MI VECINA

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Cada día la veía pasar por mi puerta, ella vivía a dos departamentos del mío, sus caderas pequeñas con su cuerpo tan delgado, su busto operado, usando copa C me robaba por completo la atención.

Mis ojos la admiraban de pies a cabeza mientras que su sonrisa se asomaba por esa cara de porcelana obscura, su cabello lacio tocando la mitad de sus muslos era lo que más me excitaba; sí, así es, el cabello largo es mí adicción, los seis meses que he vivido aquí solo he hablado con ella dos veces, "buenos días y buenas tardes".

Ese día nadie me dijo que todo cambiaría, sus ojos negros se toparon con los míos, pero mi mirada tímida negó contacto alguno con la suya. Ese día yo subía por el elevador al igual que ella, me pude percatar que había hecho el súper; mi madre me enseño que debemos ayudar a las personas, sin importar el sexo, femenino o masculino, al salir del elevador le pregunto:

- ¿Gustas que te ayudé? – estiré mi brazo con mi mano abierta tratando de tomar la bolsa que parecía más pesada,

- Te lo agradecería mucho de verdad – me responde con una mira y una sonrisa blanca, sus ojos negros se iluminaron y procedí a tomar la bolsa caminando detrás de ella.

Sus 160 cm la hacían parecer una minion a comparación de mis 195 cm, mi cuerpo lo considero dentro del parámetro normal de un hombre, pero solo dentro de mi familia, pues ellos son altos y de espalda ancha, con piel pálida, ojos verdes o cafés muy claros, en mi caso mis ojos son cafés obscuros, fui la excepción, pero aun así la altura es lo que no puedo controlar, me gusta cuidar de mi cuerpo pues hago ejercicio todos los días.

Al llegar a su departamento dejo la bolsa en la mesa donde ella me indica.

- Muchas gracias – me dice con su hermosa sonrisa que enamora a cualquiera, sus labios delgados y rosados al natural han hecho que mis ojos se llenen de ese brillo que difícilmente puedo disimular.

- No pasa nada, es un placer, vivo a dos puertas si necesitas algo. – inquirí amablemente mientras mis ojos evitaban el panorama debajo de su cuello. Mis manos se sentían húmedas de los nervios y mi boca estaba seca por los mismos, "diablos", me grite mentalmente, mi cuerpo estaba en descontrol. – Me retiro – dije dando vuelta antes de que pierda el control total de él.

- ¡Espera! – me dice interrumpiendo mi salida, - quieres tomar algo, está lloviendo y prepare chocolate caliente, en la alacena tengo bombones.

- ¡Me encanta con bombones! – dije esbozando una sonrisa de lado a lado, a mis 28 años y sigo estando nervioso frente a mujeres lindas como lo es ella, no le llamaría enamorado, solo me gusta ella, su cuerpo su sonrisa, su cabello, su estatura, todo de ella me encanta.

- Es mi favorito, siéntate mientras sirvo – camino escasos metros de la sala a la cocina y vi como por debajo de la barra saca dos tazas grandes y las llena de este exquisito elixir que hace feliz a cualquiera en un día como este.

Comenzamos a hablar de cosas al azar, duramos 3 horas charlando, de lo más normal, parecíamos dos amigos en una pequeña reunión y la verdad es que me parecieron solo minutos, debía irme así que me despedí cortésmente y agradecí por la invitación.

- Espero que se repita, no tengo muchos amigos aquí en el edificio, fue un gusto conocerte Conor. – me dijo al acompañarme a la puerta.

- El gusto es mío Keyla – Keyla, sentí el sabor de su nombre en mi boca, como rompía en mis dientes y ese escalofrío recorrer mi piel, ese nombre tan hermoso como lo es su cuerpo, estaba por romper mis esquemas, salí cerrando la puerta detrás de mí.

Al llegar a mi puerta siento como jalan de mi brazo haciéndome girar en mi propio eje, al darme cuenta que era ella, su pequeña mano sosteniendo la mía, se sentía arder la piel por donde pasaba la suya.

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