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—¡Su puta madre!— Acabo de despertar y lo primero que veo es la hora, voy a llegar tarde a la universidad.

Me levanto rápidamente de la cama y me voy al baño a lavarme los dientes y cara. Después voy al armario y cojo lo primero que veo, un pantalón gris y una camiseta negra.

Agarro mi mochila y salgo de la habitación y voy al salón. Antes de salir por la puerta me doy cuenta de que no tenía los zapatos puestos.

—Mierda.— Voy rápidamente a coger los primeros que veo, unos zapatos negros, y me los pongo.

Finalmente salgo de la casa y cojo el bus.

Una vez sentado suspiro y luego decido mirar por la ventana pensando en si me daría tiempo en no llegar tarde.

Pasan los minutos y sigo mirando, hasta que el autobús se para en otra parada.

—No puede ser... Me cago en la vida que me ha tocado.— Veo que en esa parada está el maldito de Dabi. Rezo para que no se suba a este bus.
—Porfavor que este no sea su bus.— Susurro. Ay dios, ahora me está mirando con una sonrisa.

Desafortunadamente se subió. Cuando entró se acercó a mí sin quitar esa sonrisa de antes.

—Hola ¿Me puedo sentar aquí?— Preguntó apuntando el asiento vacío.

Lo miro con mala cara.—No.— Dejo mi mochila en el asiento vacío.— Está mi mochila. Vete a otro asiento.—

El pelinegro no hizo caso. Quitó mi mochila, la puso en mis piernas, y se sentó. Iba a quejarme pero el pelinegro empezó a hablar.

—¿Qué tal estás?—

—Antes estaba bien pero ahora que te he visto estoy de mal humor.— Dije serio volviendo a mirar por la ventana.

—Que cruel.— Dice fingiendo tristeza. —¿A donde vas?—

—A la universidad.— Respondo seco.

—¿Qué estudias?— Suspiré ya harto de sus preguntas. Lo miro y le digo.

—Artes escénicas. ¿Ahora me vas a preguntar por mi DNI o que?— Pregunté sarcástico.

—No, pero por tu número si.— Respondió pícaramente.

—Vete a la mierda. No pienso darle mi número a un ladrón.—

—Eres muy grosero.— Dijo haciendo un puchero.—Porfavor pásame tu número, venga porfa.—

—No, no y no.— Dije moviendo la cabeza y haciendo una equis con los dedos.

El pelinegro intentaba convencerme, pero yo no le hacía caso. Vi que por fin llegué a mi destino y me levanté. El chico me estaba mirando confundido.

—¿Te vas ya?— Preguntó.

—Sí, adiós.— Respondí sin mirarle a la cara.

—¡Pero no me has dado tu número!— Exclamó mientras se levantaba. 

—Y no te lo pienso dar.— Dije y me alejé. Pero el muy infantil empezó a seguirme.

Una vez fuera del bus me dirigí a la entrada de la universidad.

—¡Espera!— Gritó Dabi. Vale, esto ya era demasiado para mí. Me gire mirándolo a los ojos fijamente y con mucha ira.

—¡Escúchame bien maldito loco, déjame de una puta vez!— Grité. La cara del azabache cambio a una más seria.

—No.— Dijo en seco.

—Entonces ahí te quedas porque yo ya tengo que entrar si no quiero llegar tarde. Adiós inútil.— Eso último lo dije más enfadado.

¡Ladrón! Where stories live. Discover now