tenemos la misma definición de "obvio"? Por lo que a mí respecta, decir "no me gustas ni me gustarás" no es nada obvio. Sin contar que desde siempre ha coqueteado de broma con todos, ¿había siquiera una diferencia de cuando coqueteaba conmigo?

Junto las cejas porque ahora me siento atacado. Si hubiera sido obvio lo hubiese notado, no soy imbécil.

—Coqueteabas con todos —le recuerdo con un tono irritado—, ¿cómo iba a saber que era en serio?

—Solo coqueteaba contigo. —Intenta llevarme la contraria. Lo miro incrédulo y él se ríe entre dientes—. Sí, tal vez coqueteaba de broma con los demás, pero eso era antes de que...

Se calla de pronto y enseguida mira hacia el suelo de nuevo, ocultándome sus próximas palabras. Cruzo mis brazos sobre mi pecho y ladeo un poco mi cabeza. ¿Qué estás callándote, Owen?

—¿De qué?

Sonríe con nerviosismo y continúa sin responderme. No quiero sonar desesperado, sin embargo, es inevitable que no esté ansioso por saber lo que ha estado manteniendo en secreto, sin contar que ahora mismo soy un manojo de nervios.

—¿De qué? —insisto.

—De que tuviera el mínimo chance —murmura. Dios, sé más específico.

—¿El chance de qué?

—De poder estar contigo.

Mi rostro enrojece un poco a la par que una corriente eléctrica me recorre el cuerpo. Aún no sé cómo es que mis piernas no me han flaqueado con sus confesiones o cómo es que el corazón no se me ha salido del pecho. Esto es demasiado para mí.

Ahora que lo pienso, no ha coqueteado de broma con alguien más desde que iniciamos el acuerdo y coqueteó aún más conmigo luego de que le marcara. ¿Le gustaba antes de que iniciáramos la rara relación que tenemos? Suena incluso más irreal y tonto. Todo este tiempo supuse que no era mutuo, ¡hasta me obligué a dejar de verlo de esa manera!

Dios, lo mucho que el Jean de hace cinco años se estaría riendo y sintiéndose como un idiota por haber ocultado lo que sentía en lugar de haber sido valiente.

Los dos nos quedamos callados y el silencio se hace nuestra compañera por los próximos segundos. Tengo muchas preguntas atascadas en mi garganta y muchas emociones acumulándose en mi pecho que me dificultan el poder decirle algo. Reúno todas mis fuerzas para hacerle la pregunta que no me deja hablar.

—Antes de la llamada... ¿Te gustaba?

Lo veo tragar duro, pero no hay dudas en su expresión, me mira decidido y de una forma tan intensa que me pone los pelos de punta. Siento que está viéndome a través de los ojos del Oliver de hace cinco años y tal vez siento que es así porque yo también estoy viéndolo de esa forma. Los dos estamos viéndonos como si tuviéramos trece años otra vez, como si ellos se estuvieran confesando.

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