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El mundo es la definición de un lugar donde la maldad y la bondad prevalecen mutuamente. Es un lugar permanente donde la gente debe enfrentarse a los obstáculos, enfrentamientos y sobre todo, a sí mismos para llegar hacia el camino correcto. Aunque muchas veces no importa si luchas, se fallará dolorosamente tarde o temprano si tu mente no lo soporta. Ian había sido perfectamente consciente de esa definición cuando le tocó caminar en las calles desde una edad temprana.

Él lo sabe; el mundo no solo es de color rosa. La depravación y los males estarán en la oscuridad mientras haya un muro que de sombra.

La lluvia de esa tarde logra acentuar el malestar que lleva consigo en ese instante. Sus pies caminan lentamente mientras el cielo anaranjado comienza a envolver toda la ciudad. El silencio prevalece hermosamente sin ninguna interrupción, con el viento soplando mientras los autos y el ruido de las suelas de los zapatos de la gente se mueven en una forma rítmica al otro lado de donde camina.

Agracho de cabeza, casi encorvado. Ian solo opta por meter sus manos congeladas al acogedor calor de los bolsillos de su chaqueta. Caminaba lentamente, con el ceño fruncido hacia su pequeño departamento que está lo suficientemente apartado cómo para hacerlo cansar.

Había tenido un muy mal día, bueno, en realidad todos los días eran malos, pero hoy fue específicamente malo.

Era bien conocido que en el mundo, sobre todo ahora que la gente está compuesta y gobernada por una jerarquía; que las oportunidades para aquellos que están abajo de la pirámide eran nulas. El, como un omega común y corriente —de la más baja de esa pirámide— estaba consciente que no conseguiría nada en el mundo, ni oportunidades ni valores.  

No era nada en definitiva. No tenía poder, un estatus, ni siquiera una ley que lo protegiera de los bastardos que no tardaban en aprovecharse de sus instintos. Es decepcionante.

Mira hacia arriba y suspira pesadamente cuando siente que su mente es un manojo de entres y pensamientos negativos. Mira a lado y se sienta en el andén sacando el último de sus cigarrillos para relajarse. Prende el fuego y siente sus manos temblar levemente hasta convertirse en un ritmo constante, imaginando lo que le depararía el destino cuando su cobrador fuera a su casa y se encontrará con que nuevamente no tenía dinero. Tal vez este era su último cigarrillo, por lo que lo fumó con tranquilidad y lentitud disfrutando del leve sabor amargo.

La lluvia que en un principio era lenta, de repente se convirtió en gotas de agua cayendo eufóricamente hacia el piso. Su cabello rojo no tardó en empaparse, pegándose en su cara y cuello, no le tomó mayor importancia, era muy bonito cuando llovía, tenía en cuenta que cuando eran días lluviosos eran momentos de malenconia,
luego esa triste se relajaría dando un suave y relajante cielo despejado.

Muy bello.

Notando como la 'tela' del cigarrillo se desvaneció, sonrió levemente. Tendría que buscar su moto mañana en el taller. Que aburrido. Tenía tantas cosas que hacer que solo se relajo. Estaba algo cansado por el ajetreado día, no había conseguido un trabajo, pero al menos había podido conseguir que su vecina lo dejara pasar unas semanas más en el departamento.

Es algo bueno ¿No?

Volviendo a su caminata rítmica, no tardó en llegar al complejo de departamentos. Ese lado de la ciudad era desolado, frío, sin ningún alma en pena que perturbara el tenebroso silencio. Aunque, claro, eso era lo que hacía más miedoso esa parte de la ciudad, por lo que era mejor siempre estar en alerta con todo lo que suceda, sobre todo porque aún hay vagabundos deseosos por comer carne fresca de quien sea que logre satisfacerlos.

MAFIA In the morning [Bl]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora