Alicent acarició los platinos cabellos de su pequeña hija, dejó un beso sobre su frente y suspiró un poco.

─Eres más inteligente de lo que un niño de ocho días de su nombre debería ser, amor mío ─musitó. No había mentira en esas palabras, Helaena lo sabía también y quizá un poco mejor que nadie, Eireene prestaba atención a todo lo que sucedía alrededor de ella, no permitía que nada se le pase por alto. También, sabía de la Asunción al Trono de Rhaenyra, y estaba lejos de parecerle algo horrible, quizá una mujer era lo que los Siete Reinos necesitaban cuando su padre Viserys falleciera─. Tienes razón absoluta en eso, mi querida hija. No estsamos en tiempo de guerra, gracias a todos los Dioses, sin embargo, tus hermanos mayores han de ser instruidos en el arte de esta y en el combate para poder protegernos cuando por cualquier razón, una posible disputa se desate. La paz prosperó y continuará siendo así por muchos años más, eso no significa que no hayan enemigos allí fuera esperando por el momento adecuado para atacar.

Eirene frunció su ceño levemente, volteó hacia su madre y preguntó:

─¿Cuáles enemigos? ─musitó, Helaena suspiró poniéndose de pie.

─Deja de analizarlo tanto, hermana pequeña ─musitó la joven Helaena, Eireene la observó fijamente─, a veces por más que nos hallemos en tiempos de paz, se debe mantener en forma a nuestros más audaces caballeros.

─Aegon y Aemond están lejos de ser caballeros ─murmuró por lo bajo, Helaena suspiró y su madre rió levemente.

─Te prometo que no significa nada, amada Eireene ─con esas palabras, los hombros de la princesa dejaron de estar tensos y asintió con su cabeza. Alicent acabó por peinar su cabello, dejando su larga melena platina suelta─. Ya es hora de que almorcemos, ¿están listas, mis amores?

Ambas jóvenes asintieron y su madre tendió sus manos para que ambas tomaran las mismas. Con un guardia abriendo la puerta, las tres dejaron los aposentos de la princesa. Caminaron por los largos pasillos que dirigían hacia el salón principal de almuerzo de la realeza, acompañados por guardias leales a su madre. Algunos de ellos provenían de la Ciudadela.

─¿El abuelo almorzará con nosotros, madre? ─Alicent asintió con su cabeza y le sonrió a la pequeña.

─Seguramente lo hará ─le aseguró, aunque a veces sus deberes como Lord Mano le mantenían ocupado y sin posibilidad de almorzar junto a su familia. Eireene tampoco disfrutaba de que su padre y abuelo estén ocupados tanto tiempo. Las responsabilidades dentro de la monarquía se veían agotadoras.

Al llegar al salón, Aegon junto a Aemond estaban ahí, ambos robaron unas cuántas uvas y estaban sentados, aburridos, mientras esperaban por la llegada de los demás miembros de la familia. Ambos se pusieron de pie en un santiamén cuando la Reina atravesó las puertas con sus hijas. El primero en reaccionar había sido su segundo hijo varón, que hizo una reverencia hacia su madre para ser seguido por su hijo mayor. Ambos estaban impecables, habían tomado duchas para luego portar ropajes limpios para unirse al almuerzo de cada día.

A Eireene le gustaba cuando lucían sus ropajes normales y no llevaban ningún tipo de arma filosa junto a ellos.

─Madre ─saludó Aemond, acercándose a ella para recibir un casto beso en su cabeza por parte de la mujer que le dió la vida─, Helaena ─saludó a la mayor con poco interés antes de poner su mirada en la menor y sonreírle─, haēdar.

Helaena rodó sus ojos ante el saludo de su hermano menor, quién poco respeto le tenía y no hizo más que empujarlo un poco para caminar hacia Aegon, quién le estaba tendiendo unas cuántas frutas para que ella se una a él a comerlas.

dark paradise.    aemond targaryen.Où les histoires vivent. Découvrez maintenant