─Para nada ─ella negó─. Me encanta leer en los días de lluvia, al lado de la chimenea con una taza de té caliente y con mamá a un lado mío, leyendo también. En los días de sol prefiero la compañía de la naturaleza, y desde que Kaltain está a mi lado, me gusta que ella escuche lo que aprendo.

─¿Comprendes que Kaltain no entiende mucho de lo que le dices? ─le preguntó, mientras evitaba reír por las incoherencias que su hermana menor decía. Eireene evitó rodar sus ojos.

─El que no comprende eres tú, hermano mayor ─dijo ella─. Kaltain es mucho más inteligente que tú y cualquier otro hombre en todo Westeros.

Aemond la miró ofendido por sus palabras, pero no dijo nada más. Lo que menos deseaba era ponerse a discutir con su hermana pequeña por ser tan dolorosamente honesta.

─Vamos, tienes otras responsabilidades de las que no puedes huir cada que tienes la oportunidad, 'Reene.

─No comprendo porque padre insiste en ponerme tantas actividades. No permaneceremos aquí eternamente ─murmuró, haciendo una mueca. Aemond la observó confundido.

─¿Planeas irte a algún lado? ─ella lo volteó a ver, frunciendo su ceño levemente.

─Cuando ya estemos casados, no permaneceremos en King's Landing, pese a que vendremos a visitar a todos cuando tengamos la oportunidad ─musitó. Moviendo su mano junto a la de Aemond para adelante y detrás consecutivamente─. 'Nyra se hará cargo de los Siete Reinos, vendremos a ver a nuestros primos, asegurarnos de que todo esté en orden y ella continúe en buena salud. Es lo que padre querría de nosotros. ¿No es así? ¡Peroooo, eso no nos ata a nada, Aemond! ¿No consideras increíble saber que podremos tomar a nuestros dragones e irnos juntos al más allá, poder conocer otras tierras? Oh, será encantador viajar.

Aemond la escuchaba en completo silencio, casi receloso por la idea de que su media hermana permanezca en el Trono. Después de comprender que Rhaenyra le quitaba la asunción a su hermano mayor, Aegon, empezó a simpatizar cada vez menos por ella y sus hijos. Sin embargo, Eireene parecía adorarla cada vez más y siempre aseguraba que sería ella quién se siente en el Trono y dirija Westeros.

No entendía por qué consideraba que su media hermana sería tan buena reina, cuando era más que sabido que los hijos que tenía con Laenor Velaryon no eran más que bastardos que carecían de derechos que los aten a ellos, pero si Rhaenyra termina por sentarse en el Trono tras la muerte de su padre, todos los títulos y tesoros de la casa Targaryen pasarían a ellos.

O al menos de este modo se lo explicó su madre mientras él y Aegon escuchaban atentamente.

─¿Crees que nuestra media hermana servirá como Reina? ─preguntó, su voz escondía el desprecio que sentía hacia la mujer que reside en Dragonstone. Eireene sonrió asintiendo y eso consiguió apaciguar la ira dentro de su cuerpo, aunque solo en pequeñas cantidades.

─Ser mujeres no nos hace menos capaces que los hombres, ¿sabías eso, hermano?

Aemond suspiró, a veces olvidaba que su hermana tiene nueve años cuando habla de aquél modo. Tan segura y confiada de sus propias palabras. Pero luego, recuerda su pasión por los libros y como enriquece su mente constantemente.

─Posiblemente seas la única mujer que me sorprenda con su inteligencia, hermana ─dijo él, sonriéndole─. Por eso sé que seremos una excelente pareja cuando nos casemos.

─Y los Dioses quieran porque vivamos una larga vida juntos, 'Emond.

─Así será ─dijo él, tirando de la mano de su hermana para que ambos comiencen a correr, escuchando la risa de la menor. Así será, volvió a pensar mientras miraba como Eireene se apresuraba a correr más rápido que él.

Cuando la niña llegó junto a su padre, se percató de que su abuelo Otto estaba por dejar la oficina, saludando a su nieta con una sonrisa y un beso sobre su frente, la dejó en compañía del Rey.

Viserys al verla sonrió enormemente. Señaló a su copa y la niña asintió, fue en busca del vino para poder servirle a su padre. Un silencio los rodeó, ella observaba atentamente los lugares en los que los miembros del consejo de su padre se situaban a diario para tratar aquellos temas importantes para el reino. El hombre, tras haber dado unos cuántos sorbos a su copa, observó a su hija menor y dijo:

─'Reene ─la llamó, la niña dejó de prestarle atención a los detalles de la sala y observó a su padre. Eireene lo observó, sus ojos brillantes púrpuras observaron los de su progenitor. El hombre pensaba en el ángel que le cayó del cielo, era tan diferente a sus demás hermanos. No se parecía en nada a ninguno, ni siquiera a su primogénita se asemejaba─, he estado teniendo sueños. Aunque algunos más borrosos que otros.

─¿Acerca de qué, padre?

El hombre sabía que la niña era de confianza, ya había revelado muchas cosas a su última hija y nunca dejó que se escape nada de su pequeña boca. Él comenzaba a confiar más en ella que en cualquiera de los hombres que a diario se sentaban junto a él en esa misma mesa.

─He tenido un sueño mucho más claro que un recuerdo hace muchos años atrás, pero el de estas últimas semanas se sintió tan real como ningún otro. Esta vez soñé con un Targaryen con una corona de rubíes, mientras todos los dragones rugían como uno, las campanas del Septo Baelor sonaba y el pueblo festejaba ─musitó él, acariciando el anillo con la cabeza del dragón en su dedo anular─. Yo ponía a mi heredero en el Trono del Hierro.

─¿'Nyra? ─preguntó, con interés viéndolo. El hombre asintió con su cabeza, acercándose a ella.

─Y mientras Rhaenyra alzaba su cabeza con una corona de rubíes rojos, sentía paz y tranquilidad al saber que dejaba en manos correctas al Reino ─musitó el hombre, acercándose al rostro de su hija─, porque estabas a su lado.

─¿Yo a su lado? ─preguntó confundida, el hombre asintió:

─Eras la Mano de la Reina ─confesó, Eireene lo observó fijo sin comprender completamente las palabras de su padre─. Y los Siete Reinos jamás gozaron de tanta paz.

─¿Ese es tu sueño, padre? ─preguntó ella, sin perder el interés en su relato. El hombre asintió con su cabeza.

─Así es, dejar en las manos correctas el pueblo es la decisión más sabia que deberé tomar ─admitió─. Tú ya eres una niña brillante, cuando crezcas, será aún mil veces mejor que ahora, mi niña. Aspira a ser una buena mujer, siempre. Con la cabeza en alto, los ideales correctos y siempre leal no solo a tu sangre, sino a tu pueblo también.

─Si ese es vuestro deseo, padre ─la niña musitó, con la determinación que una niña de nueve días de su nombre podría tener─, haré todo por cumplir con ello. Lo prometo.

Viserys la observó fijo, tan fijo que Eireene podría jurar que se percató de los miedos que aumentaban dentro de ella. La idea de permanecer lejos de King 's Landing se había desvanecido con el atardecer. Y sin siquiera haberse percatado, una responsabilidad cayó sobre sus hombros, haciendo que se sientan más pesados en su pequeño cuerpo.

El Rey se disculpó con ella mentalmente, pero pese a que muchos hombres habían jurado apoyar a Rhaenyra para que ascienda al Trono, sabía que habían disturbios que él prefería ignorar, no era ningún idiota. Incluso su hermano Daemon había estado dispuesto a pelear contra él por la decisión que llevó a cabo.

El apoyo de su última hija, de su flamante dragón cuya mente sería la que sacaría a su hermana adelante, era todo en lo que apostaba cuando él ya no estuviera ahí para proteger a ambas y apaciguar las llamas de su esposa e hija mayor.

Además de las llamas que lentamente se iban activando, causando pequeños estragos que lo empezaban a hacer sentirse preocupado. Aún así, Viserys jamás renunciaría a la esperanza a la que se aferraba desde hace algún tiempo, Eireene, quizá ella pueda lograr que sus hijos se reunan y convivan en completa paz por las próximos décadas.

─Serás una mujer imparable, 'Reene.

─Espero que usted tenga razón, padre.








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