1. Tan cerca y tan lejos

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Dos años después de la tragedia de Michigan

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Dos años después de la tragedia de Michigan

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«No se trata de lo que yo quiera. No importa cómo me sienta.

Importa solo lo que debo hacer. Se trata únicamente de mi obligación»

Esas eran las palabras que me repetía cada mañana cuando el sol iluminaba la punta de las montañas en el horizonte, y cuando se ocultaba por las noches para darle paso a la luna.

Era mi mantra, lo que me repetía una y otra vez para no olvidar lo verdaderamente importante. Mi vida valía por lo que tenía que hacer, por la responsabilidad que cargaba sobre mis hombros. Y mi derrota significaba la muerte no solo para mí, sino para las miles de vidas que debía proteger.

Astra me lo dijo siempre, At no paró de repetírmelo durante el tiempo que estuvo conmigo. Y ahora, en memoria a ellas y en devoción a mi propia obligación, era la forma en la que vivía.

Temis decía que me parecía mucho a Atenea, Sara estaba preocupada por ese mismo motivo. La Corte Suprema estaba encantada con ese nuevo cambio, con la iniciativa reciente que estaba mostrando. Mis amigos no paraban de repetirme que debía cuidarme y que no estaba sola.

Y Andrew solo me decía que no hacía falta que fuera un molde de At, que si hacía las cosas porque me salían del corazón y la cabeza, juntos, estaría bien y me apoyaría. A veces me daba la impresión de que no le gustaba opinar al respecto, no entendía por qué.

Pero en momentos como ese, donde estaba a segundos de saltar de Capella, mi pegaso, hacia un destino desierto plagado de enemigos y obstáculos, no podía evitar pensar en cómo se suponía que la diosa de la sabiduría debía actuar.

Me até fuerte el cabello en una coleta que sujetara cada hebra, pues eso dificultaba mi visibilidad en batalla. También me aseguré de que tanto mi espada como la daga de Astra permanecieran a mi alcance. Y, tomando un último aliento de valor, salté al vacío.

Kamika: Dioses SupremosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora